Polémica

Informar del aborto es malo pero aspirar un feto no

Una cosa es ofrecer a la mujer la posibilidad de informarse y otra obligarla a hacerlo si no quiere.

El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, comparece ante los medios de comunicación
El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, comparece ante los medios de comunicaciónNACHO GALLEGOAgencia EFE

El aborto constituye una acto crucial en la vida de una gestante desde el punto de vista físico y psicológico. En algunos casos, el más trascendente de toda su existencia. Por ello, cualquier información que reciba antes de someterse a este procedimiento es poca. Desde este punto de vista, resulta loable que la sanidad pública enriquezca la orientación y proporcione todos los medios disponibles a la mujer embarazada que se dispone a dar el salto para que su decisión final sea fruto de una reflexión profunda y razonada. Así lo considera incluso el Consejo de Estado, un órgano no dominado precisamente por la derecha más recalcitrante.

Hasta ahí, la iniciativa de Vox en Castilla y León constituiría un acierto. No lo ha sido, sin embargo, porque los socios del PP en la Junta confundieron las churras con las merinas, desatando una tormenta que le ha venido de perlas al Gobierno para difuminar el escándalo de la rebaja de penas a sediciosos, malversadores y violadores.

Y es que una cosa es ofrecer a la mujer la posibilidad de informarse y otra obligarla a hacerlo si no quiere. Y tampoco puede obligarse a los médicos a procurar la información, porque si existe y es lícita la objeción de conciencia para no practicar abortos, también debe serlo ante la tesitura de lanzar mensajes o realizar ecografías.

La pifia de Vox ha servido en bandeja de plata al PSOE y sus socios un arma con la que lanzarse a la yugular de sus adversarios, en una guerra propagandística amplificada por su aparato mediático tras una movilización gubernamental sin precedentes. ¿Acaso es peor informar obligatoriamente que aspirar un feto? Si Sánchez y sus ministros hubieran actuado a principios de la pandemia con tanta celeridad como ahora otro gallo le habría cantado a España en 2020.