
Y volvieron cantando
Marca España
Sánchez se encuentra tal vez en la posición más débil que se le recuerda a un presidente español en Europa
Como he tenido ocasión de hablar durante las últimas semanas con más de un eurodiputado español, no solo del grupo popular y también con alguno de la Europa del sur, además de compañeros corresponsales acreditados en Bruselas por medios de prestigio, debo confesar que, a pesar de la muy delicada situación política en nuestro país, ni por asomo hubiera imaginado tanta perplejidad en estos interlocutores a la hora de contemplar la situación de extrema debilidad, de desconcierto e incluso de galopante falta de credibilidad ante la UE por parte de un gobierno como el español cuyo presidente se presentaba flamantemente hace años ante las instituciones comunitarias hablando un impecable inglés, contemplado con cierta admiración por algunos de sus homólogos y lo que es tal vez más sangrante hablando ante el mismísimo parlamento europeo de lo que debiera ser una inmisericorde lucha contra la corrupción, ya saben, esa que ahora atenaza a todo su entorno incluso impidiendo llevar a cabo la labor de gobierno que le fue encomendada por los españoles.
Me vino a la mente durante algunos de estos contactos en Bruselas una entrevista realizada en este periódico por el compañero Pepe Luis Vázquez al líder del Partido Popular europeo, Manfred Weber, en la que vino a marcar como punto de inflexión de la caída de Sánchez ante sus socios occidentales la cumbre de la OTAN celebrada hace semanas en la Haya, ya saben, la del acuerdo para aumentar al 5% del PIB el gasto en Defensa. Weber no pudo ser más lapidario, «en la cumbre de la alianza atlántica Sánchez estaba aislado. Tener un líder egoísta que solo se preocupa de sí mismo es un desafío». Y es que ciertamente la credibilidad internacional de España y específicamente dentro de la Unión Europea está condicionada por un tsunami de corrupción que acaba condicionando al jefe del Gobierno y a lo que se añade la previsión de unas reformas judiciales que escaman en Bruselas y que han tenido para el ministro Bolaños como gran aliado a un despistado comisario europeo como Didier Reynders. Sánchez se encuentra tal vez en la posición más débil que se le recuerda a un presidente español en Europa. No es un pedigüeño como se les tachaba a algunos de sus antecesores, ni un sospechoso atlantista. Es un referente marcado por la mancha de la corrupción en su entorno. Eso preocupa.
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