Tribuna

Semana de plazas, de Cibeles a Castilla

España ha podido quejarse de muchas cosas, con más o menos motivo, pero no de ser el país más «regenerado» del mundo, con el escaso resultado que podemos apreciar

Vivimos días de emociones fuertes, aunque por motivos de naturaleza e importancia bien distintos. Muchos ciudadanos siguen buscando solución todavía a su problema fundamental: encontrar un lugar al Sol en el que «vacacionar». Ejercicio éste cuyo gasto, junto con el de matrículas y demás zarandajas para el inicio del curso inmediatamente posterior, conducirá a otra escalada de la angustia familiar; apenas agotado el intento de respiro agosteño, mal logrado por lo general. Pero, ¿qué es la vida? Preguntemos al mismo presidente, sin dificultades de viaje y estancia, aunque en grave zozobra ante sus bien merecidas vacaciones. Tanto que podría convertirlas en periodo permanente, no discontinuo, con aplauso mayoritario, y dedicarse a otras tareas más gratas que gobernar, no para él, pero sí para buena parte de los españoles que se sentirían aliviados.

Un elevado número de ellos se encuentran asombrados y expectantes en esta semana, enmarcada por el eco de los disparos contra Trump y la visita de Begoña Gómez al Juzgado de Instrucción número 41. Esperamos y deseamos que este lugar no se convierta en un espacio anexo habitual, para los actuales inquilinos del Palacio de la Moncloa. Entre el magnicidio frustrado que, pese a la caricaturización del aspirante republicano a la Casa Blanca, pudo cambiar el devenir de la política mundial en el futuro inmediato, y la escenificación judicial señalada para hoy, dos enormes éxitos deportivos han tenido desigual impacto en la sociedad española. Más limitado el triunfo de Carlos Alcaraz en Wimbledon, pero no por ello menor, y la manifestación de júbilo que recorrió toda España, debida a la conquista de la Eurocopa de fútbol por nuestra selección nacional.

Estos dos acontecimientos ejemplifican bien la capacidad de los españoles, a título individual o colectivo, para alcanzar lo que nos proponemos. Siempre que pongamos a contribución de ello los valores del esfuerzo, la ilusión, la solidaridad, la confianza en nosotros mismos y, sobre todo, la unidad. Incluso superando la rémora impuesta por la mezquindad, y el afán de protagonismo absoluto de sus dirigentes políticos. El ambiente festivo, en la tarde-noche del lunes, puso una nota de optimismo en el ánimo de millones de nuestros compatriotas. Parecíamos un país que volvía a sentirse alegre y confiado. A ese corazón de Madrid, escenario vociferante de tantas manifestaciones de la frustración ciudadana, en los últimos tiempos, acudieron decenas de miles de españoles. Se había recuperado la alegría popular, efímera sin duda, un tanto inocente, pero agradable. El martes aún se prolongaba la resaca del entusiasmo. Pero el miércoles ya casi volvíamos a estar instalados en la degenerada normalidad. Esa realidad desagradable, acerca de la cual se predicaba una enésima regeneración. Durante el último siglo y cuarto, España ha podido quejarse de muchas cosas, con más o menos motivo, pero no de ser el país más «regenerado» del mundo, con el escaso resultado que podemos apreciar. Ahora se anuncia un tratamiento de choque, envuelto en amenazas mal disimuladas, que auguran otro fracaso más.

Siguiendo la semana caminamos hacia el Norte, desde Cibeles a la plaza de Castilla convertida en escenario del oprobio, ante la anunciada representación de la indignidad. Ahí la protagonista es Begoña, nombre de planta y de mujer. En el primer caso ornamental y muy aprovechable para múltiples fines. Dentro de la enorme variedad de Begoña-planta suenan últimamente, con mucha frecuencia, la nombrada «involucrata», investigada por la UCO (Universidad Cooperativa Ornamental) y la conocida «cucullata», casi homófona de uno de nuestros héroes futbolísticos de última generación. En el segundo como «mercadotécnica», especialista en captación de fondos. Actividad para la cual no se requieren títulos universitarios sino otras virtudes. El nombre de Begoña mujer, según la numerología, reúne características que la revelan como enérgica, obstinada y amante del secreto. Además de otra nota, según la cual su fin primordial es el poder y los bienes materiales. Casualidades, seguramente. Pues entre las más de 37.200 Begoñas, que hay en España, constituirán un conjunto heterogéneo.

No obstante, por si acaso, el presidente anuncia un plan de acción democrática, otro bulo bajo cuyo eufórico enunciado se esconde el intento de amordazar a los medios de comunicación, críticos con el gobierno, que se atrevan a denunciar la corrupción. O sea, un sarcasmo difícil de superar, dada la actuación del sanchismo, respecto a la prensa, la radio, la televisión... Pretende reformar la ley de protección al honor, a la intimidad personal y a la propia imagen; la ley reguladora del derecho de rectificación y la de publicidad institucional. En resumen, unas medidas que se perciben más como un plan de defensa familiar, a la vista de la situación. Esperemos los efectos de su aplicación, pero lo prudente sería no excederse, por temor al balance de víctimas por fuego amigo.

Emilio de Diego.Real Academia de Doctores de España.