Aunque moleste
El precio de la afrenta
La guerra entre Yolanda Díaz y Pablo Iglesias no ha hecho sino comenzar: lo peor está por venir
No parece que sea Pablo Iglesias un político que se amilane ante lo adverso. Más bien al contrario, le gusta el barro, enfangarse y enlodazar a otros para salir de la ciénaga hediondo pero victorioso. Iglesias y su tropa amoratada se crecen en la adversidad. Nadie puede negar que el de Galapagar sea uno de los políticos más astutos y maquiavélicos de nuestra historia reciente. Lo demostró en los debates televisivos que le hicieron famoso, en su pulso con Sánchez, en sus estratégicas operaciones dentro del Gobierno y de Podemos. Que no siempre resultaron como él hubiera querido. Falló estrepitosamente en el desembarco en Madrid, pero manteniendo un respaldo electoral de diez diputados, lejos del cero absoluto logrado por los suyos el pasado 28 de mayo.
Ese batacazo en la capital ha sido el principal argumento utilizado por Yolanda Díaz para desactivar a la coalición amoratada, diluida dentro de Sumar como uno más de los muchos partidos que respaldan el proyecto electoral de la actual vicepresidenta. Amén de neutralizado, el podemismo ha sido despreciado y mortificado en las listas, expulsando de las mismas a Montero y Echenique, entre otras figuras moradas. Con bastante sentido común, pues ambos generan rechazo incluso dentro de la izquierda extrema, al representar más bien un tipo de izquierdismo ultra-populista de corte trumpista, no siempre homologable dentro de los cánones más reconocibles de la ortodoxia del comunismo al uso.
Si la apuesta de Yolanda es acertada o no lo dirán las urnas el próximo 23 de julio, aunque en principio la jugada parece que resta más que suma. Lady Galapagar genera mucho rechazo, es cierto. Pero hay aún miles de votantes que la apoyan, que no entienden que se la ofenda, y que en consecuencia no van a respaldar a Sumar el 23-J, por mucho que haya gente de Podemos dentro de la coalición sumatoria.
Iglesias juega sus cartas con paciencia, adoctrinando a la tropa en su televisión Red y a través de los medios en los que participa. No parece importarle mucho si tras las elecciones tiene 3 o 5 diputados en lugar de 30 o 33. A buen seguro que pasarán todos al grupo Mixto para tener voz propia y organizar las elecciones europeas, escenario de circunscripción única propicio para reconstruir su espacio vital.
Pablo va a esperar con tranquilidad a que el proyecto de Yolanda naufrague. Algo que ocurrirá si obtiene menos de 30 escaños, quedando Podemos exento de responsabilidad, libre para encarar a su aire una tarea de agitación social contra un gobierno del PP más Vox al que intentará erosionar desde las barricadas. Lo que en realidad le gusta a Iglesias es encender la calle, revolver a la izquierda contra el fascismo de la derecha y de la ultra-ultra-derecha. A eso se dedicará una vez derrotado Sánchez y disminuida Yolanda en sus expectativas. Que el fundador de Podemos se siente engañado por la hoy vicepresidenta es una evidencia que a nadie escapa. Los yolandólogos atribuyen a Díaz una larga trayectoria de felonías. En el PCE lo saben. Beiras también y por eso dijo: «Es la primera persona que me ha traicionado en toda mi vida». La afrenta pública a Montero es tan escandalosa que el desquite está asegurado. Solo falta conocer el precio.
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