A pesar del...

El Napoleón de Scott

Las batallas son, sin duda, lo más espectacular de la obra, en especial la de Austerlitz

En una reciente entrevista con Carlos Alsina en «Más de Uno» en Onda Cero, el expresidente francés, Nicolas Sarkozy, se mostró crítico con la película Napoleón, de Ridley Scott, por su visión «inglesa», de la que, dijo, suele «desconfiar», porque el filme «presenta a los ingleses como si lo hubieran ganado todo». El diagnóstico es compartido por algunos críticos en Francia, pero resulta llamativo, considerando que al comienzo de la película se recrea el sitio de Toulon, donde el general británico O’Hara se rindió personalmente ante Napoleón Bonaparte en 1793. Por cierto, el mismo O’Hara se había rendido en 1781 en otro sitio, el de Yorktown, ante George Washington. Los ingleses, en efecto, han ganado mucho, pero todo, lo que se dice todo, no. Y tampoco son presentados del color de rosa en la película –el duque de Wellington incluido–.

¿Quién es, entonces, el Napoleón de Scott? No terminamos de saberlo bien: «es sorprendente la indiferencia de la película hacia su protagonista», resumió Jack Coyle en Associated Press. Su psicología no queda iluminada en aspectos personales muy relevantes, como es su enamoramiento de Joséphine, o el de ésta con él, ilustrados en las escenas de sexo, en las cuales, como escribió Kristy Puchko en Mashable, «la acomete como un perro en celo, mientras ella parece aburrida, casi impaciente».

En términos políticos, y sobre todo militares, la obra de Scott es bastante mejor. Queda clara la inclinación de los franceses por el orden, tras las brutalidades de la Revolución, y es patente que Bonaparte se aprovecha de la situación para dar rienda suelta a su ambición de alcanzar el máximo poder, y perpetuarse en él, a toda costa. No hay matices geopolíticos, sin embargo, y España no aparece nunca.

Las batallas son, sin duda, lo más espectacular de la obra, en especial la de Austerlitz, de 1805, donde el genio estratégico del corso se desplegó al máximo, y Ridley Scott exhibe su talento como director. Ahora bien, como apuntó Manohla Dargis en el New York Times, «a medida que los sombríos combates se suceden, y avanza el recuento de cadáveres, su absoluta inutilidad resulta abrumadora». Al final, se nos recuerda que las Guerras Napoleónicas produjeron tres millones de víctimas. Fue ciertamente horrible, aunque empalidece frente a la devastación que arrasaría Europa un siglo más tarde.