
El Trípode
Siete años de una grave epidemia politica
La ética pública y la defensa y el compromiso con la verdad, han desaparecido del escenario, convirtiendo la actividad política en una vulgar lucha por el poder para el Frente Popular sanchista.
Este próximo domingo 25 de mayo se cumplirán siete años exactos del comienzo de la grave epidemia política que padece España, denominada «sanchismo». Aquel día de 2018, que «casualmente» era el siguiente día a conocerse una sentencia de la Audiencia Nacional que condenaba al Partido Popular por el denominado «caso Gürtel» sobre financiación irregular, el grupo parlamentario socialista del Congreso, por unanimidad de sus 84 diputados –la cifra más exigua obtenida por el PSOE desde las Constituyentes de 1977 y con Sánchez de candidato–, registraba una moción de censura contra el segundo gobierno de Mariano Rajoy. También, y «casualmente», la sentencia incluía un improcedente comentario de uno de los magistrados que había decantado la balanza (2 votos a 1) del fallo, y que dos años después sería anulado por unanimidad de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Ese juez, cuyo nombre no es preciso recordar, fue premiado a continuación por el PSOE con su candidatura para formar parte del CGPJ, que finalmente decayó. El refranero popular español tiene acuñado desde tiempo inmemorial la máxima de que «lo que mal empieza, mal acaba» y ese lamentable comienzo se está acreditando con lo sucedido durante el tiempo transcurrido desde entonces. A «estas alturas» con siete años a las espaldas, ya es conocido lo que Sánchez y su modelo político, el «sanchismo» significan para España. En síntesis es haber vuelto a la polarización social mediante la división y confrontación de las «dos Españas» que su predecesor Frente Popular alimentó hasta culminar con nuestra trágica Guerra Civil de 1936. Tan cierto es que la España y la Europa actuales no son aquellas, como que el sanchismo sobrevive sobre aquel mismo relato aplicado a la España actual. La España «roja y obrera» y la España «de las derechas y los ricos» son ahora, respectivamente, los «progresistas sanchistas» que impiden que la «ultraderecha» alcance el Gobierno.Y sobre ese falaz relato, partidos cuyo prioritario objetivo es destruir España como es el caso de los separatistas catalanes y vascos –ERC, Junts, Bildu y PNV–, sostienen a un presidente del gobierno cuyo único interés es seguir en el poder al precio que sea. Pagando ese precio España y los españoles. La ética pública y la defensa y el compromiso con la verdad, han desaparecido del escenario, convirtiendo la actividad política en una vulgar lucha por el poder para el Frente Popular sanchista. Si la corrupción sanchista la protagonizara un gobierno del Pp y Vox, los paniaguados sindicatos oficiales y sus corifeos «progresistas» estarían ocupando las calles, mañana, tarde y noche. Es urgente y preciso que la sociedad española despierte de su letargo.
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