Opinión
Una mano en la pancarta y la otra en la bragueta
El PSOE y sus socios convirtieron el discurso feminista en una camiseta de Bershka
A ver si nos enteramos, el feminismo no es una coartada. Ni una caterva de simples cabreadas, ni de votantes manipulables. Ni un hashtag. El feminismo es la lucha por la obtención de la igualdad de derechos y oportunidades, legales y sociales, para las mujeres, en todo el mundo. Nuestra izquierda habilísima, supo fagocitar el movimiento a su favor político, hasta convertirlo en un arma institucional para encubrir las mismas miserias de siempre (Feminismo performativo, con una mano en la pancarta y la otra en la bragueta) que hoy le ha estallado en la cara.
El PSOE y sus socios convirtieron el discurso feminista en una camiseta de Bershka, una pegatina violeta sobre contratos infectos. Mientras hablaban de techos de cristal, construían un sótano ético. La Igualdad, para las ruedas de prensa. Las mordidas y las putas para los colegas. Entre tanto, miles de mujeres creyendo en un ideario que en realidad era solo la versión progresista del machirulismo básico.
No me representa el feminismo de izquierdas. Ni ellas, ni ellos. Ellas, por defender religiones que colocan a la mujer por debajo del perro, mientras rebautizan los grilletes como “diversidad cultural”. Ellos, militantes de la deconstrucción intermitente, comisarios de lo inclusivo, hombre de discurso delicado y manos inquietas, que se proclaman “aliades” mientras manosean becarias y catálogos de Carlotas y Ariatnas en ligueros.
Lo que sí entiendo es la desconfianza desaforada que algunas zurdas sienten hacia los hombres. Porque si una repasa la genealogía del machismo institucional reciente, los apellidos no son precisamente del PP.
El escándalo que hoy tambalea al Gobierno no lo firma la ultraderecha ni el Ibex 35: lo firma el PSOE. Se llama Koldo. Y huele a comisiones, a cloroformo moral y a orgías pagadas con dinero público. El feminismo, mientras tanto, de atrezo. “Ni una menos”, decían desde el atril, mientras firmaban adjudicaciones infladas y compartían barra libre de favores entre machos de partido.
Monedero, politólogo de la moral hipertrofiada, con sus denuncias por acoso en la Complutense. Podemos dijo que lo apartó “desde el primer minuto”, aunque ese minuto incluyó manifestaciones, entrevistas, aplausos públicos y sonrisa de Belarra. En Baleares, Juanjo Martínez de IU suma una decena de acusaciones por abusos sexuales. Lo sabían. Callaron.
Yolanda Díaz, informada en 2023 de las presuntas agresiones sexuales cometidas por Errejón, lo ascendió. Su historial incluye también a un asesor en Galicia detenido por distribución de pornografía infantil. En vez de limpiar, purgó a los denunciantes.
¿Feminismo? No. Un videoclip. Un púlpito moral sin contenido.
El PSOE, Podemos, IU… (quizá lo más bochornoso fue cuando Iglesias impuso a su churri como ministra a dedo) han usado la igualdad como usan a las mujeres y a todo el electorado, psicopáticamente. “Hermana, yo sí te creo” —si no molestas al partido.
Hay quien cree que esto es nuevo. No lo es. Lo nuevo es que ya no se puede tapar. Que la gallina de los huevos de oro —ese feminismo oportunista, ruidoso y de saldo— ha empezado a picar a sus dueños.
Este club de varones de izquierda que dicen “portavoza” nos ofrecieron igualdad como quien ofrece flores en un funeral. No eran nuestros aliados y no luchaban por nosotras. Luchaban por ellos. Nosotras éramos el decorado. Y ni siquiera de primera fila.