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Puigdemont: venganza, adiós a la cárcel y pensión vitalicia
Dos legislaturas europeas ya le garantizan al prófugo una pensión, que en el futuro complementaría con la de ex-presidente de la Generalitat
Alain de Botton, suizo-británico, filósofo más o menos de moda, también vídeo bloguero y fundador en Londres de la llamada «La escuela de la vida», defiende que «la mayoría de las victorias son, en el mejor de los casos, actos de venganza». Carles Puigdemont, el prófugo de Waterloo, mientras camina de triunfo en triunfo hasta la victoria total, cada vez más cercana, paladea poco a poco esa venganza. La amnistía que negocia con Sánchez, se apruebe cuando se apruebe y quede como quede, le librará para siempre de la cárcel y le permitirá regresar y decir, si quiere, como Tarradellas (1899-1988) en 1977 «ja soc aquí». La futura ley puede ser recurrida ante el Tribunal Constitucional (TC) y ante la Justicia europea y todo indica que será así. En ese caso, la amnistía quedaría en suspenso, pero en la práctica no afectaría a Puigdemont, decida o no regresar a España. Hay una explicación. Una vez aprobada, recurrida y en suspenso la amnistía, si el líder de Junts pisara suelo español sería la Justicia, –todo indica que el juez Llarena– quien debería decidir si ingresa en la cárcel, ya que seguiría pendiente de juicio. Los juristas más expertos dudan de que alguien envíe a prisión preventiva a un amnistiado, que no ha sido juzgado, mientras se dilucida si la Ley es correcta o no, lo decida el Tribunal Constitucional español o los europeos. Existiría la posibilidad de una detención al llegar a España, que se le tome declaración y, en el peor de los casos, pase un par de días retenido, algo que además le daría pedigrí entre su clientela y ante rivales. Nada más. Puigdemont está convencido de que ha ganado y todas las hipótesis le sonríen. Si la amnistía va a los tribunales europeos no habrá decisión en años. Lo mismo ocurriría si el presidente del TC, Cándido Conde Pumpido, como creen algunos, deja el recurso en un cajón también por años, para salvar la cara. Ahí está el precedente del Estatut. En esos escenarios, y serían los peores, nadie imagina que un juez encarcele a Puigdemont durante meses, sobre todo porque avanza la opinión de que la justicia europea no cambiará nada. Ahora, con esa victoria en su mano, el huido quiere volver a ser eurodiputado. La amnistía en suspenso no le impediría presentarse por no haber sido condenado, pero sí a Junqueras, que no podría hacerlo ni a las elecciones catalanas. Por último, dos legislaturas europeas ya le garantizan al prófugo una pensión, que en el futuro complementaría con la de ex-presidente de la Generalitat, mientras disfruta de una victoria que también es venganza, como dice Alain de Botton.
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