Cargando...

El canto del cuco

Los unos y los otros

El congreso del Partido Popular debería servir para fortalecer el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, al que el PSOE y Vox vienen sometiendo a una inicua campaña de desprestigio.

Con muy distinto talante deliberan este primer fin de semana de julio los representantes de los dos principales partidos. El PSOE, a la defensiva, echando mano del manual sanchista de resistencia ante el acoso de la Justicia y de la crítica, y el PP con la ilusión de tener el poder al alcance de la mano. El contraste es nítido. Asistimos al penoso final de un gobernante, descompuesto y airado, abrumado por la corrupción, que se resiste a hacerse a un lado; y a la irrupción tranquila de su adversario, llamado a encabezar el nuevo ciclo político entre el entusiasmo de sus seguidores y la resignación de los socialistas decentes. La suerte está echada. Falta conocer el día del relevo, un asunto que tiene entretenido al personal. Cuanto más aguante Pedro Sánchez, peor para él y para su partido. Hasta su incondicional Javier Cercas le pide que lo deje. Sólo falta «El País».

El congreso del Partido Popular debería servir para fortalecer el liderazgo de Alberto Núñez Feijóo, al que el PSOE y Vox vienen sometiendo a una inicua campaña de desprestigio. Ante el tiempo electoral que se avecina, el político gallego hace bien en renovar su equipo para hacerlo más combativo y con más capacidad de interlocución a derecha e izquierda. Pero sobre todo se espera que salga de este congreso un convincente programa de gobierno, ilusionante, que rompa con esta etapa calamitosa. Dado el amplio espectro ideológico que abarca el Partido Popular, donde conviven conservadores, liberales, democristianos y hasta socialdemócratas de última hora, es difícil fijar un estricto programa ideológico. Otro punto delicado es el de las alianzas. ¿Qué hacer con los nacionalistas vascos y catalanes? ¿Y con Vox? Feijóo pide manos libres. Él sabe manejarse. Las relaciones con los de Abascal constituyen el punto clave. El riesgo de este cónclave popular es quedarse en la indefinición con la consiguiente falta de impacto electoral, en contra de lo que se pretende.

Estas dos reuniones paralelas, que se desarrollan mirándose unos a otros de reojo, son observadas esta vez con especial atención por el resto de las fuerzas políticas. Los socios de Sánchez calibran el coste de mantener el compromiso y la responsabilidad de sostenerlo, mientras se avecina de forma imparable el cambio. Saben que resistir hasta el final es una apuesta demasiado arriesgada. Esperan a ver quién es el primero que salta del coche en marcha antes de llegar al precipicio. Contra toda razón, contra toda evidencia, Pedro Sánchez quiere seguir. Los súbditos le aplauden y echan la culpa de todo a la derecha.