Benedicto XVI

El papel decisivo de la Iglesia española

La Razón
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La Iglesia ha tenido una importancia decisiva en la formación de España desde la llegada del cristianismo a la Hispania romana. No hay una influencia más decisiva e importante a la vez que positiva a lo largo de nuestra fructífera historia. A pesar del anticlericalismo que se instaló en la izquierda desde el siglo XIX, con expresiones de enorme violencia, la realidad es que la inmensa mayoría de los españoles somos católicos. El anticlericalismo se ha nutrido de tópicos y mentiras que han buscado desprestigiar, sin éxito, a una institución cuyos aciertos a lo largo de dos milenios eclipsan los errores que se hayan podido cometer. El propio desarrollo del cristianismo, desde un origen que no podía ser más humilde y periférico en el contexto de un Imperio Romano que se encontraba en el cénit de su poder y esplendor, es uno de los sucesos más fascinantes de la Historia de la humanidad. Los creyentes sabemos que es una obra de Dios y los que no lo son no pueden por menos que reconocer la benefactora fuerza transformadora que ha representado desde entonces. España ha sido un territorio fértil para la expansión mundial de la Iglesia en todos los terrenos. Desde el ambito doctrinal a la conversión de millones de almas, una brillante actuación en campos como la educación, la sanidad y el consuelo a los más desfavorecidos.

La Iglesia es una obra de Dios dirigida por hombres que a lo largo de los siglos ha cometido errores, al igual que ha sucedido en otras religiones o instituciones, pero ha pedido disculpas y ha procurado reparar el mal cometido. Esto explica el enorme prestigio que tiene todo el mundo y la capacidad de liderazgo del Papa. Es algo que se ha podido comprobar con la influencia decisiva de Juan Pablo II y ahora con Benedicto XVI. La aceptación popular de sus visitas ha mostrado cuál era realmente el peso de la Iglesia en el mundo, no sólo entre los católicos sino entre el resto de la población.

En las próximas semanas, se vivirá en el Vaticano una elección de enorme importancia porque no es fácil suceder a un pontífice de la calidad humana e intelectual de Benedicto XVI, pero tampoco era fácil suceder a Juan Pablo II y la inspiración del Espíritu Santo hizo que fuera un gran acierto. España es muy importante para la Iglesia, como lo ha sido a lo largo de la Historia, en todos los aspectos. Lo es como puente con Hispanoamérica, ya que las relaciones tan estrechas como fructíferas. Otro aspecto clave es la importancia de proyectar la extraordinaria y abnegada labor que realiza al servicio de los demás. Los sacerdotes y prelados españoles realizan su labor en muchos países con una especial dedicación en las zonas más desfavorecidas del planeta. Es la Iglesia de los pobres, como ha sido siempre desde que Jesucristo dejó en manos de San Pedro la labor de extender su obra y su palabra. Nunca ha sido fácil, pero en un mundo globalizado y sin fronteras es especialmente complicado.

Hay muchos frentes que cubrir. Los encontramos en España con una crisis brutal que causa estragos en millones de españoles que se encuentran sin trabajo y que no consiguen ingresos para mantener con dignidad sus familias. Unos tiempos de zozobra donde la Iglesia desempeña un papel decisivo que pone de manifiesto, una vez más, su gran utilidad. Es una labor realizada en las diocesis y con las organizaciones de la Iglesia, como Cáritas, que dejan sin argumentos los que abrazaban con fervor las ofensivas laicistas de este anticlericalismo absurdo que tanto daño ha hecho en el pasado. España cuenta con un grupo de cardenales de gran prestigio dentro de la Iglesia como consecuencia de la labor que se viene realizando.

Hay un largo camino todavía por recorrer, porque una parte de la sociedad es acomodaticia y prefiere no asumir compromisos. Es una consecuencia de dar mayor importancia al Estado que al individuo, nada que nos tenga que sorprender porque ha sucedido otras veces a lo largo de la Historia. Las conciencias se acallan trasladando al Estado la responsabilidad de resolver todos los problemas y subsumirnos en la masa. Un grave error, porque es fundamental que exista un mayor compromiso. La Iglesia tiene un papel decisivo a la hora de cambiar esa tendencia y hacer que gracias a su magistratura seamos mejores y más solidarios. La crisis ha puesto en valor la labor que realiza al servicio de todos y muestra que la solidaridad, un valor esencialmente cristianos, es decisivo en estos tiempos.