Salud y bienestar
Los 7 signos que alertan de una depresión en personas mayores, un factor de discapacidad
La depresión es el trastorno afectivo más frecuente en los mayores y una de las principales consultas médicas a partir de los 65 años, aun cuando su presencia puede pasar desapercibida. Es, además, vital estar atento a cualquiera de sus síntomas, puesto que disminuye la calidad de vida del anciano y puede abocar en discapacidad
Según advierte la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), la vejez puede ser la época de mayor fragilidad afectiva en el ser humano. “Problemas como la depresión y la ansiedad aumentan en las últimas etapas de la vida. La depresión afecta entre un 10-15% de los mayores de 65 años, aunque el número puede ser incluso mayor cuando se tiene en cuenta el espectro total de los síndromes depresivos, incluyendo la depresión subclínica”, avisa.
Es más, la SEGG lamenta que en muchas ocasiones esta enfermedad mental se infradiagnostica, al imputar a la edad cambios en el estado emocional que, en contra de la creencia popular, “no son propios de la misma”. Insiste, por lo tanto, en que hay que tener claro que vejez no es sinónimo de tristeza.
Por todo ello, la doctora Nieves Fernández Letamendi, geriatra del Hospital Quirónsalud Zaragoza, alerta de que la depresión en la población de mayores es un factor de riesgo de discapacidad funcional y puede anunciar una mortalidad prematura.
Destaca que la depresión es mas frecuente en personas que están ingresadas en residencias de mayores, en las personas que viven en soledad no deseada (por viudedad por ejemplo) o que padecen enfermedades físicas, sobretodo si asocian discapacidad, especialmente aquellas que cursan también con dolor y trastornos del sueño.
“Las personas con depresión son más proclives, entre 2 y 3 veces, a padecer dos o más enfermedades crónicas, y tienen entre 2 y 6 veces más posibilidades de tener, por lo menos, una limitación en sus actividades diarias, si se compara con grupos más jóvenes. Constituye uno de los paradigmas de la atención especializada en Geriatría ya que deben tenerse en cuenta muchos factores para un tratamiento correcto”, resalta la especialista.
A su vez, indica que la depresión con morbilidad asociada en personas mayores aumenta también la frecuencia y el coste de la asistencia profesional, así como el riesgo de ingreso prematuro en residencias de ancianos.
“Lo que hay que tener claro es que el ánimo triste no forma parte del envejecimiento normal, y no es un acompañamiento natural e inevitable del mismo. No siempre es fácil de detectar en el anciano, ya que puede presentarse de manera atípica, por lo que hay que estar atento”, insiste la geriatra del Hospital Quirónsalud Zaragoza, Nieves Fernández Letamendi.
Es más, sostiene que el mismo proceso depresivo complica el tratamiento de las enfermedades físicas y aumenta el riesgo de presentar nuevas enfermedades, estableciendo un circulo vicioso del que es “difícil y complicado” salir, sin ayuda especializada.
“Este retraso en el diagnóstico y tratamiento disminuye de forma sustancial la calidad de vida del paciente, puede abocarlo al aislamiento, y a la discapacidad, e incluso al suicidio, que duplica sus tasas a partir de los 65 años. Por lo tanto, el diagnóstico y el tratamiento de la depresión es de vital importancia en el anciano”, reitera la experta de Quirónsalud Zaragoza, para lo que describe las 7 características especiales de la depresión en las personas de edad avanzada:
- Acentuación patológica de los rasgos premórbidos: Muy a menudo son los familiares los que nos relatan en consulta que el paciente “siempre ha tenido un carácter especial” o "se ha agobiado mucho por todo”. Son muchas las ocasiones en las que los pacientes que valoramos presentan distimias u otro tipo de trastornos incorrectamente tratados o incluso sin tratamiento, y de años de evolución. Especial importancia tiene el detectar si existen antecedentes de abuso de sustancias, en especial, del alcohol.
- Escasa expresividad de la tristeza con dificultad para reconocer los síntomas depresivos. La idea preconcebida de que la vejez debe ir asociada al deterioro hace que el propio paciente normalice esos sentimientos, niegue la patología, y se resigne a no demandar ayuda porque cree que no puede mejorar.
- Tendencia al retraimiento y aislamiento, sobretodo si además asocian algún tipo de discapacidad (visual, auditiva, funcional o cognitiva). La jubilación y la viudedad son momentos vitales delicados. La soledad elegida debe ser respetada cuando el mayor es capaz de autocuidado, pero debemos estar muy al tanto de la red de apoyo sociofamiliar que presenta el paciente.
- Expresión frecuente en forma de quejas somáticas y alta prevalencia en relación con otras patologías: Quejas de dolor osteoarticular, torácico, abdominal, cansancio o incluso de deterioro cognitivo pueden esconder un trastorno depresivo. Entre las patologías crónicas más relacionadas con la depresión destacan la demencia, la insuficiencia cardiaca, la diabetes, la enfermedad cerebrovascular, la incontinencia y los problemas osteoarticulares. Muchos fármacos que se usan para tratar estas patologías pueden provocar sintomatología depresiva.
- Mayor presencia de trastornos de conducta: Irritabilidad, heteroagresividad verbal e incluso física, trastornos de conducta alimenticia, delirio y síntomas psicóticos pueden aparecer en la depresión atípica del anciano.
- Frecuentemente se asocia a deterioro cognitivo: Tanto el paciente como la familia refieren deterioro en la memoria reciente, o despistes, por ejemplo, desde hace un tiempo. La depresión puede ocasionar este deterioro, o puede ser una fase inicial del mismo, lo que antes denominábamos la ‘Pseudodemencia depresiva’.
- En los pacientes con demencia ya diagnosticada deberemos estar alerta sobre síntomas de nueva aparición como: apariencia triste con labilidad emocional, demanda excesiva de atención, signos de autoagresión o gritos y conductas con contenido de índole depresivo, variación diurna del humor con o sin agitación, escasa reactividad al ambiente, enlentecimiento motor o verbal, además de trastornos alimenticios (hiporexia o negativa a ingesta).
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