Opinión

La señora y el sobaco

La estética, no lo olvidemos, es política, y la moda es pensamiento

Aunque no podáis creerlo porque es increíble desde la lógica, como tirar una cascara de plátano al suelo y que se eleve como una cometa o un torpedo, todavía hay muchos hombres que conviven con sus pelos alegremente en piernas, lomos, en la cara y hasta en el trasero, pero se escandalizan y reniegan de los sobacos (timoratos que lean axilas con mayúscula) de las mujeres.

Algo peor, con arreglo a la sensatez, la coherencia y la dignidad humanas, a la razón; quedan muchas, muchísimas, mujeres que consideran sucio o desaseado un cuerpo femenino sin depilar, mientras besan y acarician a sus hirsutos señores.

Señores, sí, porque esas mujeres envejecidas ideológicamente, son muy de decir señores. Queridas señoras de. Con todos mis respetos, cariños y paciencias, deberían repensarse con más compasión, más ciencia, y menos miedo y quizá analizar referentes modernos, como Rosalía, elixir anti paleto, y no me refiero a lo musical.

En la Semana de la Moda de París aparece con vello bajo sus alas insolentes decolorado en blanco: un gesto íntimo y un manifiesto público sofisticado y hasta poético: una nota de humor y colmillo incrustada en un look armonioso. Porque la estética, no lo olvidemos, es política, y la moda es pensamiento.

Los hombres (del pleistoceno mental) conviven con sus pelambreras ymientras se escandalizan ante el más mínimo permiso capilar por nuestra parte. La mayoría de las propias mujeres_ ay, dolor_ consideran desaseado y grotesco no depilarse. ¿Una contradicción sin importancia? En absoluto. No hablamos de pelos, hablamos de símbolos, radiografías de lo que todavía somos, machistas, además de superficiales.

Aunque en las democracias modernas ya hemos alcanzado la igualdad legal, seguimos arrastrando calabozos morales. Surgen y florecen en cada esquina como geranios en los balcones de todas las ciudades, se reproducen como metástasis y nos recuerdan que la igualdad efectiva sigue siendo un espejismo irritante. Por eso un detalle aparentemente nimio, un puñado de pelos duchadísimos en unas axilas famosas, molesta. Porque señala, con ironía, lo mucho que nos falta evolucionar.

Nos queda plancha, hermanitas. Así que brindemos por la audacia con un refresco (o con veinticinco tequilas) y que lo paguen ellos, que para eso son tíos, ¿eh?. El otro día lo dije en un reel, no hablé de los pelos, pero expuse que las mujeres deberíamos abandonar la zafia costumbre de dejarnos invitar por tener trompas de Falopio. Ni en la mesa ni en la moda, la sumisión es un plato que merezca repetirse.

No te dejes invitar_ decía_Me refiero a la invitación sistemática, no a la recíproca. “El hombre que se empeña en pagar siempre o cree que debe hacerlo es un machista_igual que tú_ y te considera inferior. Y es que lo eres. Si no lo fueras, te comportarías como una adulta funcional.

Cuando dejas que un hombre pague porque es el hombre (el que paga manda) estás contrayendo una deuda evidente moral, intelectual y social (si no física). Y él lo tendrá muy claro si no es oligofrénico.

Si no pagáis a medias (como dicta el sentido común, cada uno una vez, por ejemplo, hay muchas fórmulas elegantes de ser justos y coherentes...) pasan cosas como estas:

_Yo pago tus consumiciones, aunque tienes tu dinero, porque soy el hombre, pero tú te quitas hasta el último pelo, debes estar delgada, poner el culo en pompa, matarte a sentadillas y abdominales, no envejecer y ser más tonta que yo o parecerlo.”

Este argumento es indiscutible en el contexto de una filosofía libertaria y justa. Solo puede rebatirse desde el sexismo. Y, sin embargo, las lectoras_no todas_ increparon: “Un señor —decían— que se viste por los pies, invita y paga. Un caballero…” Bla, bla, bla. Yo, con ninguna intención de ofender (afortunadamente la mayoría pertenecían a otra generación), solo pude responder: quien no desea la igualdad no la tendrá.

En efecto, las mismas personas que defienden al “caballero que paga” y se “viste por los pies” y no por el bulbo raquídeo, aborrecen el gesto de Rosalía (no es la primera) en París. Yo la imitaría si tuviera los pelos en su sitio. Los teñiría de rojo, a juego con mis labios.

_¿Tiene pelos en las axilas?_ Preguntan flasheadas (las señoras) al ver las fotos

_Como todos los seres humanos pasada la pubertad, queridas.

_¿Por qué la modernidad tiene que ir unida a lo feo y desagradable?_ Esta lo eleva a discurso estético.

_¿Feo?_ Respondo_ la belleza tiene que ver siempre con lo justo, lo inteligente y lo necesario.

Amiga, date cuenta, que no es pelo. Lo grotesco, lo feo y desagradable, también lo triste y rasposo, es que nos volvamos locas ante cualquier conato de insumisión a las normas que nos han tenido estabuladas generaciones (cinco mil años), domesticadas por las premisas machistas que nos enseñaron a aceptar el comportarnos de manera distinta por nuestro sexo. Me jode y me empuja a seguir escribiendo sobre la igualdad que no ha llegado y, mucho menos, la libertad.