Escrito en la pared

Todos los colores del incendio

Son todos los colores de un incendio que amenaza con llevarse por delante las instituciones políticas, con deshacer la trabajosa unidad de España, construida en siglos de conflicto y de concordia

El boscoso paisaje otoñal que observo desde mi ventana reúne toda la variedad cromática de una naturaleza que va cambiando día a día mientras, en su caótica dinámica, avanza hacia un invierno de grises y ocres en el que esa algarabía de tonalidades se verá transformada. Podría decirse que lo que contemplamos es una metáfora de nuestra sociedad, pues en ella cabe una inusitada variedad de individuos, cada uno con sus costumbres, sus ideas, sus múltiples identidades entremezcladas, su posición política. Todos los colores están ahí y se resisten a trastocarse en una masa homogénea que anule esos matices que reflejan su libertad, su derecho a ser tratados como iguales ante el poder, su inclinación natural a preocuparse de los otros y solidarizarse con ellos en la tribulación.

Pero las circunstancias políticas nos conducen ahora, después de un fullero proceso electoral, hacia la negación de aquel irisado cromatismo que creíamos sólido y que amenaza con revolverse en arrebatador siniestro. Pues, en efecto, el curso de las oscuras y dilatadas negociaciones que han llevado a Sánchez a ocupar la tribuna de la investidura, con su amnistía, sus dispendiosas promesas de privilegio económico para los nacionalistas vascos y catalanes, sus irracionales transferencias competenciales a esos mismos, que amenazan con vaciar el Estado e instaurar un reino de desigualdad, han derivado en un fuego que se alimenta de la polarización y el enfrentamiento entre los españoles. Esto no es el apacible y plomizo invierno que preludia una naturaleza que pausadamente, a medida que se alargan los días, eclosionará en una primavera de luz y renovados pigmentos. No, estos son todos los colores de un incendio que amenaza con llevarse por delante las instituciones políticas, con deshacer la trabajosa unidad de España, construida en siglos de conflicto y de concordia, con conducirnos a una senda de decadencia que nos aleje de Europa aún más de lo que ahora constatamos y, tal vez, a adentrarnos en un siniestro régimen de limitación de nuestras libertades. Por eso importa, en este momento, arrimar el hombro para frenar el inicuo programa que dibujan los múltiples pactos a los que, en la legislatura que comienza, está sometido un gobierno que, paradójicamente, se encamina a la suspensión del progreso.