Cargando...

Salud

De Toledo al mundo: así es el viaje del germen de los medicamentos más innovadores

La ciudad manchega alberga el Centro de Investigación Básica en Química Médica de Alto Rendimiento de Johnson & Johnson

Johnson & Johnson ha conmemorado esta semana el 40 aniversario de este centro dotado de la última tecnología CEDIDALA RAZÓN

Resulta casi una odisea. La llegada de un nuevo medicamento es una auténtica carrera de fondo que puede alargarse, de media, hasta 15 años, convirtiéndose en un verdadero éxito, casi más importante que el mítico hito que supuso la llegada del hombre a la luna por primera vez.

Todo empieza en un laboratorio como el Centro de Investigación Básica en Química Médica de Alto Rendimiento que tiene la compañía Johnson & Johnson en la ciudad de Toledo, que esta semana ha celebrado por todo lo alto su 40 aniversario. Convertido en un verdadero referente a nivel internacional, el centro es uno de los cuatro con los que cuenta la compañía a nivel mundial –junto a otros dos en Nueva Jersey y California (Estados Unidos) y un tercero en Beerse (Bélgica)– para una fase inicial imprescindible en la búsqueda de futuros fármacos: la identificación y la síntesis de nuevas moléculas con potencial para su posterior investigación clínica en humanos.

El proceso es largo, duro y muy costoso, pero también muy enriquecedor, tal y como demuestra el entusiasmo que transmiten los más de 40 investigadores que trabajan en estas instalaciones que ya cuentan con más de mil metros cuadrados dedicadas al avance científico.

Extrema complejidad

Buena prueba de ese entusiasmo cargado de esfuerzo es que en estas cuatro décadas el equipo del centro ha sintetizado más de 135.000 moléculas, de las que apenas 25 han sido propuestas para desarrollo clínico, lo que pone de manifiesto la complejidad del reto. «El proceso de búsqueda de fármacos es muy largo, tremendamente costoso (hablamos de más de 2.500 millones de euros) y además con pocas probabilidades de éxito, pues únicamente uno de cada cien proyectos de investigación que iniciamos termina con un nuevo fármaco a disposición de los pacientes», reconoce José Manuel Bartolomé, director del centro, quien asegura que «el coste de poner a un hombre en la luna es muy inferior al de desarrollar un fármaco».

Dentro de ese largo proceso de la creación de un nuevo medicamento hay diferentes fases, pero todas ellas tienen su germen en un escenario como este centro de Toledo. «Aquí nuestro trabajo empieza con la identificación de una diana terapéutica y termina con la declaración de un candidato a investigación clínica. Se trata de un proceso de gran complejidad con varias fases, pues comenzamos con el diseño, seguimos con la síntesis, después confirmamos su pureza y, finalmente, analizamos su composición mediante espectroscopía de resonancia magnética nuclear», explica Bartolomé.

Paso a paso, «desde que empezamos a trabajar en un proyecto hasta que encontramos un candidato para investigación clínica pueden pasar entre tres y cinco años, centrados, entre otras cosas, en confirmar la seguridad del producto en humanos y en desarrollar los métodos para prepararlo a una escala lo suficientemente grande para que las fases clínicas dispongan del suministro adecuado», añade el responsable del centro.

Para esas primeras fases de búsqueda de nuevas moléculas, el Centro de Investigación Básica ha apostado siempre por la innovación más puntera, de forma que, en lo posible, el proceso se agilice al máximo. Ejemplo de ello es que, a día de hoy utiliza, por ejemplo, herramientas de inteligencia artificial tanto en la fase de diseño como en la de análisis de datos, unido a la implementación de tecnologías automatizadas, redes neuronales y purificación de alto rendimiento. «Todo esto nos ha permitido multiplicar por siete la productividad de este centro desde el año 2018», confirma Bartolomé.

Grandes hitos

La actividad del centro durante estas cuatro últimas décadas se ha traducido en la participación de sus investigadores en más de 220 publicaciones científicas –algunas de ellas en revistas tan prestigiosas como «Science» y «Nature»– y más de 150 patentes. Dentro de las diversas áreas terapéuticas para las que investiga y desarrolla medicamentos Johnson & Johnson, el centro de Toledo ha contribuido especialmente en el ámbito de las neurociencias (con la búsqueda de nuevas moléculas con potencial para el tratamiento de la depresión, la esquizofrenia, el trastorno bipolar, trastornos relacionados con el estrés o la enfermedad de Alzheimer) y en el desarrollo de marcadores PET (Tomografía por Emisión de Positrones) para la imagen de la neurodegeneración y la neuroinflamación, además de haber estado implicado en la investigación de enfermedades infecciosas como la tuberculosis o el virus SARS-CoV-2. Entre los grandes hitos logrados en este centro de Toledo, Bartolomé hace hincapié en dos: «Un antipsicótico atípico, en este caso identificado por el doctor José Ignacio Andrés, que llegó a fase 2B y que, de hecho, en la compañía se conocía como ‘‘el Toledo’’. Y la última, un antiviral para el tratamiento de la covid donde, además, hemos identificado una nueva diana terapéutica no descrita previamente».

En estos 40 años, el centro ha contribuido a la formación de más de 130 científicos españoles y extranjeros, entre estudiantes de máster, doctorandos y post-doctorales. «En Johnson & Johnson creemos firmemente en la innovación como base para construir la medicina del futuro y como motor de progreso social y económico. Por eso, en este Centro de Investigación Básica no solo impulsamos la ciencia y la creatividad, sino que contribuimos a formar a las nuevas generaciones de científicos y les ayudamos a desarrollar todo su potencial. Es además una gran satisfacción que, desde nuestro centro en España, se haga investigación de primer nivel para todo el mundo, con el firme objetivo de seguir mejorando la vida de las personas», asegura Maria Fernanda Prado, directora general de Johnson & Johnson Innovative Medicine en España y Portugal.