Al portador

Pedro Sánchez le pide los apuntes a Xavi Hernández

El líder del PSOE, al margen de que le afecten las críticas a su mujer –claro que le influyen–, ha lanzado un órdago a su propio partido y a sus socios

Christian Friedrich Hölderlin (1770-1843), el poeta alemán que aunó la tradición clásica con el nuevo romanticismo, escribió que «allí donde anida el peligro crece también la salvación». Pedro Sánchez, un político que arriesga y apura las jugadas, ahora, con guiños románticos, parece intentar el más difícil todavía. En medio de una legislatura caótica, con unos Presupuestos que no están ni se les espera, aumento del paro y en vísperas de elecciones inciertas para él y para los socialistas, con un amago de retirada poco creíble, vuelve a marcar el paso. Toda la atención se centra en el inquilino de La Moncloa, justo al principio de la campaña electoral catalana, algo que no parece casual y que, también de repente, obtiene el casi seguro apoyo de los indepes de ERC y probable de Puigdemont –aunque será más caro– para una hipotética moción de confianza. Ni unos ni otros tienen otra opción hasta que se apruebe la amnistía y desde luego ni ellos, ni el resto de los grupos que apoyan al Gobierno, desde dentro como Sumar, o desde fuera, quieren saber nada de elecciones que, sin duda, les dejarían sin el poder de condicionar a Sánchez y quizá incluso sin poltronas. El líder del PSOE, al margen de que le afecten las críticas a su mujer –claro que le influyen–, ha lanzado un órdago a su propio partido y a sus socios. La adhesión inmediata de García-Page y el cierre de filas de Ione Belarra, de Podemos, parecen ratificarlo. Además, el inefable Zapatero reclama hasta movilizaciones –plebiscitos populistas– para pedirle a Sánchez que no tire la toalla, todo más propio de un régimen iliberal. La oposición habla de oportunismo y de huida adelante, pero en el mismo PSOE, en privado por si acaso, hay quien recuerda que en España al presidente lo elige el Parlamento, que es a quien hay que apelar en un caso de estos y no a los ciudadanos, por no hablar que se orilla también al Rey. Sánchez ha alumbrado una neocrisis institucional, todo indica que para reafirmarse, arañar votos en las próximas elecciones y lograr más estabilidad. Incluso una dimisión –hay precedentes en Italia con Giuliano Amato– podría concluir en una ronda de consultas de Felipe VI, que debería proponer candidato a la presidencia, y podría verse impelido a presentar al mismo otra vez. Alambicado pero no imposible, aunque lo más sencillo es la moción de confianza. Sánchez, en cualquier caso, incluso de reflexión, lleva la iniciativa y dicen que le ha pedido los apuntes de cómo seguir a Xavi Hernández. Arriesgado, pero también un camino de salvación como en el verso de Hölderlin.