Italia

Palabra de Ratzinger

Benedicto XVI acumula una rica bibliografía en la que ha abordado desde una semblanza de Cristo hasta los males modernos

El Pontífice firma una de las numerosas obras que ha escrito a lo largo de toda su trayectoria
El Pontífice firma una de las numerosas obras que ha escrito a lo largo de toda su trayectorialarazon

Juan Pablo II creía en la misión apostólica del viaje para difundir el mensaje de Cristo, y Benedicto XVI ha depositado (sin renunciar a las visitas pontificias, que no fueron escasas) parte de la acción evangelizadora en la palabra escrita. Él, que es un hombre de libros, ha volcado en sus estudios, investigaciones y publicaciones parte de sus ideas. Antes de alcanzar la Cátedra de Pedro, cuando vestía el púrpura cardenalicio, publicó numerosos artículos y títulos. Muchos de ellos se tradujeron a otros idiomas y en esas páginas reflejaban algunas de sus principales preocupaciones como el relativismo, la sed de poder, las falsas idolatrías y la avaricia de dinero que existe en las sociedades actuales. Durante este periodo reconoció la influencia de la filosofía y defendió la necesidad de dialogar, como demostró en «Dialéctica de la secularización. Sobre la razón y la religión», la conversación que mantuvo con Jürger Habermas, que se publicó en 2004. Un encuentro que todavía es recordado como un ejemplo de debate. Su nombre aún era Joseph Ratzinger, un teólogo avalado por una bibliografía bien cimentada. De esa época son «Iglesia, ecumenismo y política», «Ser cristiano en la era neopagana» y su autobiografía, una de las obras más reconocidas de su trayectoria literaria. En 2005, ese año bisagra en el que deja de ser cardenal para convertirse en Papa, se publica «La europa de Benedicto», donde repasa algunos de los males que están sacudiendo al Viejo Continente: el terrorismo internacional, el ocaso cultural y algunas cuestiones alrededor del tutelaje de la vida. Arranca en esta etapa, ya con el nombre de Benedicto XVI, un Pontífice que es reconocido por su teología, por sus encíclicas y sus textos; un Pontífice capaz de alcanzar los puestos más altos de las listas de ventas.

Más que un mito

La repercusión de sus libros es innegable. El 13 de abril de 2007 publica «Jesús de Nazaret», cuya primera parte está dedicada al hijo de María y que enseguida obtiene un incuestionable éxito. Sólo en Italia, la edición inicial es de 350.000 ejemplares. En este volumen limpia la figura de Jesús de mitos, excesos y desfiguraciones. «Jesús no es un mito, es un hombre hecho de carne y sangre, una presencia toda real en la historia». Critica en estas páginas, 448 en total, a aquellos que han caído en la tentación de tildarle de «revolucionario», «liberal», «mito» o «moralista iluminado». Pero también es una excusa para lanzar dardos contra el capitalismo («los abusos del poder económico y de frente a la crueldad del capitalismo que degrada al hombre a mercancía. Hemos empezado a ver más claramente los peligros de la riqueza»), el laicismo, la «ideología del éxito», los totalitarismos. En 2011 editó la segunda parte de esta trilogía. En ese volumen analiza la pasión, la crucifixión y resurrección de Cristo. Pero lo más importante es que exonera a los judíos de la responsabilidad de su muerte. Enmienda así un error que tantas desgracias ha traído en la historia a este pueblo. Pero no es el único mensaje. También asegura que la vida eterna comienza en la mortal y que «la muerte de Jesús vale para judíos y paganos, para la humanidad en su conjunto».

Sin asnos ni mulas

El tercer volumen, «La infancia de Jesús» es el que recuerda mejor el público, no sólo por la cercanía de su publicación, sino por lo que afirma en él. Cerraba con este libro una amplia semblanza dedicada a Jesucristo y, por eso, hace hincapié en algunos aspectos esenciales que hasta ese momento no había abordado. Lo primero, afirma que nació en Belén y no en Nazaret, entre los años 6 y 7 a. C.; luego reafirma la virginidad de María sin reservas, corrobora la existencia de los Reyes Magos, y, sobre todo, repasa cuáles fueron las figuras reales que estuvieron presentes en el nacimiento de Cristo. Y asegura que el asno y la mula no estuvieron. Una declaración que, curiosamente, ha levantado más polvareda que cualquier enunciado teológico anterior.