El buen salvaje
Mari Carmen: cuando nosotros éramos los muñecos
Mari Carmen no aspiraba a algo parecido al Nobel, con llenar el teatro supongo que se daría por bien pagada
Un día después de la muerte de Cormac McCarthy, el hombre que relata el escalofrío de la historia presente de los Estados Unidos, con eso que se viene en llamar la gran novela americana, falleció Mari Carmen, la de los muñecos y las páginas de «Meridiano de sangre» se esfumaron para que nos alcanzara el disparo de una imagen congelada, una mujer que abre la boca y otros mueven los labios, como decían Radio Futura en «Una historia de playback». No es que unos muertos valgan más que otros, o que se les deba enterrar con más o menos pleitesía, que también, pero no hay quien mande sobre la sentimentalidad de los recuerdos. Al cabo, toda memoria es lágrima.
De McCarthy, un escritor gigante, quedarán sus libros en las estanterías y nos dará igual si el fiambre se pudre en el calor del ataúd porque queda la literatura, mientras Mari Carmen se morirá más cuantos más años cumplamos los que veíamos de pequeños a esa señora en la televisión cada dos por tres. Hasta el día en que nos extingamos y con nosotros los últimos rastros de sus cenizas. Así que conforme avanza la escritura más cerca me siento del personaje que hablaba por nosotros en una época en la que no tocaba más que reírse. Las cosas que se decían por la televisión hoy estarían canceladas más que por punkis por anticuadas, nadie subiría sus orejas para atender su discurso del que se diría gerontofóbico u homofóbico porque salía un león con pluma que no era Boris Izaguirre. Ahora que se reivindica la pluma se queda en el armario la marica peluda, el pato heteropatriarcal y la vieja del visillo.
Mari Carmen no aspiraba a algo parecido al Nobel, con llenar el teatro supongo que se daría por bien pagada, vaya, yo tampoco le hubiera subido el sueldo. Pero cuánto debemos a esas personas que una Navidad de estas sacarían en un anuncio de la Lotería. La nostalgia es la pedrea de un suicida o un narcisista, no me gustaría cerrar los ojos y encontrarme sentado en aquel sofá de sky verde. Antes que ella se murieron muchos chavales que también la verían por televisión y que pasaron del trullo a la funeraria. España entera era quinqui de la misma manera que ahora es digamos pusilánime y boba. Tal vez Mari Carmen era quinqui a su manera y todos, de alguna manera, la matamos mientras intentábamos resucitar en otra tumba que no era la nuestra, esta desde la que escribimos y leemos.
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