Tribuna

La puntilla de Stone al ocaso de la energía nuclear

«Nuclear Now» es una apología de la energía nuclear como salvavidas del planeta y la humanidad. Stone no sólo no cuestiona el cambio climático

La puntilla de Stone al ocaso de la energía nuclear
La puntilla de Stone al ocaso de la energía nuclearRaúl

Cada vez son más las voces que ponen en tela de juicio el fin de la energía nuclear y que se atreven a defender, sin tapujos, que la energía nuclear –junto a las renovables– no es el problema si no la solución para combatir el cambio climático. Claro que no es una cuestión pacífica. Y el potencial peligro de la energía nuclear sigue pesando como una losa.

Tanto es así que la energía nuclear tiene oficialmente los días contados en España. Para inicios de los años treinta se contempla el cierre de todas las centrales nucleares. Todas. Sin que, por otra parte, se abrigue alguna remota posibilidad de que se pueda afrontar ese reto sin perpetuar el uso de los combustibles fósiles. L-o que tiene mucho de surrealista. ¿Pero lo realmente urgente no es acotar a la mínima expresión los combustibles fósiles? Entonces ¿no es una paradoja la urgencia por cerrar unas centrales que generan una inmensa cantidad de electricidad sin emitir CO2?

Los causantes del CO2 son carbón, petróleo y gas en este orden según el perjuicio que generan en el medio ambiente y que, claro está, aceleran el calentamiento global. Porque esa y no otra es hoy por hoy la emergencia medioambiental del planeta. Si eso sin lugar a dudas es así, todo esfuerzo debe acometerse teniendo esa prioridad. Más cuando el parque de renovables no da para satisfacer la demanda presente. Ni la prevista en un futuro.

El terrible accidente de Chernobyl pareció sentenciar el uso de la energía nuclear como fuente de generación de electricidad para abastecer las necesidades crecientes de la humanidad. Por lo menos en la Europa Occidental con la sonada excepción de Francia. Pero la irrupción de la ecoansiedad a escala Occidental –incluso ya se diagnostica como una suerte de enfermedad– ha puesto patas arriba todo aquello que se consideraba como un relato plenamente asentado. Con excepciones, claro está. Pero habiendo sentado cátedra desde hace décadas. Incluso abrumadoramente. Hoy aumentan las dudas. Liquidar la energía lleva años siendo un presupuesto ampliamente compartido. A menudo con datos objetivamente demoledores, aunque también como dogma mientras, por otra parte, se ha convivido con esas centrales nucleares que en algunas latitudes –por ejemplo, Cataluña– eran y son la principal fuente energética, con permiso de los combustibles fósiles. La alarma antinuclear contrasta además con el nivel de vida de que han disfrutado los pueblos que albergan centrales nucleares. Y sus alrededores. Comarcas enteras. Sólo hay que conocer el caso de Ascó y, en menor medida, la comarca de la Ribera del Ebro. El ayuntamiento de Ascó incluso reparte generosos cheques entre sus vecinos para gastar en los comercios locales. Insólito. En fin, lo que temen ahora los vecinos no es que no se prorrogue la vida de sus dos centrales. Lo que de verdad les quita el sueño son las dudas que genera su cierre. ¿De qué van a vivir? Es la pregunta que muchos se hacen pese a los anuncios públicos para socorrer a todos los pueblos y vecinos afectados que van a ver cómo se desvanece ante sus ojos su principal (con mucho) fuente de ingresos.

Oliver Stone no se ha andado con chiquitas. El suyo no es un documental neutral. Stone se moja hasta las trancas. «Nuclear Now» es una apología de la energía nuclear como salvavidas del planeta y la humanidad. Stone no sólo no cuestiona el cambio climático. Lo certifica. Precisamente mantiene que hay que desterrar todo tabú para acometerlo con éxito. Y para Stone, la energía nuclear es, hoy por hoy, la única fuente a disposición de la humanidad con suficiente poder para dar respuesta a un mundo que no sólo no va a dejar de demandar energía eléctrica, es que, ¡ojo al dato!, la va a multiplicar en la medida que las regiones y países más pobres se sumen a los estándares occidentales de calidad de vida. A menos que se abrace masivamente la teoría del decrecimiento. A ver quién da el primer paso en esa dirección. Con el añadido de que la humanidad lejos de achicarse no deja de multiplicarse a una velocidad de vértigo. Otro reto. Decrecer siendo cada vez más. O sea, menos a repartir y más bocas que alimentar.

No se puede decir que Oliver Stone no sea un cineasta crítico. Nadie como él ha cuestionado sus Estados Unidos y, a su vez, ha festejado a enemigos acérrimos. De Cuba a Venezuela. También por eso no puede despacharse sin más que su defensa de la energía nuclear esté al servicio de oscuros intereses opacos del lobby nuclear. Como no se puede seguir abordando el futuro del planeta con sujeción a anatemas. Nos jugamos tanto que no valen soluciones románticas.

Si estamos ante una emergencia climática hay que ser consecuente y revisar sin complejos todo lo que ayer teníamos como una religión medioambiental. Sin apriorismos. Con una apuesta decidida por las renovables que son imprescindibles. Y pese a esa necesidad no son pocos los problemas que a menudo tienen que superar. Desde trabas burocráticas a la oposición contra la instalación de parques eólicos aquí o allí. Y precisamente alegando motivos ambientales. A veces, incluso paisajísticos, mientras simultáneamente se recrudece la alarma por el incremento de la temperatura a consecuencia del uso y abuso de los combustibles fósiles, que no de las centrales nucleares.