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Paciente

Lorena, paciente con cáncer de mama: «Mi recuperación de la quimioterapia empezaba cuando me subía a la bici al día siguiente»

No accedió al cribado por edad. Se lo detectaron en una revisión. Tenía buen pronóstico, pero se fue complicando. Asegura que el deporte, la nutrición y el apoyo psicológico han sido cruciales

A Lorena le fue muy difícil el mes que estuvo sin saber el «apellido» de su cáncer DAVID JARLA RAZÓN

Tenía 46 años cuando a Lorena Castro le diagnosticaron cáncer de mama. Fue en marzo de 2022, y por aquel entonces la edad de cribado en la Comunidad de Madrid era, igual que hoy, entre 50-69 años. Una horquilla que la región ya ha anunciado que antes de 2028 tiene previsto ampliar a 45-74.

En su caso, la detección fue previa al cribado. Y es que Lorena tiene antecedentes de cáncer pero no de mama, y no entró en el cribado por edad. Se lo detectaron en una revisión rutinaria. «Acudí a la revisión anual sin síntomas ni bultos. En la mamografía no se detectó, pero en la eco sí, por lo que me repitieron la mamografía. En esta ocasión vieron que el tumor parecía benigno, pero mi ginecóloga me dijo que quería hacer una biopsia para descartar».

Cuando la ecografista dijo que había algo que había que mirar «tenía tal cara que supe que tenía algo malo», recuerda. La biopsia y los tacs confirmaron el augurio a los 10 días. «Fui con mi marido para recibir los resultados. Es un shock hasta que te sitúas porque a partir del diagnóstico empieza una batería de pruebas, una montaña rusa, hasta que te dan los resultados», explica Lorena, miembro de AECC. En ese momento las pacientes no saben el «apellido» del tumor ni el estadio. En su caso, un cáncer hormonal luminal A. «Es un mes de mucha incertidumbre. Es el peor momento. No te da tiempo ni a estar de bajón, lo vives con sensación de susto».

«Mis padres fueron las últimas personas que se enteraron. No se lo dije hasta que yo no sabía todo, tipo de cáncer, tratamiento, etc. No quise que viviesen conmigo la incertidumbre que vivía», dice.

Cribado de cáncer de mama en EspañaTania NietoLa Razón

En principio su cáncer parecía tener buen pronóstico porque el tumor se veía muy localizado. De ahí que inicialmente el tratamiento fuera operación sin quitar pecho y radioterapia. «Luego la cosa se fue complicando», afirma.

Así, le realizaron una cirugía conservadora y le hicieron la prueba del ganglio centinela. Al tener dos ganglios afectados, fue operada una segunda vez en la que le retiraron la mayoría de los ganglios del brazo derecho. Después estuvo seis meses con la quimioterapia, un mes y medio con la radioterapia y luego medicación hormonal, que en el caso de Lorena dura 7 años, ya que «intenta evitar el riesgo de recaída, que en mi caso es medio-alto».

Pero antes de empezar con este proceso tuvo la suerte de que su oncóloga le recomendara que «hiciera deporte ya, porque está comprobado científicamente que si haces deporte, sobre todo de fuerza, durante la quimio el tratamiento es mucho más tolerable al tener más masa muscular. Además, las defensas suben mucho más y todo se lleva mejor», asegura.

Ella hacía deporte antes. Correr y bici estática. De fuerza no había hecho nunca. «Mi oncóloga me dijo que hiciera deporte y en el hospital me derivaron al nutricionista y al psicólogo. Estas tres cosas me ayudaron, me hicieron vivir un tratamiento diferente. Pero han de ser las tres», incide. Sin ellas, asegura, hubiera llevado peor este proceso: «Mi recuperación de la quimio empezaba cuando te subías a la bici al día siguiente».

También hacía pesas. Un ejercicio de fuerza que continúa hoy. «Me pusieron en contacto con una entrenadora personal y empecé a hacer entrenamiento de fuerza que no puedo dejar porque por el tratamiento hormonal es necesario que siga si quiero estar medianamente bien».

En cuanto al nutricionista, ella al principio no quería ir, pero tras la primera sesión de la quimio no lo dudó. «Cuando le conté lo que estaba comiendo me dijo ‘‘olvídate no puedes estar bien así’’, hay que llevar una nutrición adecuada a la quimioterapia, como comer proteína en cada comida, etc.».

Hizo caso, y en la siguiente sesión de quimioterapia sus análisis, sus defensas, eran «notoriamente mejores», asegura.

Hoy, Lorena toma una pastilla diaria cuya finalidad es bajar casi a cero los niveles de estrógenos y progesterona que es «de lo que mi cáncer se alimentaba. De modo que si aparece de nuevo mi cáncer la teoría es que teniendo niveles tan bajos no aumentará».

Pero tiene sus efectos secundarios. «He tardado en notarlos. Aunque ahora me afectan mucho porque me han inducido una menopausia y tengo los síntomas de la menopausia pero elevados a la séptima potencia. En mi caso se trata sobre todo de dolores musculares, de huesos y articulaciones, pero sofocos no tengo e insomnio tampoco», detalla Lorena, que al principio tenía que ir a revisión cada tres meses y ahora cada seis, aunque como ha sido incluida en un ensayo clínico con una nueva medicación hormonal que tiene de beneficio tener en teoría muchos menos efectos secundarios sus revisiones son más seguidas.

Y es que «lo importante no es solo el tiempo, los años, sino la calidad de vida», recuerda Lorena, que incide en lo importantísimos que son los cribados, «marcan la diferencia entre sobrevivir y morir».