Y volvieron cantando

Racismo y campaña

En las campañas electorales cualquier polémica ajena a lo que se ventila en las urnas, pero susceptible de reportar algún beneficio demoscópico va a ser aprovechada de principio a fin

Ahora va a resultar que Irene Montero y toda la compañía han descubierto la importancia de luchar contra el racismo y hacer frente a la incitación al odio mientras, eso sí, se mantiene en una carpa electoral la imagen de señalamiento hacia un ciudadano anónimo… ¡acabáramos! En las campañas electorales cualquier polémica ajena a lo que se ventila en las urnas, pero susceptible de reportar algún beneficio demoscópico va a ser aprovechada de principio a fin y en eso la izquierda podemita obtiene el «cum laude»; ahora toca Vinicius o hace un año «Rociíto», nada sobra como en las partes del cerdo y si alguien pensaba que lo ocurrido con un jugador de fútbol víctima de repugnantes insultos racistas iba a escapar a la vorágine electoral, ciertamente se equivocaba. Otra cosa es la manera con que algunos, desde la más abyecta ruindad oportunista han agarrado el episodio a todas luces condenable siempre que se le desligue de matices «forofo-futboleros». Es el caso –para variar– de las fuerzas políticas a la izquierda del PSOE, algunos de cuyos representantes han venido predicando el «sesudo» análisis de que el aumento del racismo en nuestro país está directamente ligado a los «discursos de odio» de la derecha. Reflexión doblemente falsa en el intento desesperado por voltear las peores expectativas de las encuestas, porque ni España es un país racista como se ha demostrado a lo largo de siglos de historia, ni las fuerzas a la derecha del PSOE animan a algo que, en el caso del futbolista de color que nos ocupa ha sido firmemente condenado especialmente desde las filas del Partido Popular y muy en concreto por la propia presidenta madrileña Díaz Ayuso.

Se hace todavía más chocante en una formación política como Podemos, –especialista en la consecución de pingües beneficios a costa de la incitación a la confrontación a lomos de la mentira– ver cómo pide las sales anti sofoco ante episodios como el ocurrido en Valencia, con los ataques racistas de un nada despreciable grupo de energúmenos –que no un estadio entero– hacia un joven futbolista de veinte años sobrado de talento con el balón en los pies, cargado de razones y tal vez necesitado de algún pequeño consejo.

Se van a empeñar muchos, bien por desinformación, bien por estrategia en vocear lo contrario, pero España no es un país racista… aunque nadie se lo recordase al populista Lula en el G-7.