Observatorio proyecto hombre
Cocaína: la nueva “estrella” de todas las drogas
El varón que acude a pedir tratamiento tiene de media 38 años, con trabajo y vida sociofamiliar estable, mientras que la mujer se refugia en la bebida
La asociación Proyecto Hombre, que acaba de presentar el «Informe 2020 del Observatorio de Proyecto Hombre», financiado por el Plan Nacional sobre Drogas, da a conocer las tendencias en este ámbito desde 2013, y una de las primeras conclusiones es que, lejos de descender, el problema de la drogadicción en España se ha incrementado, como se observa cada año en el número de personas que acuden a esta institución sin ánimo de lucro y, en concreto, la adicción a la cocaína, actualmente «la reina de todas las sustancias adictivas», seguida del alcohol, una droga socialmente admitida y legalizada.
«La normalización del consumo y la invisibilidad de este problema en la sociedad pueden ser factores determinantes para que esta realidad esté en ascenso», explicó Elena Presencia, directora general de la asociación Proyecto Hombre, quien añade que «el perfil del varón que acude a pedir tratamiento es el de 38 años, con trabajo, vida sociofamiliar estable y consumidor de cocaína, mientras que la mujer, con baja tasa de empleo y más cargas familiares, se refugia en el alcohol».
Si en 2016 el porcentaje de casos atendidos era del 31,1%, en 2020 ascendió al 39,1%. Cuando se separa por sexos, el consumo de cocaína creció en los hombres desde 2013 un 12,9%, en tanto que en las mujeres solo el 8,1%. En lo que concierne a la fuente de ingresos, desde 2013 se ha producido un ligero aumento del empleo y, por lo mismo, una independencia de la familia. Sin embargo, con la llegada de la pandemia de coronavirus, en 2020 de nuevo se registraron numerosas pérdidas de empleo.
Según la directora general de Proyecto Hombre, la edad de inicio en las drogas es ya muy temprana, sobre todo en el alcohol (16,1 años), seguido del cannabis o marihuana, a los 16,8 años, las benzodiacepinas (psicofármacos con efectos sedantes, entre otros), a los 23 años, y la metadona (puede ser droga o emplearse médicamente para tratar el síndrome de abstinencia), a los 28,5 años.
En virtud de lo que se hace constar en el informe, durante la pandemia los centros de Proyecto Hombre han seguido dando atención con normalidad y las demandas de ayuda se han mantenido estables, así como la adherencia al tratamiento. «Lo que más nos preocupa es el futuro de estas personas, que si ya son especialmente vulnerables, lo son aún más en momentos de crisis como los que estamos viviendo», afirma Jesús Mullor, director del Observatorio. Durante la peor parte de la pandemia, el confinamiento, Proyecto Hombre atendió a más de 6.000 personas en todos sus centros del territorio nacional, de las que más de 700 continuaron con su recuperación en los recursos residenciales. Asimismo, más de 4.500 familias, un pilar en la recuperación, siguieron acompañadas de manera telemática, lo que fue posible gracias al compromiso de 310 personas trabajadoras que continuaron de manera presencial, apoyadas por otras 600 telemáticamente.
Para la psicóloga Kristina Illescas, psicoterapeuta en Proyecto Hombre Navarra, «en los adictos a las drogas confluyen una multifactorialidad de agentes causales, más bien de carácter negativo, que se suelen unir a una falta de apoyo o soporte emocional». Esta experta subraya que a veces hay comorbilidad con cuadros serios de depresión y de ansiedad, «y no por ello hay que tildar a estas personas de débiles, por no haber sabido hacer frente a los problemas de la vida, porque además les estamos culpabilizando y juzgando». Se ha llegado a hablar sobre que los adictos están dotados de unos receptores cerebrales que les hacen especialmente vulnerables y de los que carecerían los no adictos.
«Se han desarrollado numerosos estudios al respecto, pero no se ha llegado a conclusiones determinantes. Como en todo, intervienen la genética y el medio ambiente», asegura esta psicoterapeuta.
Proyecto Hombre acaba de emprender la Campaña «CombateLoInvisible», financiada por el Plan Nacional sobre Drogas y elaborada por la Agencia Implícate.org, a fin de hacer ver a la sociedad española que la drogadicción sigue siendo un problema grave en España, que mata, causa un gran dolor en numerosas familias, genera delincuencia y desestabiliza a la sociedad.
Como insiste Elena Presencio, en 1994 el consumo de drogas era el segundo tema de preocupación de los españoles. «Sin embargo, más de 20 años después –añade– lo sitúan en un lugar anecdótico, con 0,2% de preocupación. Y hay que tener en cuenta que nuestro país es uno de los principales consumidores de drogas ilegales en el contexto mundial, sobre todo en la banda etaria de 14 a 35 años».
«El Informe 2020 sobre el perfil de las personas con problemas de adicción en tratamiento» ha sido elaborado por el Observatorio Proyecto Hombre, que nace de la necesidad de crear información periódica «sobre el perfil de las personas con problemas de adicción tratadas por Proyecto Hombre en España».
La idea es que con un buen análisis de la problemática del consumo abusivo de sustancias se contribuye mejor a un conocimiento y adecuación de los programas a los usuarios. De este modo, Proyecto Hombre demuestra el esfuerzo realizado no solo en el tratamiento y prevención, sino también en su estudio.
Conclusiones del informe
De acuerdo con las explicaciones del director del Observatorio, Jesús Mullor, esta podría ser la radiografía de los datos epidemiológicos más relevantes:
Datos generales. Los varones atendidos en 2020 representan el grueso (83,5%) frente al 16% de las féminas, si bien se observa un ligero incremento en éstas respecto a años precedentes. La edad media para ambos sexos es de 38,7 años, pero el grupo más numeroso es el que abarca dese los 42 a los 49 años.
Entorno sociofamiliar. En un 23% del total de los usuarios (37,4% mujeres; 27,9 varones) aparece un padre alcohólico. La mayoría de quienes han iniciado el tratamiento para ambos sexos (59,4%) son solteros, frente a un 18,1% de casados. Si se agrupan separados y divorciados, ellas se sitúan 12 puntos porcentuales sobre ellos (29,8% frente al 17,6%). Dos factores de riesgo serían convivir con un alcohólico o drogadicto, y aquí se halla mayor vulnerabilidad entre las féminas.
Salud. El 30,4% sufre algún problema médico crónico que interfiere en su vida cotidiana; de ahí se observa que el 26,3% toma medicación por esta causa y es superior en ellas (35,3%) que en ellos (24,2%).
Problema psicológicos y emocionales. Es evidente la alta comorbilidad de la adicción y otros procesos psicológicos y emocionales, especialmente los trastornos de ansiedad severa (67,1%), depresión severa (53,1%), y un abanico de problemas emocionales-psicológicos (49,4%).
Empleo, educación, trabajo. Los bajos niveles de formación son constantes entre los atendidos por la institución. Un 52% poseía un grado académico por debajo de la secundaria, un 30,7%% solo había accedido a la primaria y un 21,3% no poseía estudios. No obstante, también hay afectados con estudios académicos superiores, pues el 37,6% ha completado la secundaria y el 10,4% tiene carrera universitaria.
Jorge Higueras, 20 años después de más de 30 en el infierno de las drogas
“Empecé a los 12-13 años con un porro, una cerveza, para destacar ante los amigos”
Seguro de sí mismo, amable, locuaz, volcado como voluntario en Proyecto Hombre, Jorge Higueras, que prefiere proteger su identidad, lamenta, con una feliz familia creada, tras poco más de 30 años atrapado bajo el yugo de las drogas, “no haberlo hecho bien antes, pienso ahora, cuando mi autoestima está muy alta”. Pero hasta llegar a la meta actual, como él mismo explica, el sendero ha estado lleno de matas de espinas y dificultades.
Reside en una localidad del norte del España y desde 2014 está “limpio del todo gracias al último tratamiento en Proyecto Hombre”. Es monitor de un equipo deportivo, además de tener un trabajo estable. “Y jamás me falta tiempo –advierte- para formar parte del voluntariado en donde tanto me han ayudado a mí a salir del infierno de las drogas en el que estaba inmerso. Mi misión consiste, por ejemplo, en acompañar a citas al médico a quienes están solos, en llevarles de excursión al campo o, como hoy, que nos hemos ido a bañar. A veces hablo con cariño con ellos para hacerles ver, si están desesperados, que yo he pasado por lo mismo y, si luchas, se sale”.
Jorge relata que se adentró en este oscuro mundo a los 12-13 años “con un porrito, una cervecita, para hacerme mayor y destacar ante el resto de los amigos”. Admite que se dejó atrapar por “aquella vida fácil y fascinante, que rápidamente le condujo al éxtasis, a la cocaína y a todas las drogas a su alcance. No procedía ni mucho menos de una familia desestructurada, “que supo aguantar mucho y perdonar, ¡perdonar tanto!”, y vivía días en las calle con “los amigotes” y cuando quería iba a la casa de sus padres.
“Sin ser consciente, estás metido en otro mundo, en el que no te importa robar si necesitas dinero para conseguir la droga. Y no deseaba cambiar mi situación porque me gustaba. Veía a otros compañeros tirados en la calle y entendía que eso sí era malvivir, pero no lo mío, porque yo tenía una casa. Bien es cierto que la droga debía de ir haciendo mella en mí, porque un día mi padre, al levantarme de la cama, me dijo que parecía un cadáver”, relata.
Jorge ingresa en CECAS (Centro Catalán de Solidaridad), que presta ayuda a drogadictos y durante un tiempo pone lo mejor de sí mismo para dejarse ayudar: “Pero vuelvo atrás y sufro una temporada de recaída tras recaída. Empecé a ser consciente de que no quería ese modo de vida. E ingresé en 2013 en Proyecto Hombre, pero al día siguiente ya me quería ir. Aquello exigía una disciplina que yo no había respetado en mi vida. Sin embargo, fue mi salvación. Estuve nueve meses ingresado y el resto en régimen ambulatorio”.
Jorge, agradecido, confiesa que a partir de entonces emergió definitivamente de los infiernos y si él se entrega como voluntario, lo que recibe es multiplicado por mil. Asegura que no le gusta dar consejos para quienes están atrapados como lo estuvo él, pero sí matiza con mucha seguridad:
“Hay que partir de que cada drogadicto es un mundo y conocer qué le ha llevado y qué soportes tiene. Lo primero de todo es que debe experimentar la necesidad imperiosa de salir y dejarse ayudar por un entorno favorable, si cuenta con él, y por profesionales. Solo jamás saldría. Un aspecto importante es que hay que saber perdonarnos: hemos hecho mucho daño, pero necesitamos muchos amor y cariño, fundamentales para no volver a caer en el agujero”.
Enrique Muñiz, el 23 de agosto hará un año que volvió a nacer
“No hace falta tener una familia desestructurada para ser atrapado por las drogas”
Nacido y residente en una ciudad del litoral cantábrico, Enrique Muñiz, de 53 años, que prefiere preservar su verdadera identidad, habla felizmente de un día, que marcaría un antes y un después en su actual vida. Un amigo le habló de Proyecto Hombre y le empujó a ir. “Yo había oído hablar, naturalmente, pero nunca me lo había planteado. Decidí firmemente ir a por todas y acudí el 23 de agosto de 2020, una fecha inolvidable en mi vida. Me recibió una psicóloga psicoterapeuta excepcional y en el transcurso de la conversación en la consulta consensuamos que podía seguir el tratamiento de forma ambulatoria”, explica.
Cuenta que su infancia fue feliz, estudió hasta COU y, como no quería estudiar, optó por ponerse a trabajar como autónomo, lo que ha sido toda su vida laboral. “Por las malas compañías” hizo un pequeño coqueteo con las drogas a los 12 años, que no pasó de ahí. Entre los 20 y los 30 años emprendió “un consumo lúdico de fin de semana” y a partir de entonces, sin darse cuenta, se hallaba completamente atrapado por los porros, el alcohol, la cocaína, la anfetaminas, y demás drogas ilegales a su alcance.
“Llevar ese tren de vida es muy caro y nada fácil. Muchos pierden el trabajo. En mi caso nunca pasó por ser autónomo. Ni jamás me vi obligado a robar ni a delinquir, porque disponía de ingresos. Eso sí, me pulí una herencia, pedí créditos a bancos, que ya he amortizado, y préstamos a amigos, que he devuelto prácticamente todos. Así he ido trampeando esa vida de horror, que no quisiera para nadie. Yo, por suerte, no tengo secuelas, pero había algunos casos ingresados en Proyecto Hombre con unos problemas psiquiátricos… Aquello era penoso, terrible, ver qué secuelas pueden dejar las drogas en la persona”.
Enrique se siente profundamente agradecido a la transformación que han obrado en él en régimen ambulatorio en Proyecto Hombre y confiesa que ahora quiere restaurar los daños que ha infligido a sus seres queridos, como su padre (no tiene madre ni hermanos), unas tías y amigos auténticos, “porque cuando estás en el infierno, solo cuentas tú, tú y nadie más”.
Divorciado, desea vivir plenamente con sus hijos de 15 y 13 años, respectivamente, e insiste en advertir: “Por favor, que nadie coquetee con las drogas y piense que él no va a caer. De cada 100 que empiezan haciendo el tonto, 99 quedan atrapados y solo uno se salva. Que no jueguen con eso”.
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