Con su permiso
Tú la llevas
Los hechos confunden solo a quien ha decidido construirse una realidad propia, ni siquiera paralela, que pretende imponer a los demás
Cuando era pequeño, hace ya tantas décadas que no se cuentan con los dedos de una mano, Marcial jugaba en el pueblo a un juego de perseguirse y tocar que se llamaba tula. Así lo recuerda, tú la llevas. Consistía en correr detrás de un compañero, alcanzarle, y trasmitirle de un toque, con el simple roce de una mano, mágicamente, la condición de perseguidor. A partir de ese momento era él quien comenzaba a correr tras los demás, incluido el transmisor, hasta liberarse pasándole también él o algún otro de los jugadores esa responsabilidad. El tula, sí.
Se está acordando de este juego de infancia en el toma y daca del gobierno y el juez García Castellón. No está claro quién lleva la iniciativa, pero el consistente empeño del magistrado en procesar por terrorismo al propio Puigdemont, y la pareja insistencia, tanto o más rocosa, de quienes gobiernan y sus socios en evitar esa posibilidad en la Ley de Amnistía, se han convertido en un juego de persecución mutua: paso del juez, nueva exigencia y acuerdo que una vez anunciado parece recibir respuesta de la propia judicatura. Y vuelta a empezar. La última es que, tras la redefinición del terrorismo en grados para estimar que hay uno que no atenta a los derechos humanos y por tanto puede ser amnistiado, responde el juez que Puigdemont tampoco entraría en esa cesta, para lo cual se ampara en una frase que pronunció el mismo prófugo: «el problema puede venir si hay algún muerto». Por tanto, lo calculaban, estaba entre sus previsiones o temores y aún así siguieron adelante con las movilizaciones. Vuelta la burra al trigo. Espera Marcial que ahora se vuelva a tratar de poner otra barrera al juez, a darle un toque con otro acuerdo con los fenicios de los siete votos, ante lo cual cabe esperar que el magistrado responda con otro alcance. Y así hasta el infinito y más allá.
Luego se quejan de la judicialización de la política, ¿y la politización de la justicia armando leyes que benefician a personas y perdonan acciones de determinado partido o tendencia?
Tuerce Marcial el gesto y el ánimo ante esa decidida y constante torcedura de las leyes para beneficiar a colectivos y personas concretas. O aún peor, del poder que un grupo de personas está recibiendo para torcer las leyes en propio beneficio.
En tiempos de cambio constante hay vértigo en el escenario de la política por la velocidad con que a todo se le da la vuelta. Tanta, que se diría que en cualquier momento, en una de esas esquinas que se tuercen para cambiar la dirección por necesidad urgente de supervivencia, algunos de los disciplinados seguidores del líder, esos que encuentran justificación para todo y se dejan la piel en explicar lo inexplicable con los pies tiznados de rojo por tantas líneas que han traspasado, no van a saber qué camino tomar. Se les va a escapar el jefe por cualquier rincón inesperado.
Marcial imagina una frase en boca de algún dirigente de esta izquierda leve que gobierna: no me confundas con los hechos. Ya Sánchez dijo algo parecido al fijar distancia entre la realidad y la verdad. Pero en la construcción de un relato justificativo de acciones injustificables cuya posibilidad ellos mismos negaban, empieza a cobrar más sentido exigir que los hechos no te fastidien la estrategia. Los periodistas bromean a veces con lo de que la realidad no te estropee un buen titular. En eso se diría que estamos ahora. En los límites de la realidad. En el extrarradio, por tirar de un término al uso, de eso tan maltratado que se llama coherencia.
El tula entre la vida real y la verdad oficial, que se persiguen y alcanzan para volver a perseguirse y no encontrarse nunca. El tula al que juegan los entregados al líder y los que ponen peros, que andan a la que salta porque los del pero siguen donde antes estaban los otros y reciben acusaciones obscenas de hacerle el juego a la derecha. Disputan los socialistas sobre quién está en el extrarradio de la Constitución o del Partido en un áspero tú la llevas fratricida.
Nunca la inconsistencia estuvo tan valorada. Nunca la coherencia tuvo peor venta. Los hechos confunden solo a quien ha decidido construirse una realidad propia, ni siquiera paralela, que pretende imponer a los demás. Inventarse que hay terrorismos respetuosos con los derechos humanos es una broma de mal gusto que retrata a quien lo sostiene.
Pero es lo que hay, se dice resignado Marcial.
Se sienta ante la tele con una bolsa de palomitas para ver el espectáculo. Pero no puede evitar cambiar de canal cuando en la tertulia empiezan a hablar de la amnistía y hay uno que defiende lo contrario que ayer y además exige a los otros respeto.
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