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V de Viernes

Más árboles y menos asfalto

La ciudad norteamericana de Portland es pionera en la política de

levantar asfalto para sustituirlo por zonas verdes

Tras un mayo fresquito, esta semana las temperaturas se nos instalan ya en el calor, que se atisba extremo algunos días en el sur. Esperemos no llegar a superar el récord vivido en La Rambla, el pueblo más caluroso de España, en la provincia de Córdoba. En agosto de 2021 llegaron allí a los 47,6 °C, la temperatura más alta registrada en el país. Siempre se dijo que nuestra sartén es Écija, pero La Rambla le supera. En general, es el Valle del Guadalquivir la zona con peores datos. Aunque la urbe más calurosa del mundo es Hermosillo, en México,

conocida como “la ciudad del sol”. Se le acerca mucho Mexicali, y también El Cairo, Teherán, Bangkok, la saudí Jizán y las americanas Las Vegas y Phoenix. En España, amén de La Rambla, el pasado verano hubo registros más que extremos. No será diferente este 2025. Por eso está bien saber qué hacer en estos casos en los que trabajar, vivir y dormir se hace insoportable. Una opción natural es irse allí donde las temperaturas son más suaves. O sea, un mes de descanso en enclaves o urbes donde aprieta menos el termómetro, o incluso donde por las noches hay que taparse para no pasar frio. Estando en Madrid, Sevilla o Córdoba esto parece una quimera, pero no lo es en realidad. Hay muchos pueblos en zonas altas en donde las noches de verano son envidiables. Siempre se dijo que Molina de Aragón (Guadalajara) y Calamocha (Teruel) son los pueblos más fríos de España, y es verdad. Pertenecen al “triángulo del frio”, al que habría que sumar el pequeño Griegos, en la Sierra de Albarracín, también en Teruel, el segundo pueblo más alto de España, con 1.606 metros, y un envidiable clima fresquito estival. Claro que también tenemos muchos enclaves frescos en las zonas más altas de Granada, Palencia, León, el Pirineo y tantos otros sitios. El problema es cuando no queda más remedio que quedarse en la calurosa urbe todo el verano. De ahí la necesidad cada vez mayor de «adaptar» las ciudades con refugios climáticos o más arboleda. Todo

lo contrario de lo que se ha hecho, por ejemplo, en la Puerta del Sol de Madrid. En Portland, Oregón (Estados Unidos) llevan desde 2008 levantando y retirando pavimento. Lo hacen para bajar la temperatura local, que llega hasta los 40 grados. Hasta la fecha han retirado 33.000 metros cuadrados de asfalto y en algunas zonas han conseguido bajar la temperatura más de 10 grados, sustituyendo el cemento por vegetación. Con la ventaja añadida de que, además, se absorben millones de litros de agua de lluvia, evitando inundaciones. Ese ejemplo ya se está replicando en otras muchas capitales, aunque debería ser obligatoria en la planificación urbana. Menos cemento y más árboles y espacios verdes, que son refrigeradores naturales. En

una zona con grandes árboles la temperatura puede ser cuatro grados menor a otra de asfalto. Pero a menudo nos olvidamos.