Sin Perdón

El riesgo de destruir España

«Cataluña y el País Vasco tendrán una abusiva posición de privilegio y los independentistas decidirán sobre nuestro futuro»

Una de las habilidades más pintorescas de algunos dirigentes del PP es meterse en charcos. He de reconocer que a estas alturas me sigue sorprendiendo que no aprendan. No conozco a ningún militante o simpatizante de esta formación que entienda que Feijóo y su equipo dialoguen con los independentistas catalanes. Ni siquiera como un supuesto teórico. Las encuestas muestran claramente el rechazo que sienten los votantes populares. Es algo que no entra en el terreno de lo opinable. Junts nada tiene que ver con lo que representaba CiU hace unas décadas. Cada vez que meten la pata han de salir corriendo a aclarar que Feijóo no negociará fuera de la Constitución. Esta puntualización resulta un auténtico esperpento. No hay que caer en ese buenismo absurdo basado en el principio de que hay que dialogar para que no digan que son unos ultras. Este tipo de gestos solo dan munición a la izquierda política y mediática que busca cualquier excusa para defender que el PP no tiene principios y que haría cualquier cosa con tal de llegar a La Moncloa.

Estos complejos han sido siempre muy perjudiciales. Es lo que ha sucedido con las relaciones con Vox. Como era algo evidente, hubiera sido más inteligente decir que iban a pactar el día después de las elecciones autonómicas y municipales. La chapuza en Extremadura fue espectacular. El contraste estuvo en la rápida actuación de Mazón en la comunidad Valenciana. No hay nada peor que actuar acomplejado y pidiendo perdón. En cambio, Sánchez y su equipo han gestionado sus pactos con notable habilidad. Al blanqueamiento del antiguo aparato político y militar de ETA se ha unido a que han conseguido normalizar la anomalía de tener como socio de coalición a una plataforma caótica formada por 15 partidos. La verdad es que suena a cachondeo, pero Yolanda Díaz cuenta con la descarada simpatía de los medios y los periodistas que forman parte del aparato propagandístico organizado al servicio de Sánchez. No quiero imaginar lo que dirían si el socio de coalición de Feijóo fuera una amalgama caótica de características similares.

Otra victoria del sanchismo reside en insistir en que el objetivo es formar un gobierno progresista. La realidad es que no ofrecen ningún progreso, salvo que consideremos que lo es el debilitar a España, asaltar las instituciones, cargarse la división de poderes y gestionar pésimamente la economía. Por otra parte, la estigmatización de Vox es el mejor pegamento para unir a la izquierda antisistema y los amigos de ETA con la derecha ultraconservadora del PNV y Junts. Al margen del factor independentista, la realidad es que Sánchez reunirá artificialmente a todo el arco ideológico. Desde la izquierda extrema a la derecha más rancia. Todos tienen cabida al servicio del sanchismo. No existe mayor incoherencia y no hay parangón con el resto de Europa.

Entre los despropósitos de estos días cabe incluir, una vez más, el desprecio más absoluto por el Reglamento del Congreso. No entiendo por qué no lo cambian. ERC y Junts no cumplen los requisitos para formar grupo parlamentario. No importa, porque el PSOE y Sumar les cederán diputados. Es algo que siempre me ha parecido una vergüenza, pero confirma que los políticos se pasan las leyes por el arco del triunfo. Por eso, no entiendo en qué cabeza cabe plantearse la hipótesis de sentarse con un partido cuyo líder es un fugado de la Justicia. Llegados a este punto, por qué no hablar con Otegi dentro del marco constitucional. Con Puigdemont solo cabe decirle que regrese a España para asumir las consecuencias de sus actos. Nada más. La dignidad, como en cualquier actividad, es algo muy importante en política. El PSOE se siente cómodo cediendo ante las exigencias independentistas, como sucedió en la pasada legislatura, o blanqueando a Otegi y el antiguo aparato político y militar de ETA. El PP hubiera podido hacer lo mismo con la banda terrorista, pero no sucedió así y las negociaciones solo fueron para establecer la rendición incondicional. Con respecto al independentismo catalán no se puede ceder, porque la debilidad del Estado no hace más que favorecerle en su estrategia secesionista.

Es bueno recordar que ERC y Junts se odian. Cuando coinciden es algo táctico, como sucedió durante la ofensiva para romper España aprovechando la grave crisis económica de 2008. Con el objetivo de esconder su mala gestión e incompetencia se echaron al monte. Fueron derrotados por la acertada aplicación del artículo 155 de la Constitución, que Sánchez aplaudió con gran fervor, y la actuación de la Justicia que metió en la cárcel a una parte de los cabecillas tras un proceso dotado de todas las garantías propias del Estado de Derecho. Al final, el sanchismo se cargó esa labor con los indultos y la desaparición del delito de sedición y la modificación de la malversación para complacer a Junqueras. La situación ahora es más grave, porque está sobre la mesa la amnistía y la celebración de un referéndum independentista. A esto hay que añadir que el resto de las exigencias son un ataque frontal al principio de igualdad entre los españoles. En el caso de que se culmine con éxito este proceso de rendición, nos encontraremos que Cataluña y el País Vasco tendrán una abusiva posición de privilegio y los independentistas seguirán decidiendo sobre nuestro futuro. Y todo ello con las bendiciones de un Tribunal Constitucional al servicio del sanchismo y del uso alternativo del derecho. Por ello, es importante que el PP se mantenga firme y no ayude con sus errores de comunicación a los enemigos de España.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)