Bisfenol A

Un bocado a los tóxicos en envases alimentarios

Tras 20 años bajo sospecha, Europa quiere prohibir el bisfenol A en estos materiales. Esta normativa podría entrar en vigor entre 2025 y 2026. Pero, ¿es suficiente?

Bisfenol
Los sustitutos del BPA no son inocuos DREAMSTIMELA RAZÓN

Muchas de las 12.000 sustancias químicas utilizadas en la producción mundial de los materiales que están en contacto con alimentos (8.000 en Europa) no se han sometido a ensayos adecuados para determinar su toxicidad real, según la Alianza para la Salud y el Medio ambiente (HEAL).

Y de ellas, al menos 608 que se están usando en materiales en contacto con los alimentos son tóxicas para la salud, según un estudio publicado en «Environmental International», incluyendo los disruptores endocrinos. Se trata de bisfenoles, ftalatos o compuestos fluorados, etc.

En el caso del bisfenol A (BPA), es una sustancia que se usa con otras para fabricar plásticos y resinas. También se emplea para producir resinas epoxídicas presentes en latas. Si bien las personas no lo consumen conscientemente, el BPA puede migrar en cantidades pequeñas desde estos envases a los alimentos, y de ahí al organismo.

Es decir, que si ha tomado algún alimento o bebida envasada es altamente probable que haya ingerido cantidades pequeñas de BPA. Pero es que incluso si no toma nada envasado, las botellas recicladas también pueden tenerlo, así como el ticket de la compra.

Francia lo prohibió en 2015 en los materiales en contacto con alimentos. En España, esta prohibición no llegó hasta 2023. Ahora bien, como explica Carlos de Prada, responsable de la iniciativa Hogar sin tóxicos, «tal prohibición estaba condicionada a lo que hiciese la UE por lo que su prohibición hoy no es tal».

Y en Europa sigue sin prohibirse. Una realidad que está a punto de cambiar tras 20 años de sospecha. La Comisión Europea ha presentado la propuesta de reglamento por la que se proyecta prohibir el BPA y otros bisfenoles (se desconoce cuáles son). Aunque se va a hacer esperar hasta el final.

«Esta propuesta –prosigue– se sacó a información pública el 9 de febrero y el 8 de marzo terminó la fase de alegaciones. Estas se tenían que haber estudiado durante el primer trimestre del año, como estaba previsto, pese al escaso margen. En cuanto a la aprobación, no se sabe, puede ser inminente o posponerlo lo que quieran».

Desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) insisten en la «urgencia de que se prohíba su uso a nivel europeo». «Esta normativa que aún debe ser formalmente aprobada podría entrar en vigor a finales de 2025 o principios de 2026».

«Creemos que este año se aprobará su prohibición definitiva en todos los países miembros, pero aún así habrá un periodo de adaptación de varios años, con lo que seguiremos expuestos al bisfenol A en los envases durante un tiempo…», añaden desde la OCU.

Un tiempo que se suma a años y años de exposición. Por eso De Prada considera positiva esta iniciativa, si bien llega tarde. «La resistencia a escuchar a la Ciencia ha propiciado que cientos de millones de personas se hayan estado exponiendo a esta sustancia durante años y que muchas de ellas puedan haber sufrido consecuencias. Alguien debería exigir responsabilidades a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que durante tanto tiempo estuvo sosteniendo que era seguro que nos expusiéramos a concentraciones de BPA de entre 20.000 y 250.000 veces más altas de las que ahora nos dice que son seguras», afirma el especialista respecto al informe que en 2023 publicó la EFSA en el que se reconocía que el BPA es incluso más tóxico de lo que se pensaba anteriormente, ya que el umbral de seguridad se ha reducido 20.000 veces en la evaluación más reciente de la EFSA (que era de 2015).

Pero «es que antes los niveles eran 250.000 veces más altos respecto a lo que se decía antes de 2015 que era seguro. Esto evidencia que la EFSA con todo el aplomo del mundo cambia de opinión sobre la toxicidad. ¿Y qué hacemos con los millones de personas que se han estado exponiendo a concentraciones de BPA que ahora la EFSA nos dice que no son seguras? Nada, nadie exigirá responsabilidades», añade.

Y eso debería cambiar porque el BPA incluso a concentraciones muy bajas ha sido asociado a efectos negativos en el sistema inmunológico, así como en el neurodesarrollo, bajo peso al nacer, esterilidad, obesidad y enfermedad metabólica, riesgo de cáncer relacionado con hormonas o enfermedades cardiovasculares.

Pero es que el problema no es solo el BPA: «Según la Iniciativa Europea de Biomonitorización, un 50% de los europeos ya tenemos en el organismo otros bisfenoles que se han venido usando como sustitutos del BPA, como el bisfenol S (BPS), el F (BPF) y otros que la Ciencia alerta de que también pueden causar efectos perjudiciales», incide. Y es que los productos libres de BPA pueden no estar libres de otros bisfenoles tóxicos.

«El uso del BPA ha sido reemplazado por BPS y BPF como sustitutos. Sin embargo, estos bisfenoles poseen una estructura similar al BPA y no son una buena alternativa, pues hay evidencia de que también actúan como disruptores endocrinos. A día de hoy se está trabajando en la búsqueda de alternativas al BPA menos peligrosas, pero de momento no parece haber candidatos claros», denuncian desde la OCU.

De hecho, «los actuales sustitutos del BPA alteran la expresión y liberación de insulina en ratones», como ha demostrado un estudio del Ciberdem publicado en «Chemosphere». Y esa hipersecreción de insulina inducida por los bisfenoles puede ser uno de los procesos alterados que contribuyen a la resistencia a la insulina, lo que representa un factor de riesgo para la diabetes tipo 2 y la obesidad.

«Otro problema es que esta propuesta europea incluye otros bisfenoles para su prohibición, pero no detalla cuáles, solo especifica que los que se incluyan en unos listados exista un grado de evidencia oficial (de su toxicidad). Pero esos listados pueden incluir muchas menos sustancias de las que debieran, ya que suele haber un abismo entre lo que la Ciencia sabe y lo que se asume oficialmente», incide De Prada, que recuerda que desde la prohibición en Francia «muchas empresas sustituyeron el BPA. El problema es que lo sustituyeron por otros bisfenoles menos estudiados. Era de prever que los efectos biológicos fueran parecidos y eso es lo que se ha constatado de hecho».

Además, lo sucedido demuestra para este experto «lo defectuoso que es el Reglamento REACH (la principal norma europea que controla los productos químicos), que es un coladero que permite que nos expongamos a infinidad de sustancias tóxicas».

En este sentido, es importante que el Reglamento REACH «se reforme profundamente o si no los europeos seguiremos durante muchos años sin que nuestra salud esté protegida frente a muchas sustancias tóxicas». Y es que «no se debería poner en el mercado una sustancia sin que se evidencie con claridad que no afecta a la salud. cambio, se hace al a inversa, se comercializan sin haber sido estudiadas adecuadamente».

Da buena prueba de ello lo que sucede también con los químicos permanentes (PFAS) en contacto con los alimentos. A principios de marzo, el Consejo de la UE y el Parlamento Europeo alcanzaron un acuerdo político provisional para exigir que todos los envases que están en contacto con los alimentos estén libres de PFAS. Una medida que ya tomó Dinamarca en 2019, cuando prohibió su uso. Sin embargo, este acuerdo denota lo dicho por De Prada que no se evalúa el riesgo antes de.

Además, y volviendo al REACH, este reglamento permite umbrales por sustancias químicas sin tener en cuenta el efecto cóctel. «En tu cuerpo no tienes una sola sustancia, y eso hace subestimar el riesgo real», recuerda De Prada.

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