Secuelas

Recibir el alta y no saber a qué especialista acudir después de la Covid-19

Tras siete meses ingresado (dos de ellos en coma), a Israel le dijeron que no recuperaría la movilidad del pie izquierdo. Ya va sin silla de ruedas ni bastón

Entre un 50 y un 70% de los pacientes con estancias prolongadas en la UCI a causa de la Covid-19 requiere neurorrehabilitación motora y cognitiva debido a las secuelas causadas por la inmovilización prolongada, el uso intensivo de ventilación mecánica o la medicación administrada. Sin embargo, «no se está informando a los pacientes por desgracia sobre a qué especialistas acudir», explica José López, director del Centro Europeo de Neurociencias (CEN-Centro de Neurorrehabilitación en Aravaca). E «ir pronto a un neurorrehabilitador o a un hospital especializado en rehabilitación hace que el paciente se pueda recuperar y hacerlo antes», añade.

Es el caso de Israel que, tras recibir el alta después de dos meses en coma y siete en el hospital, probó con un entrenador personal, se apuntó a un gimnasio y fue a fisioterapia.

Se contagió a mediados de julio de 2020. Recuerda que estuvo una semana tomándose la temperatura hasta que una noche le subió la fiebre hasta los 41º.

«Me desmayé y me desperté en un box del Hospital Puerta de Hierro, en Madrid. Al día siguiente entré en coma. Un día me desperté sin saber dónde estaba. De hecho pegué un bocado a una pobre enfermera. No sabía ni quiénes eran. Lo que recuerdo es que tenía mucho calor, y unas paranoias... Me quité todas las sondas y hasta el tubo, me podía haber ahogado o romperme las cuerdas vocales. Después me indujeron el coma».

Pasaron las semanas, «yo creía que habían sido seis días, no dos meses» y, tras despertar, Israel recuerda que no podía hacer nada solo: «Únicamente era capaz de mover un dedo, el índice de la mano derecha. Con el paso del tiempo cogía una botella de agua de las pequeñas y trataba de hacer pesas. Venía un fisio de trauma, cuando lo mío era un tema neurológico, y me ayudaba a moverme, pero no le daban mucho tiempo, quince minutos como mucho. Después de dos meses me levanté por fin de la cama agarrándome al cuello de Mariano, mi fisioterapeuta».

Israel, que sólo tiene palabras de agradecimiento hacia todos los sanitarios que le ayudaron, lo pasa fatal al recordar todo lo vivido: «Date cuenta de que estuve siete meses solo en la habitación, sin poder ver a nadie, salvo a los sanitarios, y saber que estaba muriendo gente». Por no tener no tenía ni compañero de habitación. «Puede parecer una tontería, pero la soledad que pasas ahí. Tu día es que te viera un médico a las 10 de la mañana, luego un fisio y ya. Así todo el día. No podía hacer nada, ni beber agua, me lo hacían todo. Así pasé el primer mes cuando salí del segundo coma».

«Después –prosigue– me dieron la silla de ruedas. Recuerdo que me miré en el espejo y pensé ‘’no sé qué es mejor, si seguir aquí o no...’’. Tenía tantos dolores en la pierna izquierda que me inyectaban hasta morfina. Y verme en pañales y con 28 kilos menos y toda la piel colgando...».

A principios de diciembre y sin secuelas graves en los pulmones pese a haber tenido una neumonía en 2018 –«al principio los tenía como si estuvieran hechos de cartón»– Israel fue derivado al Hospital Virgen de la Poveda, donde «me enseñaron a caminar, a mover las manos. Salí un mes después pudiendo mover los brazos y la pierna derecha, pero la izquierda nada. Me dijeron que tenía un problema de Traumatología y que me había afectado a los nervios. Ah, y que seguramente se me iba a quedar así toda la vida. Puff... estuve llorando y sin comer tres o cuatro días y sin hablar con nadie. Fue entonces cuando me dije ‘’por mis cojones que no me quedo así'’. Me apunté a un gimnasio, fui a un fisioterapeuta y contraté un entrenador personal».

Israel fue a mejor, pero no lo suficiente. «Pregunté a los doctores si me podían operar porque no me quería quedar a sí. No entendía por qué a Marc Márquez con la lesión que tuvo con la moto le pudieron recuperar el hombro y a mí no me hacían nada. Investigué el tema prótesis y los aparatos que uno se pone debajo de la rodilla que permiten que suba el pie y entonces, cuando estaba buscando información de aparatos L-300 (con estimulación por radiofrecuencia), encontré el CEN», recuerda. Y poco a poco empieza a ver cambios. «Ya muevo los dedos y un poco el pie. Voy dos horas al día. El primero recuerdo que terminé agotado, y ya camino sin el aparato en la rodilla».

Le pedimos que nos explique los ejercicios y destaca la terapia de espejo. «Funciona. Consiste en concentrarte en el espejo. Te piden que muevas el pie derecho y que mires al espejo por lo que crees que mueves el izquierdo. Es como engañar a tu cerebro».

«Cuando vino llevaba una órtesis –un dispositivo ortopédico aplicado al cuerpo para modificar los aspectos funcionales o estructurales del sistema neuromusculoesquelético– sobre la extremidad. En un par de semanas de neurorrehabilitación ya no la necesitaba. Va recuperando movilidad y sensibilidad, pero si no hubiera perdido dos meses quizá ya estaría moviéndose con normalidad», explica el director del CEN.

Aunque por empeño no será. Israel ha «tenido que dejar mi afición de piloto de avioneta, pero de momento. Y he vendido las dos motos. He vuelto a conducir aunque sea un coche automático, ya pasaré a los manuales cuando pueda y si no puedo volver a boxear, por lo menos me gustaría volver al gimnasio y jugar al rugby con los veteranos». Mientras, sigue tomando anticoagulantes, «no me han dicho hasta cuándo», pero no pierde la esperanza: «Me pueden más las ganas de mover el pie que otra cosa».

Eso sí no hay forma de convencerle para que se vacune pese a lo importante que es, y no precisamente porque niegue la existencia del virus: «Me da pánico. Cumplo el protocolo, voy siempre con mascarilla y no salgo. Pero no quiero que me metan a este bicho. No soy negacionista ni mucho menos, sé lo que he vivido y confío en los médicos, pero es que me da terror».

¿Qué es la propiocepción?

«La polineuropatía está influenciada por el hecho de que Israel estuvo mucho tiempo encamado, pero es un problema neurológico. Si hubiera estado una semana encamado lo tendría», explica el director del CEN. Por eso resulta esencial estimular la musculatura con aparatos de intensidades profundas para generar reacción y luego hacer ejercicios de propiocepción. Es decir, enseñar al cerebro cómo y dónde están situadas las partes del cuerpo», explica López. Algo esencial para corregir malas posturas, encontrar el equilibrio y la coordinación. Y en el caso de Israel para volver a caminar.