V de Viernes
El tren de la porquería
Reaparece el miedo a los vertidos tóxicos tras el descarrilamiento ferroviario en la pequeña localidad norteamericana de East Palestine
Cuentan los locales que un feo y enorme penacho oscuro, «que daba miedo», cubrió East Palestine, localidad de 4.700 habitantes en Ohio, Estados Unidos, el martes 3 de febrero, hecho que atribuyeron a las explosiones producidas tras el descarrilamiento de un tren de la Norfolk Southern, denominado 32-N, y al que apodaban 32-Nasty, «el asqueroso» o «el tren de la porquería». Aún a día de hoy no hay mucha información oficial al respecto, razón por la que se han expandido todo tipo de teorías en medios y redes. Ya se sabe que cuando no hay información triunfa la especulación. Y eso es lo que ha ocurrido con este accidente que ha liberado una cantidad indeterminada de cloruro de vinilo tóxico, conocido cancerígeno. Una parte, mediante «explosiones controladas» aprobadas por el gobernador ante el temor de que los productos químicos vertidos explotaran de forma caótica produciendo un mal mayor. El problema estaría en si, además, se liberaron dioxinas como consecuencia de la incineración del cloruro de polivinilo. Las dioxinas son un veneno biológico de gran toxicidad, expulsado tras la quema de materiales carbono-clorados, pero las autoridades aseguran que no hay rastro de contaminación tras hacer diferentes comprobaciones en aire, tierra y agua. Algo de lo que los residentes no parecen estar muy convencidos, tras sufrir muchos de ellos casos de erupciones cutáneas, escozor de ojos, dificultades de respiración y dolores de cabeza.
Las dioxinas surgen como consecuencia de la degradación de productos químicos de cloro. La industria del plástico, que utiliza cloruro de polivinilo, suele ser la principal contaminante. Cualquier proceso de fabricación que implique cloruros puede generar dioxinas, que también se encuentran en pequeñas cantidades en los herbicidas. Fue el principal compuesto cancerígeno del «agente naranja», utilizado en Vietnam, y no se degrada con facilidad, sino que es acumulativo, teniendo la cualidad de ser bioactivo, alterando hormonas y células. El cloruro de vinilo tiene, además, benceno, éter monobutílico de etilenglicol y otras sustancias peligrosas. El acrilato de butilo, presente igual en los vagones, es usado para fabricar plásticos y pinturas, se absorbe por la piel e irrita la vista y los pulmones.
Problema añadido al de la presunta contaminación es el que tiene Estados Unidos con las infraestructuras civiles, viejas y descuidadas con frecuencia. Sobre todo las ferroviarias, otrora germen de la expansión norteamericana del Este al Oeste. No deja de ser llamativo que aún hoy día carecen de líneas de alta velocidad, pese a los adelantos en este sentido de China, Japón o incluso España. Quizás porque gran parte del esfuerzo tecnológico en investigación esté focalizado en la industria militar, donde USA es líder indiscutible. Pero no así en energías renovables o industria de ingeniería civil. El colectivo de ingenieros de la Unión ha llamado la atención reiteradamente sobre el mal estado de las carreteras, los puentes, los aeropuertos y los ferrocarriles. Las vías del tren de Ohio estaban destrozadas. Lo denunciaron los trabajadores ferroviarios. Biden no hizo caso.
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