Sociedad

Cómo automatizar respiradores para salvar vidas a los 24 años

Un estudiante de la Universidad Politécnica de Barcelona diseña y fabrica un dispositivo para ayudar al personal sanitario

Algunos jóvenes también han decidido dar un paso frente al coronavirus y poner su granito de arena contra la enfermedad, a veces de forma muy imaginativa. Un gran ejemplo de ello es Miquel Giménez, de 24 años, estudiante Máster de Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Barcelona.

En plena batalla en las UCI contra el coronavirus, ya confinados en casa, vio en redes sociales un video que le impactó. En él aparecía un sanitario que, con gran esfuerzo, ayudaba a respirar con un dispositivo manual llamado AMBU (Airway Mask Bag Unit) a dos pacientes, insuflándoles aire a la vez. “No daba de sí”, declara Miquel.

Así que se le ocurrió que podría diseñar un dispositivo para facilitar esa labor: “Podría automatizarlo y así ese sanitario se dedicaría a otra cosa, como atender a otros pacientes más críticos o con otras necesidades”. Y se puso a ello, por supuesto sin moverse de casa. En una primera fase se dedicó “al concepto, el diseño y los cálculos”. Es decir, pensó cómo podría hacer para que el AMBU funcionase solo. “Hice cálculos mecánicos, luego lo pasé a un programa de diseño 3D”. Cuando lo tenía plasmado en el ordenador comenzó la fabricación. Algunas de las piezas las hizo “en una impresora 3D que yo mismo fabriqué hace un par de años”. Otras con material que tenía por casa: madera, metacrilato… “En condiciones normales lo habría hecho de otra manera, pero me faltaba material. Si no tenía tornillos tenía que fabricarlos…” dice quitándole importancia.

Una vez que lo tuvo montado lo probó para comprobar que funcionaba correctamente. Su hermano grabó un video mientras lo estaba fabricando y lo colgaron en redes sociales. También lo pasó a amigos. Así que se hizo viral. “Incluso un amigo de mi padre se lo pasó sin saber que yo era su hijo”, comenta divertido. Así fue como se dio a conocer. En ese momento empezaron a contactarle medios, y ahora está en contacto “con personal médico y neumólogos porque necesita homologación”. Miquel subraya que su dispositivo “no es una solución sustitutiva, es más convencional que los respiradores industriales”, pero “es sencillo de hacer, no precisa materiales de difíciles de encontrar, es barato (unos 35 euros) y, sobre todo, no se necesitan enfermeros especializados para usarlo ni un largo proceso de formación”. El objetivo que persigue Miquel con su dispositivo es claro: “Aliviar los hospitales más saturados donde los sanitarios no puedan atender a todos los pacientes, con esta ayuda podrían dedicarse a los más críticos y salvar más vidas”.

En Silicon Valley gracias a “Thurmblock”

El curriculum de este joven de Premià de Dalt (Barcelona) no es precisamente convencional. Entró en la carrera de ingeniería porque tenía claro que era una de sus pasiones. Ya de pequeño entre sus regalos favoritos no faltaban las construcciones y las herramientas, y le gustaba abrir cosas “para ver cómo eran por dentro”.

Una vez que comenzó en la universidad descubrió la segunda: el emprendimiento, gracias a que tenía asignaturas que lo trataban. Y decidió sumarlas. Un día vio en la facultad un cartel del Programa Explorer (una iniciativa que patrocina el Banco Santander que ofrece apoyo a jóvenes de entre 18 y 31 años para desarrollar un proyecto y lanzarlo al mercado) y decidió apuntarse, aunque “sin tener una idea clara” de lo que iba a desarrollar. Pero pronto la tuvo. En las primeras sesiones empezó a definir un proyecto que le daría muchas satisfacciones: Thurmblock.

Se trata de un candado inteligente para evitar robos de motocicletas que funciona con tecnología IOT (Internet de las Cosas). En la práctica permite recibir alertas en el móvil en el caso de que alguien esté forzando el candado, e incluso permite abrirlo con el teléfono, sin necesidad de llave. Ganó el programa a nivel local y, junto a representantes de otras 50 universidades españolas, viajó en 2017 a la cuna de la tecnología: Silicon Valley (California). Pudo visitar la sede de Google, de Facebook… y aprender mucho. “El viaje me cambió la vida y la manera de verla, y me abrió puertas”, reconoce. Gracias a Thurmblock ganó varios premios más, como el de Mejor Proyecto de Fin de Carrera que otorga el Colegio de Ingenieros de Barcelona (2019), el UPF Emprèn, el Premio Creatic y el Café Aventura.

“Entré sin nada en la carrera y salí con prototipo, plan de negocio y plan de marketing”, declara. Seguía desarrollándolo y estudiando el Master cuando la crisis del Covid-19 paró nuestra realidad.