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Covid-19: ¿Y si lo peor aún no ha llegado?

Si observamos solo los datos de nuestro pueblo, estaremos vislumbrando una porción minúscula, pero la realidad global va más allá: el riesgo está en la región subsahariana, los contagios diarios en Latinoamérica la extensión del foco de Rusia hacia Asia central o la saturación sanitaria en India

Nos movemos con libertad, vamos a la playa y visitamos al abuelo. En algunos entornos la mascarilla empieza a desaparecer al mismo tiempo que afloran los besos y los abrazos. Nos tranquiliza saber que ya no hay estado de alarma, no hay fases, no hay confinamientos generalizados. Lo peor ha pasado. Pero, ¿qué pasaría si nos dijeran que lo peor aún está por llegar? ¿Y si la pesadilla del coronavirus SARS-CoV-2 no hubiera hecho más que empezar?

Nadie quiere alarmar, nadie quiere someter a la población a un estrés mayor del razonable, nadie puede asegurar cúal va a ser la evolución a medio plazo de la pandemia. Pero la revista «The Lancet» no ha tenido ningún empacho en titular un comentario editorial de su último número con un título que debería haber retumbado en las salas de los gestores sanitarios y los ministerios. «Covid-19: lo peor, puede que aún esté por llegar».

El título responde a una fría y objetiva mirada a los datos globales. Porque la Covid-19 es una enfermedad global. Si observamos solo los datos de nuestro país, de nuestra comunidad, de nuestro pueblo, estaremos vislumbrando una porción minúscula del problema. A nivel local muchos países, entre ellos España, pueden sentirse relativamente (solo relativamente) aliviados. A nivel mundial la enfermedad corre a sus anchas sin control, sin dar el menor viso de estar atenuándose, sin ofrecer el menor rasgo de que podemos dominarla con vistas a la próxima temporada.

El comentario de «The Lance» es demoledor: «Mientras en Europa cada vez más países comienzan a aliviar sus medidas de confinamiento, globalmente la pandemia sigue en si infancia». Y los datos, conocidos ayer mismo, lo avalan. Más de 230.000 casos entre el viernes y el sábado. El ritmo de crecimiento de la infección se ha instalado en más de un millón de contagiados nuevos cada 5 días (hace unas semanas eran necesarios 7 días para sumar un millón a la cuenta). India, Suráfrica, Estados Unidos y Brasil baten récords de casos cada jornada y no ven ni de lejos el pico de la curva. Estamos ya en el entorno de los 13 millones de personas afectadas.

Crecimiento galopante

Desde la perspectiva de un español que esté pasando el fin de semana en un apartamento en la costa viendo solo los informativos locales, la crisis de la Covid es un mal recuerdo del pasado. Desde la perspectiva de un extraterrestre que mirara la Tierra desde el espacio, el SARS-Cov-2 es un virus sin control que afecta cada vez a más humanos y no parece conocer freno. Los principales proveedores de contagiados son Estados Unidos, así como Brasil e India, que suman al total más de 180.000 casos diarios cada uno.

Pero otras regiones están ahora en el punto de mira de la crisis. Rusia es el epicentro de un gran foco que se extiende hasta Asia central y el crecimiento galopante en Sudáfrica parece demostrar que la pandemia se ha hecho fuerte en la región subsahariana, que parecía libre de ella hace unos meses.

La semana pasada, Kazajstán ha informado de su contabilidad de contagios para convertirse en la segunda región de Europa con más casos en la última semana, después de Rusia. Pakistán, Irán y Arabia Saudí aún siguen teniendo datos récord en la zona. En India se vivieron algunas semanas de alivio. Pero esta misma semana las cosas han vuelto a empeorar. En los estados de Maharasthra, Dehli y Gujarat vuelve a haber focos descontrolados que han obligado al ejército a intervenir para dar atención médica donde los servicios sanitarios no dan abasto.

Los países de América que más preocupan son Brasil y Estados Unidos. Pero, según la OMS, otras naciones como México, Colombia¡, Perú y Chile están creciendo a ritmos de miles de contagios diarios. Mientras tanto, en los países donde la pandemia parecía controlada las cosas empiezan a torcerse. Israel abrió toda su actividad económica en mayo al detectar cero casos durante varias jornadas seguidas. Desde hace unos días la situación está creciendo a razón de cerca de 1.000 casos diarios.

Y no hace falta recordar la situación en España. Tras el veloz desconfinamiento (en el que nos saltamos los plazos de 15 días entre fases para llegar antes de los previsto a la nueva normalidad) los rebrotes nos han vuelto a situar en los primeros puestos de Europa. De nuevo hemos estado en una jornada a la cabeza de nuevos casos europeos, por encima del Reino Unido y Suecia. Hasta la casi intacta Portugal ha visto como la palabra «rebrote» aparece en el horizonte de su «normalidad».

Para terminar de componer el dibujo, las autoridades sanitarias siguen sin entender bien cuál puede ser la evolución a corto plazo del virus. Los estudios de seroprevalencia llevados a cabo en países como España y Suiza demuestran que la población que ha generado anticuerpos tras estar en contacto con el virus no supera el 5 por 100. Es decir, que la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo siguen siendo vulnerables. No se entiende aún muy bien cómo evoluciona la inmunidad ante este patógeno. No sabemos cuánto dura. No sabemos por qué algunas personas parecen perder los anticuerpos en muy breve tiempo. No sabemos cuánta gente puede estar inmunizada celularmente sin necesidad de generar anticuerpos.

No sabemos nada del virus

El reconocimiento de la OMS esta semana de que es necesario seguir investigando una posible transmisión aérea de la Covid-19 pone otro punto de incertidumbre en el panorama. Si hasta ahora parecía que la única transmisión posible era la portada a lomos de las gotas exhaladas de cierto tamaño (contra las que la distancia social y las mascarillas son herramientas útiles), la probabilidad no muy remota de que el virus se contagie también por gotículas o partículas menores que quedan en suspensión en el aire a mayor distancia y más tiempo arroja algunas dudas sobre las mejores estrategias para protegernos.

En este escenario de incertidumbres, cada vez más países de Europa abren sus economías, sus fronteras y sus vidas cotidianas. La población mundial vive una división social sin precedentes provocada por el virus. Por un lado, algunos países como España galopan hacia una cierta normalidad deseando que la enfermedad sea cosa del pasado mientras, por otro lado, fuera de sus fronteras el virus sigue creciendo de manera descontrolada. Globalmente, a día de hoy, las cosas no están mejor que en marzo. Más bien están mucho peor. Convendría tenerlo en cuenta a la hora de diseñar estrategias de contención globales y locales.