En ocasiones, los partidos políticos organizan sus congresos con fines meramente propagandísticos: si las cosas van bien, montan un espectáculo a mayor gloria del amado líder. Es el caso del congreso que el PP celebrará fin de semana. Más allá de las ganas que tendría la izquierda de que Isabel Díaz Ayuso desafiara y ninguneara a Feijóo (nada remueve más los jugos gástricos de determinados adversarios del PP que su odio –sin resultado práctico, de momento– a Ayuso), lo previsible es que Feijóo salga del cónclave popular como líder reforzado. Esto es lo que parece obvio. Menos obvio es cómo definirá el PP su relación con otras formaciones políticas.

En el caso de Vox, Feijóo ha hecho un poco de todo, sin que parezca tener muy claro como hincar el diente a este asunto tan fatigoso. Hemos visto al PP pactar con Vox y después romper con Vox. Y, en ocasiones, hemos visto cómo pactaba en un territorio y, casi al mismo tiempo, rompía en otro. La sensación que los populares ofrecen a este respecto es que no tienen claro qué hacer o qué dejar de hacer, mientras Vox dedica más espacio a hacer oposición al PP que al PSOE. Ayuso, Juan Manuel Moreno y Alfonso Rueda sí han demostrado capacidad para orillar a Vox en sus comunidades, pero no así Feijóo en el ámbito nacional. Esta es una de sus tareas pendientes. Otra es su relación con los partidos centrífugos.

Ya se ha convertido en algo habitual que PP, PNV y Junts (a veces también se suma Vox) voten juntos en el Parlamento y dejen al gobierno en minoría. Ocurre, sobre todo, cuando se presentan iniciativas de tipo económico en las que los partidos de centro y de derechas se ponen de acuerdo con facilidad. Y ahora, Feijóo abre una ronda de consultas para saber si siguen apoyando a Sánchez. Recordatorio: Junts es el partido de Puigdemont; y el PNV es el partido que un día aprueba los presupuestos de Rajoy y días después lo echa del poder sumándose a una moción de censura. Cada cual se fía de quien quiere.