Opinión

Un evento histórico para poner en valor el trabajo abnegado de la enfermería

LA RAZÓN se convierte en altavoz de la que será la profesión del futuro en un acto sin precedentes

La enfermería va a convertirse, sin lugar a dudas, en la profesión del futuro. Dentro de nada, en el año 2030, uno de cada cuatro españoles superará la provecta edad de 65 años y su cuidado especializado, tanto dentro como fuera del circuito estrictamente sanitario, resultará crucial: una auténtica cuestión de Estado. En su magna obra «Sobre la vejez», Marco Tulio Cicerón decía que esta última «no es el ocaso, sino la culminación de un hermoso amanecer», y a hacerlo realidad contribuirán –lo han hecho siempre y lo seguirán haciendo– unos/as profesionales cuya relevancia no se detendrá solamente ahí, en «De Senectute».

Hacen y harán falta enfermeras en geriátricos y centros de mayores, sí, pero también son y serán imprescindibles en las instituciones educativas, y a ellas llegarán, por más que algunas autonomías se empeñen ahora en reconvertir en sanitarios a los cuerpos docentes para ahorrarse sueldos. Y hacen y harán falta asimismo enfermeras en las instituciones penitenciarias y, por supuesto, en la atención sanitaria y en la atención sociosanitaria.

En un informe demoledor, el Consejo General de Enfermería ya expuso que sería necesario un refuerzo de al menos 100.000 para alcanzar los ratios por paciente que imperan en la Unión Europea. La cifra, reconocida como certera por el Ministerio de Sanidad, habla bien a las claras del retraso que arrastra España en materia de recursos humanos dentro de la sanidad y del reto al que se enfrenta como país en medio del vertiginoso envejecimiento poblacional.

Con el fin de dar voz a estas y otras necesidades de la profesión, LA RAZÓN ha acogido un evento histórico en la sanidad española y, por supuesto, en el panorama de los medios de comunicación. Nunca antes hasta la fecha un periódico, una radio, una televisión o un medio digital había congregado a los primeros espadas de la profesión al completo y nunca antes habían acudido a sus instalaciones tantos profesionales de la enfermería en reivindicación de un reconocimiento que no sea correspondido sólo con aplausos y palmadas en la espalda, sino con realidades concretas cuya plasmación en la práctica compete a todas las autoridades sanitarias, sin excepción.

Además de por el presidente y la junta del Consejo General de Enfermería, la profesión estuvo representada por los máximos representantes del Colegio de Madrid, el sindicato mayoritario Satse y su fundación, la Asociación Nacional de Directivos de Enfermería (ANDE) y la Sociedad Española de Enfermería Oncológica (SEEO). Un acto al que asistieron centenares de profesionales, en el que también participaron la presidenta de la Organización de Enfermeras de Noruega, Lill Sverresdatter, y el presidente del Consejo Internacional de Enfermería, el español José Luis Cobos, y que fue clausurado por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

En el debate, se habló de todo: de la injusticia de seguir en el Grupo A2 de la Función Pública por «herencia» de un pasado de hace décadas en el que su formación estaba clasificada como diplomatura cuando ahora es un grado universitario. También de que dicho ascenso al Grupo A1 debe ir acompañado de la mejora retributiva correspondiente de la que sí gozan otras profesiones. Y de la prescripción enfermera, que no es otra cosa que dar carta de legalidad a prácticas que ya se vienen practicando desde antaño, y de los ratios actuales, tan injustos como destructores de la vocación.

Pero este evento histórico puso también el foco en un campo en el que la enfermería encarna la humanización de la asistencia: la oncología. Es la suya una mirada holística que, como recuerda Mª Victoria Crespo, directora corporativa de Enfermería de Quirónsalud, integra «dimensiones clínicas, emocionales y sociales». Algo, en definitiva, que hay que poner en valor, como insiste Montse Cantero, directora de Procesos de Hospitalización de Enfermería del Sagrat Cor y gran artífice de que este evento histórico pudiera celebrarse.