Covid-19

Delgados frente al Covid-19

Estar en normopeso es una de las muchas variables que pueden protegernos de sufrir la infección por Covid-19 de modo severo. Para conseguirlo, hay que olvidarse de las dietas «milagro» y usar el sentido común

Con un Índice de Masa Corporal (IMC) entre 18,50 y 25 podemos considerar que estamos «fuera de peligro» a la hora de sufrir cualquiera de las comorbilidades asociadas al sobrepeso y a la obesidad. Entre ellas, la de padecer la infección por Covid-19 de un modo severo. No necesitábamos un nuevo virus para ser conscientes de las cifras de esta «otra» pandemia, pero nunca está de más recordarlas. Según la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), en España, la mitad de la población adulta padece sobrepeso y, de ellos, un 25% sufre obesidad. Este problema restará 2,6 años de vida a los españoles en 2050. En el caso de los niños, el 35% de los menores entre ocho y 16 años tiene exceso de peso en España, de los cuáles un 20,7% sufren sobrepeso y un 14,2%, obesidad.

Sin duda, ambas pandemias están íntimamente relacionadas. Por un lado, las medidas de confinamiento han agravado el problema en adultos y menores, al impedir el desarrollo de la rutina normal diaria y la realización de actividad física fuera de casa. Además, el estrés, la angustia, la ansiedad, y, por qué no, el aburrimiento, han actuado como potenciadores de un mayor consumo de dulces, repostería, ultraprocesados y bebidas azucaradas. En el caso de los menores, diversos estudios, cómo los realizados por la Fundación Gasol o las sociedades médicas dedicadas a investigar la obesidad, han mostrado que se ha producido un empeoramiento de los factores relacionados con esta: alimentación, actividad física, horas de sueño y bienestar emocional. «Los estudios relacionados con las consecuencias del confinamiento muestran incrementos del nivel de sedentarismo y de tiempo de uso de pantallas, dificultades para acceder a alimentos saludables y para dormir las horas de sueño recomendadas, y un mayor nivel de estrés en los adultos, que habitualmente se transmite a los niños. Se sabe, además, que la comunidad y el entorno social donde crecen estos menores normalmente no les ofrece estímulos que les ayuden a llevar una vida sana», señalan desde la Fundación.

Diversas investigaciones han mostrado el mayor riesgo de infección y complicaciones por Covid-19 en los pacientes con obesidad, el primero de los cuales sería la asociación del exceso de peso con otras comorbilidades. Entre estas, una de las que ha demostrado ser más dañina es la diabetes. «La evidencia científica actualmente disponible apunta a que, por separado, cada una de las dos patologías es factor de riesgo de complicaciones en pacientes con enfermedad por Covid-19, por lo que la combinación de ambas, lo que se conoce como ‘‘diabesidad'‘, implicaría un peor pronóstico y un difícil manejo en caso de contagio», explican desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición.

Un binomio peligroso

Alfonso López Alba, endocrino y portavoz de la Sociedad Española de Diabetes afirma que «la relación establecida entre la diabetes y la Covid-19, no está completamente explicada, pero seguiría una senda similar a lo que ocurre con otras enfermedades infecciosas, en la que una diabetes mal controlada, y esto es muy relevante recordarlo, puede incrementar tanto la susceptibilidad como empeorar su evolución». Por otro lado, un amplio número de estudios científicos realizados en diversos países (España, Francia, EE UU o China entre otros) confirman una mayor tasa de mortalidad en la población obesa afectada por el virus. Evidencias que han llevado al propio Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, el país con mayor índice de obesidad de Europa, a estudiar seriamente la posibilidad de intervenir para promover la lucha contra el exceso de peso por considerar que los ciudadanos británicos serán así mucho más «resistentes» frente a patologías o enfermedades infecciosas, incluida la derivada del propio coronavirus. Una conclusión a la que llegó después de sufrir en persona los estragos de la enfermedad, en parte más graves por su exceso de kilos.

Ante la constatación de este vínculo entre obesidad y Covid-19, la llegada del verano y en una situación excepcional como ha sido el prolongado confinamiento del que, de media, hemos salido con de tres a cinco kilos más, no es de extrañar que muchas personas hayan recurrido a las mal llamadas dietas «milagro» para tratar de solucionar, de manera rápida y efectiva, sus problemas de sobrepeso. En concreto, el 60% de los cinco millones de españoles que están siguiendo una dieta actualmente, según un estudio realizado por el comparador de seguros Acierto.com. Una cifra preocupante si pensamos en los esfuerzos que se hacen año tras año desde las sociedades médicas y las instituciones públicas y privadas para dar a conocer los problemas asociados a la realización de este tipo de dietas: deshidratación, pérdida de masa muscular, efecto rebote, entre otros.

«Aunque lo normal aquí es comentar que todo lo que parece una rápida solución creará un problema en un futuro a corto plazo de similar forma, para mí lo más importante a mencionar es la falta de aprendizaje por parte de la persona y la sociedad en general que acompaña a cualquier “dieta milagro”», recuerda el nutricionista Alberto Álvarez, más conocido por su nickname en Instagram, The Macrowizard y autor del libro «Un mago en la cocina». «El problema de peso no es el problema en sí, es un síntoma de unos hábitos a largo plazo que han hecho que lleguemos hasta dónde estamos. Con las dietas exprés, estamos tratando el síntoma y no la enfermedad, estamos dando pastillas para ocultar el dolor de no crear nuevos hábitos alimenticios y de estilo de vida», añade.

Pero, ¿cuál es entonces la clave de su éxito? En opinión del nutricionista e influencer: el marketing. «Es complicado venderle a alguien que el saber cuánto come, qué come y promover una cantidad y variedad adecuada de fruta y verdura es lo que conseguirá el 90% de sus resultados. Cualquier dieta “milagro” intenta atacar al balance energético; algunas lo hacen eliminando algún grupo de nutrientes por completo, otras limitando el número y/o las horas de comidas y, otras, eliminando comidas por completo y sustituyéndolas por polvos. La pregunta que debemos hacernos aquí es: ¿realmente voy a comer así el resto de mi vida? Si la respuesta es negativa, lo cual resulta muy probable, es hora de ver cómo atacar a ese balance energético de una forma distinta».

Desmontando mitos

Uno de los problemas con los que se encuentran los profesionales de la Nutrición es cómo enfrentar la dialéctica del marketing usado en todo tipo de dietas «milagro», suplementos de efectos «mágicos» o «súper alimentos todopoderosos». «Tenemos que luchar a diario contra argumentos falsos, que la gente ha aceptado como verdaderos solo porque son muy antiguos y repetidos. Se apoyan en conceptos pseudocientíficos, y se aprovecha de la escasa educación nutricional que tiene la población, en general, para ‘'vender'' sus productos masivamente», explica Fernando Díaz, experto en dietética y nutrición deportiva. «Por ejemplo, el mito de que los suplementos de vitaminas y minerales compensan las carencias de la dieta o que dan apetito en el caso de querer ganar peso, favorece a las dietas milagro basadas en suplementos, polvos, batidos, pastillas, entre otros», añade. «La realidad es que algunas de estas sustancias no son iguales a las de los alimentos, o son dosis inadecuadas o no tienen el mismo efecto. Además, existen estudios que han mostrado que el uso de multivitamínicos disminuye la esperanza de vida (en torno a tres años) y aumenta la mortalidad, frente a los que no toman nada», concluye.

«Haters» de la leche

El mercado de las bebidas vegetales ha crecido exponencialmente en los últimos diez años. Lo que empezó siendo una alternativa a la leche para intolerantes y veganos es ahora una tendencia de consumo de sustitución, en parte debido al falso mito de que la leche es difícil de digerir por nuestro organismo. «Es uno de los más difundidos y completamente falso y perjudicial. La leche es uno de los alimentos de más fácil digestión, de hecho, la puede digerir hasta un recién nacido, que no produce ácidos en el estómago y no podrá digerir ninguna otra cosa en varios meses. Las proteínas de la leche tienen los valores de digestibilidad más altos: la caseína se usa como proteína patrón para medir y comparar la digestibilidad de otras proteínas en estudios científicos; su calcio es el más biodisponible, ya que es calcio libre y no forma moléculas que sean menos solubles como los oxalatos de muchos vegetales, que impiden su absorción; y su hierro (contenido en una proteína llamada lactoferrina) es el de mayor biodisponibilidad que existe y se usa –frente a las tóxicas pastillas de hierro mineral– en embarazadas contra la anemia ferropénica», explica Díaz.