Un científico deprimido: cuando el cerebro dice basta

Un científico deprimido: cuando el cerebro dice basta

Alló, biólogo molecular, disecciona en un libro una enfermedad que él mismo ha padecido y que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo

Mariano Alló (Buenos Aires, 1974) encontró en el conocimiento la herramienta perfecta para luchar contra una depresión que arrastraba, de forma intermitente, desde hacía veinte años. El padecimiento que este biólogo molecular comparte con más de 300 millones de personas en todo el mundo lo describe “como si, de golpe, te encontraras en una habitación oscura y comenzaras a sentir ruidos, algo que no puedes reconocer se acerca y comienza a atacarte”. La impotencia, el pánico de “no saber cómo defenderte”, comenzó a remitir cuando analizó la enfermedad desde una perspectiva integral y científica, “una linterna en la oscuridad”. Comenzó a mirar a la depresión a los ojos y de aquella experiencia nació un libro, “Cuando el cerebro dice basta” (Plataforma Editorial), en el que comparte las causas por las que muchos acaban sumidos en un hondo pozo de de miseria del que no logran salir. Vaya por delante que ninguno de esos disparadores tiene nada que ver con debilidad de carácter o falta de voluntad.

-¿Cuál fue su primer contacto con la depresión?

-Podría decir que todo comenzó allá por noviembre de 1995. Un domingo de madrugada sonó el teléfono de mi casa, mi padre había tenido un accidente de tráfico y se encontraba muy grave. Casi cinco días más tarde se le realizaría una ablación de corazón para que pudiese salvar la vida de un afortunado receptor que esperaba en Buenos Aires. Mi hermano, que tenía 18 años, y yo con 20 tuvimos que tomar la terrible decisión de donar sus órganos. Además, ese fin de semana deberíamos haber estado todos juntos de vacaciones, pero cambiamos de planes porque yo tenía la celebración de haber ganado el campeonato de fútbol regional. El duelo me duró más de dos años en los que mi vida se paralizó por completo. A la tristeza y la culpa se sumaron diversos factores: dormir y descansar pasó a ser solo un recuerdo. El sueño se volvió liviano, me despertaba mil veces y durante el día la falta de energía cada vez se hizo más notoria. Mi cuerpo comenzó a pasar facturas diversas: problemas de memoria, confusión mental, dificultad para retener información de cualquier tipo. Nunca había vivido algo así. Esa fue mi primera experiencia con la depresión, pero el estigma y el desconocimiento evitaron detectar lo que realmente estaba sucediendo.

-¿Cuándo regresó la enfermedad?

-Luego comencé a estudiar, logré salir de ese oscuro pozo y volví a disfrutar de la vida. Bueno, al menos por un tiempo. Cinco años más tarde, las heridas se abrirían nuevamente. Como aprendería después, esas heridas no eran solamente psicológicas, también habían quedado marcas en mi biología. Ese profundo y largo estrés al que fue sometido mi cerebro tuvo consecuencias. Tuvo sus propias cicatrices marcadas en circuitos y estructuras cerebrales. Ese evento, el primer disparador, dejó todo preparado como una trampa.

-¿Qué es lo que a usted más le ha funcionado para combatirla?

-En mi caso, los antidepresivos no funcionaron. La depresión es, en realidad, un síndrome que encierra bajo una misma etiqueta una gran variedad de condiciones diferentes. Que tienes cosas en común, solapamientos, pero también diferencias. Adicionalmente, es considerada una enfermedad sistémica, esto quiere decir que no solo el sistema nervioso (particularmente nuestro cerebro) se ve afectado sino también otros sistemas importantes como el endocrino, metabólico e inmune. Todos afectan y se ven afectados. Dentro de este panorama podemos afirmar que la depresión, siempre tiene dos componentes básicas. Siempre. La genética y el ambiente. Esto último incluye cosas tan diversas como historia de vida, eventos de estrés o traumáticos a temprana edad, alimentación, la microbiota, la exposición a sustancias tóxicas, enfermedades (virales o bacterianas), etc. Por lo tanto, la mejor forma de enfrentar semejante desafío es por medio de un abordaje holístico. Pudiendo atacar distintos frentes al mismo tiempo. No olvidemos que el sistema nervioso es el sistema biológico más complejo que conocemos en el universo. Por lo tanto, resulta casi obvio pensar que no habrá una solución mágica que pueda ser utilizada por cualquier persona. Sin embargo, si abordamos los cinco pilares más importantes que la ciencia nos ha facilitado, la probabilidad de éxito crece exponencialmente.

-¿Nos puede hablar de esos cinco pilares cruciales para combatirla?

-Lo primero es tener un buen diagnóstico lo antes posible, algo que por diversos motivos es un gran desafío. Y si fuera necesario, recibir un tratamiento médico. En paralelo y tan importante como lo que acabo de mencionar, es realizar una terapia y aquí hay muchas opciones. La cognitivo conductual tiene un enorme sustento científico y una eficacia equivalente a los antidepresivos sin efectos secundarios. El siguiente pilar es la alimentación, cuidar nuestra microbiota, algo que hoy ocupa las portadas de todos los medios del mundo. Los dos siguientes son más reconocidos. El ejercicio físico, no necesariamente de alta intensidad, pero sí con frecuencia. Salir a caminar 40 minutos por día puede generar cambios en tu cuerpo y mente que ni te imaginas. Finalmente, la práctica de la meditación o la conciencia plena. Al igual que con el ejercicio, no es necesario meditar una hora por día para que sea efectivo. Pero hay que tener constancia.

-¿Cree que sigue estando asociada a un estigma de debilidad?

-Si, totalmente. Es cierto que se puede apreciar un cambio en el seno de la sociedad en cuanto a la visión de la depresión. Pero la estampa de debilidad y flaqueza siguen siendo, a mi modesto entender, alguno de lo prejuicios más irónicamente injustificados de los muchos que acompañan a esta palabra.

-¿Cuáles son las otras mentiras más extendidas sobre la enfermedad?

-Muchas y, en general, son todas muy destructivas. A partir de la noción de supuesta debilidad se entretejen una cantidad notable de mitos. Como ya has sido etiquetado de “débil” se desprende casi con naturalidad que lo que sea que te ocurre es solo consecuencia de tu voluntad… o tu falta de ella. No pones demasiado esfuerzo, te entregas y quiebras muy rápidamente. Esta argumentación es falaz, está anclada al desconocimiento, y es terriblemente peligrosa. Es capaz de generar grandes cicatrices en una persona que de ninguna manera ha elegido estar en esa situación y muy por el contrario pelea día a día, minuto a minuto, contra esa terrible enfermedad. ¡Nadie le pediría a una persona con diabetes que se esfuerce más por sintetizar insulina! ¡Vamos, ponle más ganas! Suena ridículo.

Un científico deprimido: cuando el cerebro dice basta
Un científico deprimido: cuando el cerebro dice bastaLa RazónLa Razón

-¿Por qué le parece importante destacar el componente biológico?

-Excelente pregunta. Y la respuesta está directamente relacionada con la anterior. La biología nos muestra y enseña que la depresión va mucho más allá de un estado de ánimo alterado, o de una cuestión netamente psicológica. Hoy la ciencia no deja lugar a dudas; hay componentes genéticos muy importantes. Hay cientos de variables biológicas involucradas con la génesis de la depresión, pero por sobre todo alteraciones profundas a nivel estructural y funcional de nuestro sistema nervioso. Dicho de otra manera, hay muchas cosas que cambian en el cerebro de una persona con depresión. Comprender esos cambios ayudan a entender por qué mucha gente no puede dejarla atrás solamente con voluntad.

-¿A qué se refiere con que es una “trampa evolutiva”?

-La trampa de la evolución representa un intento de integración del avance en el entendimiento científico de la depresión llevado a cabo en los últimos 20 años por disciplinas muy diversas. Se centra en cuatro elementos clave, como si fueran cuatro puntos cardinales. Uno es la respuesta biológica al estrés, lo que se conoce como “lucha o huida”. El segundo es la respuesta inflamatoria de nuestro sistema inmune, que produce cambios temporales importantes en la función del cerebro. Existe un tercer elemento clave desde el punto de vista evolutivo, una región de nuestro cerebro que se conoce como corteza prefrontal. Y esta sí que tiene mucha más relación con nosotros los humanos, ya que ha crecido de manera desproporcionada en nuestra especie. Es nuestra máquina de realidad virtual, la que nos permite imaginar eventos futuros, planificar, pero también recrear el pasado. Entre muchísimas otras funciones vitales. Finalmente, el último punto cardinal es nuestro estilo de vida moderno. Nuestra especie ha vivido sobre la tierra el 99.9% de su tiempo en un contexto completamente diferente. En contacto con la naturaleza, siendo parte integral de ella, en pequeños grupos, con muchísima actividad física y una alimentación más natural, no procesada. Pero sobre todo con estresores que aparecían de vez en cuando, de manera esporádica y que se relacionaban con peligros reales capaces de atentar con nuestra vida, como la aparición de un predador.

-¿Qué incidencia tiene eso en la depresión?

-Hoy vivimos apiñados en megaciudades, muchas veces conociendo la naturaleza solo por los documentales de Netflix, con tendencias muy sedentarias y una alimentación ultraprocesada basada en azúcares y harinas. Y eso por no hablar de la falta de contacto directo con otros seres humanos como consecuencia de vivir más tiempo en el mundo virtual de las redes sociales, donde todo es tan perfecto y vacío al mismo tiempo. Por si eso fuera poco, vivimos tres veces más y lo peor del caso es que los estresores están por todos lados y a todas horas. Claro, la diferencia es que nuestros estresores modernos (mayoritariamente) no ponen en riesgo nuestra vida. Los evocamos constantemente desde nuestra corteza prefrontal. Pero nuestra biología no lo sabe. La consecuencia es que con cada evento de estrés psicológico se dispara la respuesta biológica al estrés, la cual a su vez dispara la respuesta inflamatoria. Cuando esto se sostiene en el tiempo o se vuelve crónico, deja de ser beneficioso y comienza a generar cambios notables en nuestro cerebro que afectarán a cientos de cosas en cascada. Mucho más que a nuestro estado de ánimo.

-¿Cuáles son los últimos descubrimientos científicos sobre la depresión y qué nuevos tratamientos han surgido?

-El futuro luce increíblemente prometedor desde el punto de vista de los tratamientos, no solo para la depresión sino para muchas otras afecciones como adicciones, ansiedad etc. A principios de este año, se aprobó en EE UU el primer compuesto para tratar la depresión resistente más allá de los antidepresivos convencionales. Se trata de la Esketamina, un familiar cercano de la Ketamina, un anestésico disociativo con una eficiencia sorprendente y que ha sido foco de estudio durante los últimos diez años. Pero la gran sorpresa viene de la mano de algunas sustancias psicodélicas clásicas que tienen tantos estigmas como la depresión misma. La ciencia moderna se ha encargado de redescubrirlos y la evidencia de su potencial beneficio hoy es abrumadora. No tengo dudas de que van a generar un cambio de paradigma en cuanto a la forma en que vemos, entendemos y tratamos las enfermedades mentales.

-Usted dice en el libro que aquellos que sufren depresión son unos héroes que batallan 365 días al año.

-Exacto. Para quienes no lo han experimentado en carne propia es casi imposible entender que una persona con depresión está muy lejos de ser alguien débil. Es un luchador que pelea con monstruos gigantes, los 365 días del año, las 24 horas. Desde fuera eso no puede verse. Pero para mí cada persona con depresión que está aquí con nosotros por su decisión es un héroe de la vida. Que debe enfrentar una de las enfermedades más duras, difíciles y complejas… muchas veces en soledad y estigmatizado. Física y mentalmente se siente como correr una maratón todos los días.

-¿Cuál es el peor sentimiento que genera la enfermedad? ¿Culpa, falta de autoestima, tristeza?

-Realmente son muchos. Cada persona lo vivencia de manera diferente, pero hay puntos en común clásicos como los que mencionas. Yo diría que la soledad y la desolación están sin duda entre los primeros también. Es difícil no sentirse solo cuando todavía existe tanto desconocimiento y estigma alrededor de la depresión. Incluso, cuando empatizar es difícil aun para aquellos que se esfuerzan por hacerlo. Pero después de la noche siempre sale el sol. Hoy contamos con muchas herramientas que pueden ser un “antes y un después” para tratar la depresión.