El canto del cuco
La venganza africana
En España hay un presidente de Gobierno enfrentado a Israel y a Estados Unidos, aliados privilegiados del Reino de Marruecos.
Una tarde lluviosa de comienzos de la Transición el rey Hassán II de Marruecos y el presidente Suárez tuvieron una fuerte discusión en el palacio de La Zarzuela, con el rey Juan Carlos de testigo. Hacía poco de la «Marcha Verde» sobre el Sáhara aprovechando la agonía de Franco. El monarca alauí animaba a su colega español a que no renunciara a los poderes recibidos del dictador. Suárez estaba en completo desacuerdo. La conversación fue caldeándose y derivó hacia la situación de Ceuta y Melilla. «Usted sabe –le espetó Hassán II– que Ceuta y Melilla no tienen defensa ante una invasión por sorpresa de Marruecos». «En ese caso –le respondió Adolfo Suárez– yo daría la orden de bombardear Rabat y Casablanca. ¿Lo ha tenido usted en cuenta?». «¡Usted no haría eso...!», le objetó el monarca marroquí. «Eso es lo que está establecido en nuestros planes de defensa», le aseguró el presidente del Gobierno español, no sé si improvisadamente.
Han pasado los años y en los dos países, a un lado y otro del Estrecho, reinan los hijos de aquellos reyes. Pero nada ha cambiado a mejor. En España hay un presidente de Gobierno enfrentado a Israel y a Estados Unidos, aliados privilegiados del Reino de Marruecos. Después del estruendoso choque de Pedro Sánchez en la asamblea de la OTAN con Donald Trump, la defensa española de Ceuta y Melilla se ve más debilitada. Todo el mundo sabe que es nuestro punto estratégico más delicado. El presidente norteamericano ha amenazado a España con pagar cara la negativa del dirigente español a contribuir como los demás países de la Alianza, con el cinco por ciento, a los gastos de defensa. Puede que no sea sólo ni principalmente con los aranceles. No hay que descartar la venganza africana. Varias personalidades norteamericanas ya han pedido trasladar las bases de Rota y Morón a Marruecos. Desde luego, en un eventual conflicto con este país, la colaboración de la OTAN, ya de por sí problemática, ahora se antoja imposible. De hecho allí han celebrado con alborozo el encontronazo de La Haya.
Como en el final del franquismo, en esta agonía del sanchismo España atraviesa una aguda crisis política, con un Gobierno envuelto en corrupciones, en manos de fuerzas políticas abiertamente disgregadoras y con un Rey maniatado que hace lo que puede. Marruecos acostumbra a aprovecharse de estas debilidades. El presidente Sánchez, que sufrió el espionaje de su teléfono, ya obsequió a Mohamed VI con el regalo del Sáhara sin encomendarse a Dios ni al diablo. Pedro Sánchez es la antítesis de Adolfo Suárez.