Covid-19

Descartan que la vacuna esté asociada a brotes graves de enfermedades reumáticas

Confirma que el pinchazo anti Covid-19 no empeora estas patologías de base, aunque sí muestran una menor efectividad

Una sanitaria recarga una dosis de la vacuna contra el Covid-19
Una sanitaria recarga una dosis de la vacuna contra el Covid-19Eduardo ParraEuropa Press

Con la tasa de vacunación convertida en uno de los datos más esperanzadores para poner fin a la pandemia de la Covid-19, eliminar cualquier duda acerca de sus consecuencias inesperadas resulta clave. En esa línea, ahora una nueva investigación presentada en la reunión anual del Colegio Americano de Reumatología, ha mostrado que la vacuna contra la Covid-19 no está asociada con brotes graves en pacientes con enfermedades reumáticas.

Esta afirmación no resulta baladí, ya que durante los ensayos clínicos de las vacunas se excluyó a las personas con una condición inmunocomprometida o con una historia de enfermedad autoinmune, lo que dejó a estos afectados preocupados por la seguridad e inmunogenicidad de las vacunas una vez que estuvieran disponibles. Por eso, estos investigadores se propusieron averiguar la seguridad de las vacunas para los pacientes con enfermedades reumáticas. «Este estudio se propuso hace un año, cuando prácticamente no había información sobre la seguridad e inmunogenicidad de las vacunas Covid-19 en personas con enfermedades reumáticas. Históricamente, algunos grupos de pacientes con enfermedades reumáticas presentaban una inmunogenicidad reducida a otras vacunas. Además, los informes de casos indicaban un riesgo de mutaciones virales en huéspedes gravemente inmunodeprimidos», explica Inés Colmegna, profesora asociada del Departamento de Medicina y Reumatología de la Universidad McGill, en Montreal (Canadá), y una de las responsables del estudio.

Para averiguar más sobre la seguridad e inmunogenicidad de las vacunas en pacientes con enfermedades reumáticas, los investigadores llevaron a cabo un ensayo clínico prospectivo, no aleatorizado, abierto y comparativo en dos centros académicos de Quebec. De esta manera, los participantes eran adultos con diagnósticos confirmados de: artritis reumatoide (AR) seropositiva en tratamiento estable durante más de tres meses, lupus eritematoso sistémico (LES) en tratamiento estable con micofenolato mofetilo (MMF), pacientes con otra enfermedad reumática que recibían más de 10 mg de prednisona al día, o adultos emparejados por edad y sexo sin enfermedades reumáticas (el grupo de control). En concreto, se inscribieron en el estudio 220 participantes con una edad media de 60,4 años y el 72 por ciento de los participantes eran mujeres.

Los resultados primarios del estudio fueron la frecuencia de acontecimientos adversos locales y sistémicos preespecificados (es decir, solicitados) en los siete días posteriores a cada dosis de la vacuna y cualquier otro acontecimiento adverso (es decir, no solicitado) (incluidos los brotes de la enfermedad) en los 28 días posteriores a cada dosis. Además, se evaluó la proporción de esos pacientes que desarrollaron anticuerpos inducidos por la vacuna en comparación con un grupo de control sin enfermedades reumáticas.

Los acontecimientos adversos solicitados locales y sistémicos se notificaron con mayor frecuencia después de la segunda dosis de la vacuna, siendo el dolor en el lugar de la inyección el más común. Las articulaciones hinchadas (un efecto adverso solicitado) después de ambas dosis de la vacuna fueron notificadas con mayor frecuencia por los pacientes con AR que por el grupo de control, pero no hubo un aumento de la actividad de la enfermedad después de la vacunación, por lo que no se atribuyeron efectos adversos graves a la vacuna.

En cuanto a la efectividad de la vacuna, tras la primera dosis, la positividad para la proteína de espiga del SARS-CoV-2 y su dominio de unión al receptor fue del 100 por ciento en el grupo de control, pero sí fue menor en los afectados por enfermedades reumáticas. En concreto, sólo del 67,7 por ciento en los pacientes con AR, del 34,8 por ciento en los pacientes con LES y del 87,5 por ciento en los pacientes con otras enfermedades reumáticas. Tras la segunda dosis, la positividad para la proteína de espiga del SARS-CoV-2 y su dominio de unión al receptor se mantuvo en el 100 por ciento en el grupo de control, pero, aunque aumentó en estos afectados, sólo se alcanzó una efectividad del 88,5 por ciento en los pacientes con AR, del 78,3 por ciento en los pacientes con LES y del 87,5 por ciento en los pacientes con otras enfermedades reumáticas. La positividad tras las segundas dosis en los pacientes con AR de 65 años o más frente a los pacientes más jóvenes fue similar.

Después de las dos dosis de la vacuna, las personas que tomaban rituximab o micofenolato mofetilo (MMF) tenían respuestas humorales más bajas que los pacientes que no tomaban esos fármacos. Estos resultados indican que la mayoría de los pacientes reumatológicos incluidos en este estudio tuvieron una buena respuesta a la vacuna tras las dos dosis de una vacuna de ARNm, con la excepción de dos grupos: los pacientes con AR que reciben rituximab y los pacientes con LES que reciben MMF. En estos dos grupos, es necesario probar estrategias adicionales para mejorar las respuestas a la vacuna.

«Estos resultados contribuyen a tranquilizar a los pacientes con enfermedades reumáticas y a sus proveedores, a quienes les preocupa que las vacunas Covid-19 puedan provocar un aumento de la actividad de la enfermedad. Destaca la importancia de contar con un esquema vacunal completo para mejorar las respuestas vacunales. Confirma la reducción de la inmunogenicidad en los pacientes que toman fármacos que afectan a la función de las células B, lo que subraya la importancia de la estrategia del capullo (vacunar a quienes están en contacto estrecho con estos pacientes vulnerables) y de otras medidas para prevenir la infección», concluye Colmegna.