inmunoterapia
Tasuko Honjo: “El Nobel se convierte en una carga pesada porque conlleva una gran responsabilidad"
El inmunólogo japonés recibió el Premio Nobel de Medicina 2018 y es el primer extranjero en ingresar en la RANM
Tasuko Honjo, junto a James P. Allison, recibió el Premio Nobel de Medicina el año pasado por descubrir cómo usar nuestras propias células para combatir el cáncer. Un hito que ha marcado un antes y un después en el campo de la Oncología. Visita Madrid de la mano de la Fundación Fernández Cruz para convertirse en el primer extranjero que ingresa en la Real Academia Nacional de Medicina de España (RANM).
Hoy todo el mundo conoce su trabajo, pero quizás pocos saben que éste fue posible gracias al gran esfuerzo y determinación con los que inició sus estudios en inmunoterapia cuando, desde el principio, carecía de todos los apoyos necesarios para poder desarrollar en la práctica clínica la teoría que habían elaborado y que permitía el desarrollo posterior de uno de los hitos terapéuticos más importantes de la Oncología. ¿Cierto?
Durante mis investigaciones tuve que pedir el dinero para poder desarrollar por completo mis estudios y así demostrar que nuestras teorías del PDL1 resultaban ciertas y podían aplicarse en pacientes. Por eso, primero elaboramos trabajos en modelos animales que nos permitían verificar que andábamos en el buen camino y una vez habíamos probado que esto tenía éxito pudimos llevarlo a la clínica. Al principio, fue bastante complicado porque no teníamos la tecnología precisa en el laboratorio que nos sirviera para demostrar que los anticuerpos humanos podían ser modificados a través del PDL1. Tuvimos suerte, ya que contamos con la intervención de la tecnología de una empresa de capital de riesgo americana que tenía un modelo murino en el que podíamos experimentar nuestra teoría. La unión con esta empresa fue exitosa.
Lo que usted considera como suerte de haber encontrado aquella empresa hoy ha significado dar esperanza a muchísimos pacientes, pues la inmunoterapia se ha convertido en uno de los pilares más importantes en el abordaje de los tumores más agresivos y con más prevalencia actualmente. ¿Cómo se siente?
Estoy muy satisfecho, muy feliz; especialmente cuando veo a los pacientes y me dicen que les he salvado la vida son momentos muy especiales. Y se puede decir que cada uno de ellos es uno de los momentos más felices en mi vida.
A los oncólogos no les gusta hablar actualmente de la curación del cáncer, pero con la llegada de la inmunoterapia empezamos a ver cada día más a los denominados largos supervivientes. ¿Podríamos atrevernos a decir que se cronifica la enfermedad?
Sí, sería correcto. El tumor ahora ya no crece, permanece en el sistema humano, pero no muestra signos de cambios. Esto se observa especialmente en las personas de avanzada edad, en ellos no se da una evolución agresiva del cáncer, sino que simplemente se mantiene estable.
El año pasado usted recibió por este gran avance el Premio Nobel de Medicina. ¿Hasta qué punto es comparable este reconocimiento con el que cada día le hacen muchísimos pacientes en el mundo?
Son dos cosas completamente diferentes. Por un lado, es un honor, ciertamente, pero a veces el Nobel se convierte en una carga muy pesada porque con lleva una gran responsabilidad ostentar este reconocimiento internacional.
Proviene de una familia en la que la Medicina estaba muy presente. ¿Este área fue su primera opción a la hora de buscar una vocación profesional?
Cuando yo era estudiante en el colegio estaba muy interesado en la Astronomía. Por ello, leía muchos libros sobre este tema pues quería convertirme en un gran especialista. Pero mi madre me disuadió de esto, y una de sus estrategias para ello fue darme un libro maravilloso de la biografía de un gran médico japonés que contaba cómo había alcanzado el éxito partiendo de la figura de un niño que contaba con muchas limitaciones. Era Noguchi Hideyo, que descubrió el patógeno de la neurosífilis. Se marchó a Estados Unidos a trabajar y se ha convertido en una de las grandes referencias de nuestro país, y hoy aparece en uno de los billetes en curso de 100 yenes.
Usted es el ejemplo de que en muchas ocasiones hay que viajar fuera de su país natal para encontrar oportunidades para prosperar en el ámbito científico. Esto también ocurre en España. ¿A qué se debe?
Creo que aparte de las oportunidades que puede existir o no en un país, esto es innato a la condición del ser humano. Porque uno ha de imbuirse en otras culturas, en otras sociedades, para adquirir conocimientos complementarios y observar diferentes formas de ver la vida. Todo esto otorga a las personas una serie de posibilidades para poder desarollar diferentes perspectivas de los temas y en el fondo poder ser más objetivo sobre ellas. Contra más riqueza cultural se tenga uno puede ser más objetivo a la hora de tomar determinadas decisiones. Esto traducido al ámbito científico significa que uno adquiere una madurez muy importante en la puesta en marcha de su trabajo.
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