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Entrevista

“La vacuna contra el coronavirus puede que no impida el riesgo de infección”

Santiago Moreno, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Ramón y Cajal advierte de las incertidumbres de la vacuna

09/12/2020. © Jesús G. Feria.Entrevista al jefe de Microbiología y enfermedades Infecciosas del Hospital Ramon y Cajal, el Doctor Santiago Moreno.
09/12/2020. © Jesús G. Feria.Entrevista al jefe de Microbiología y enfermedades Infecciosas del Hospital Ramon y Cajal, el Doctor Santiago Moreno.Jesús G. FeriaLa Razon

“El enigma de la habitación 516». Así fue denominado en el hospital de la Universidad de California de Los Ángeles (UCLA), en California, Estados Unidos, en octubre de 1980 el que sería más tarde considerado el primer caso de sida (síndrome de la inmunodeficiencia adquirida) en el mundo, como lo designaría el Centro para el Control de las Enfermedades (CDC) de Atlanta, Georgia. Apenas dos años después empezaron a diagnosticarse los primeros casos en España. Desde entonces el doctor Santiago Moreno, jefe del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Ramón y Cajal, de Madrid, una de las primeras autoridades clínicas en esta materia, intenta prevenir que se infecten las personas de alto riesgo. Y analiza la actual vacuna contra la Covid, lo que no se ha conseguido contra el sida.

– Como gran clínico que es, ¿qué opinión le merecen las vacunas frente al coronavirus? ¿Encuentra diferencias significativas en su eficacia y seguridad entre las tres: la de Pfizer, la de Moderna y la de Astra-Zéneca? ¿La cuestión de la termoestabilidad de la de Pfizer, que se conserva sólo a -80 ºC, puede representar problemas de accesibilidad?

– La carrera desarrollada para encontrar una vacuna frente al SARS-CoV-2 ha sido un ejemplo de logro científico en tiempo récord. Además esto pone sobre la mesa lo que puede constituir un hito científico y clínico en biomedicina, que son las vacunas genéticas a base de mRNA. Las tres vacunas más adelantadas en su desarrollo muestran resultados espectaculares de eficacia y seguridad, sin que aparentemente haya diferencias entre ellas. Los resultados finales de los ensayos clínicos revelarán si existe alguna diferencia reseñable. Las condiciones de conservación de las vacunas genéticas constituyen evidentemente un problema de logística para su dispensación, pero seguro que se hallará la fórmula para resolverlo de forma eficaz.

– ¿Cree que la vacuna acabaría con esta terrible pandemia? Algunos expertos consideran que, al menos al principio, deberían seguir respetándose las medidas de seguridad (mascarilla, distancia de seguridad…)?

– No se conoce todavía cuál va a ser el efecto de la vacuna. Se sabe seguro por los resultados de los ensayos en marcha que previene el desarrollo de la enfermedad, pero es posible que no impida el riesgo de infección. También se ignora la duración de la protección que ejercería. De modo que, combinando estos dos factores, el tiempo nos confirmará si pudiera ocurrir que la vacuna previniera la infección y además durante periodos prolongados, de ahí que supusiese la desaparición del virus y el riesgo de nuevas olas pandémicas. Asimismo pudiera darse la circunstancia de que no previniera la transmisión o solo durante un corto periodo de tiempo. En cualquier caso, hasta que se evidencie la protección tras la vacunación y el impacto en el número de nuevas infecciones, estaremos obligados a respetar las medidas más básicas de protección, como el uso de mascarillas, el lavado de manos o el distanciamiento social.

El sida sigue sin vacuna tantos años después. Recordemos. Al principio se le denominaba la enfermedad de las tres haches, puesto que los tres grandes colectivos afectados eran los homosexuales, los heroinómanos y los hemofílicos.

– En efecto. Entonces se pensó que la principal vía de transmisión era la sanguínea, por lo que en cuanto se pudo detectar el virus en sangre se protegió a los hemofílicos. Luego el colectivo más concienciado, que era el más devastado, fue el de los hombres que tienen sexo con hombres. Costó más con los usuarios de drogas inyectadas, por compartir jeringuillas usadas, y con los heterosexuales, que veían más lejana la posibilidad de infectarse por el virus de la inmunodeficiencia humana o VIH.

– Pero todo este proceso llevó su tiempo. No obstante, fue en 1985, cuando salta a todos los medios de comunicación que el famoso actor de Hollywood Rock Hudson, que siempre hacía papeles de galán y era el símbolo de la masculinidad, falleciera a causa del sida por ser homosexual.

– Indudablemente, estamos hablando de un problema complejo y largo en el tiempo. Sin duda, el que falleciera un actor tan conocido como Rock Hudson dio un vuelco a la historia de la enfermedad y generó una gran alarma social, lo que derivó en un proceso de salud pública. Digamos que en cierto sentido benefició a potenciar la investigación del VIH. En 1983 el virólogo Luc Montaigner, del Instituto Pasteur, de París, publicó en «Sciencie» el aislamiento del VIH. Para contrastar el hallazgo envía muestras al Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, dirigido por el investigador Robert Gallo, quien anuncia al año siguiente que él había descubierto el VIH. Se crea un conflicto internacional entre Estados Unidos y Francia y acaba descubriéndose que Gallo se había aprovechado de información científica de Montaigner. Unos cuantos años después, en 2008, se reconoce el trabajo del francés con el Nobel de Medicina.

– Han transcurrido muchos años hasta el momento actual y el sida se ha cobrado unos 35 millones de vidas. Pero desde que empezaron a surgir los primeros fármacos, como al AZT y el DDI, el tratamiento múltiple transformó el diagnóstico del VIH de una sentencia de muerte a una enfermedad crónica como tantas otras. ¿Qué balance haría?

– Muy positivo. Se han controlado las vías de transmisión sanguínea y maternofetal, puesto que los casos de infección por transfusión o de madre a hijo son ya excepcionales. Por protocolo se pide una serología frente a VIH a las embarazadas y a los donantes. Actualmente se diagnostican cada año 3.500 pacientes nuevos en España y la inmensa mayoría se han infectado por relaciones sexuales no protegidas, ya sea principalmente entre hombres o, en menor proporción, entre hombres y mujeres. La infección por VIH se considera por ello una infección de transmisión sexual o ITS. Pero la sensación de seguridad ha hecho bajar la guardia.