Coronavirus

Los divorcios, la otra secuela del Covid-19

Los expertos vaticinan un repunte en la petición de divorcios cuando termine la cuarentena similar a lo que ha ocurrido en países como China y muy parecido a lo que sucede en España cuando terminan las vacaciones de verano

Las disoluciones matrimoniales se han reducido un 15 por ciento
Las disoluciones matrimoniales se han reducido un 15 por cientoDreamstimeLa Razón

Apenas van saliendo de su confinamiento, los ciudadanos chinos se agolpan en las puertas del Registro Civil para tramitar sus divorcios. Después de seis semanas de encierro, vuelven a las calles exhaustos de riñas, desafectos y series consumidas en una sentada. La estampa es inquietante porque la plaga de rupturas en el país asiático amaga ya con convertirse, igual que el coronavirus, en pandemia.

Como quien se acuerda de Santa Bárbara cuando truena, ahora más de uno lamenta haber seguido el consejo de Marie Kondo, la gurú japonesa del orden que decretó deshacerse de enseres inútiles. Entre ellos, los libros. Atolondrados por su complot contra el caos, los arrojaron al contenedor de papel y ahora se ven privados de algunos de los secretos pasionales que encierra la literatura: cómo sobrevive el amor en los tiempos del cólera o de qué manera besar simplemente con la mirada.

¿Qué nos hace pensar que este fenómeno chino llegará también aquí? No es momento de ser pájaro de mal agüero, pero hay señales que empiezan a ser reveladoras. La primera, la infidelidad. Se ha disparado un 160% durante los días que llevamos de confinamiento. ¿Insólito? No tanto si aclaramos que hablamos de deslices virtuales. Según un estudio de la plataforma de encuentros extraconyugales Gleeden, sus usuarios aprovechan el paseo del perro como coartada. No son conexiones largas, pero sí se repiten con inusitada frecuencia. Muchos ratitos que acaban sumando unas tres horas diarias. Es inimaginable lo que esos infieles tendrán que rebuscar para lograr sus canitas al aire por la red.

Los expertos que han participado en este trabajo opinan que tales comportamientos destapan una acuciante necesidad de desahogo. «Los usuarios resisten el encierro a base de chats y sexting (envío de imágenes de contenido sexual a través de dispositivos electrónicos)». Advierten, además, de un uso inusitado durante estas semanas del llamado botón de pánico o la tecla de salida rápida cuando se ven en riesgo de ser pillados «in fraganti». Por cierto, las horas de mayor intensidad son la noche, a primera hora de la mañana y después de la comida. Los lugares estratégicos, el baño y el socorrido balcón.

Que el encierro ha reactivado la libido es tan claro como que la piel se está volviendo más permeable a lo que pueda haber en el exterior. Otro dato es el consumo de pornografía. Las visitas al sitio web de cine para adultos PornHub crecieron un 61,3% desde el 24 de febrero al 17 de marzo. Algunas de estas plataformas se apresuraron a ofrecer suscripciones gratuitas durante un mes, cosa que habrá contribuido a hacer más irresistible aún cualquier tentación.

Trescientas solicitudes en un día

En este estatismo obligado en el que ya nadie sabe si el bicho mutará o nos mutará, a nuestra cabeza le da por fabular cómo sería el amor ideal o por recrearse en pasiones transgresoras. Quizá es el modo de superar este futuro incierto en el que el único vaticinio es que nunca más las cosas volverán a ser como antes. La psicóloga Ana Asensio, fundadora de Vidas en Positivo, vislumbra un repunte en la petición de divorcios una vez terminada la cuarentena como ocurre en China y muy parecido a lo que sucede cada año después de las vacaciones.

En España, el 30% de los divorcios ocurre después del verano. Es previsible que esta primavera el aumento se iguale al 50% previsto en Reino Unido, según cálculos del abogado William D. Zabel, conocido por tener entre sus clientes a millonarios como George Soros o el golfista Greg Norman. Toma como referencia las consultas que está recibiendo ya en su despacho y las valoraciones de otros colegas. Es también lo esperado en Nueva York, donde la recesión bursátil podría provocar un aumento de rupturas del 50%. Incluso en Dinamarca, un país que redujo su tasa de divorcios hasta el 30% en 2019, la terapeuta Gitte Sander ha anunciado que habrá una oleada de bodas y divorcios.

Si volvemos a China, en una localidad como Dazhou en solo dos semanas se presentaron 300 solicitudes, y en el distrito Beilin, de Xi’an, una ciudad de ocho millones de habitantes, se ha tenido que restringir a 14 diarias para prevenir nuevos contagios. Los divorcios podrían aumentar un 11% en este país, cuya cifra de rupturas ronda ya los cuatro millones cada año, según el diario «The South China Morning Post».

«Cuando se tiene tiempo para reflexionar –explica Asensio–, uno quiere ordenar su vida y a veces entiende que, si su relación de pareja no está siendo saludable, existe mucha discusión o ya no hay amor, uno quiera replantearse su futuro». El coronavirus ha ampliado, indica, el concepto de convivir. «A la tarea de compartir techo, cama, hipoteca y gestiones del hogar, ahora se suma entenderse en un espacio, más grande o más reducido, durante las 24 horas del día». Uno se da cuenta de que amarse a puerta cerrada no resulta tan idílico, menos si se trata de un «arresto» domiciliario aderezado por el miedo al contagio y la falta de espacio.

Convivencia extrema

«Es una situación que se agrava cuando ya existe un desgaste en la pareja», opina Nuria Vargas, gerente del despacho Vilches Abogados. Ella no solo vislumbra que las colas de China ante las oficinas del Registro Civil las veremos también aquí una vez termine el confinamiento, sino que hay parejas que ya han iniciado sus primeros trámites telefónicamente.Según advierte la abogada, en algunos hogares se vive pura tensión. «Sin espacio para tomar aire, cualquier discusión bizantina puede acabar en una auténtica batalla campal.

La convivencia en estas condiciones exige un ejercicio de autocontrol para el que no todo el mundo está preparado. Estallan los reproches y las emociones negativas reprimidas durante años». Cualquier cosa cotidiana está en condiciones de convertirse en la mecha que prende la llama. «Toda relación –añade Vargas– necesita unos límites saludables donde se equilibren el amor y el bienestar de la pareja. Sería difícil marcar qué es correcto o incorrecto, ni siquiera hay estándares definidos. Lo único universal es la necesidad de respetar y de ser respetado».

Pero el confinamiento obliga a amar sin las lindes que aconseja la cordura. Preservar la privacidad y esa intimidad que cimentan toda relación es más complicado que nunca. Los expertos reconocen que nos hemos tenido que adaptar a una nueva organización a un ritmo frenético: en el reparto de tareas, en el trazado de un sitio para cada uno, la gestión de emociones e incluso en la rutina sexual. «La convivencia es extrema, de ahí la importancia de tener claros unos principios para aplicar inteligencia y superarlo con actitud», aconseja Asensio.

Ahora bien, ¿y si esta convivencia anómala sirviera para fortalecer la relación? La psicóloga no lo descarta. De hecho, varios ciudadanos chinos han caído en la cuenta de que esto no era más que una pausa, que se puede retroceder al punto donde lo dejaron. Ya que China nos lleva la delantera, el paso atrás de hombres y mujeres que vuelven a casa con la cabeza gacha y pidiendo perdón puede servir para comprobar que, como confirma la psicóloga, no es saludable tomar decisiones en periodos que nos sacan de nuestro centro, en periodos tormentosos donde la economía y la salud, dos pilares claves sobre los que nos apoyamos, están fuera de su equilibrio. «No es el momento de tirar todo por la borda, pero sí de esperar o incluso de intentar aprender a amar desde otro lugar», concluye.