Coronavirus
El día que Remedios se enteró del fallecimiento por coronavirus de la primera persona en España, supo que todo el país iba a empezar a tambalearse. Corría un 13 de febrero y, aunque la alarma sobre una posible pandemia aún era tímida, el nerviosismo se apoderó de ella casi de inmediato. Llevaba un par de días con dolor de cabeza, tos seca y dificultad para respirar, pero no le quiso dar la mayor importancia. “Tampoco se lo dije a nadie, no quería preocupar a la familia”, dice esta mujer de 47 años, que prefiere utilizar un nombre ficticio. “Pero cuando empezaron a aumentar los casos, me preocupé de verdad y se lo conté a un amigo”. Éste le habló de un grupo que, a través de técnicas espirituales y productos propios, podría curarle el COVID-19 para el que nadie, hasta el momento, ha encontrado ninguna vacuna.
Lo pensó detenidamente. Ella no cree en ningún dogma, pero la situación superaba esa barrera mental. “Les mandé un mensaje a través de Facebook, pero no recibí ninguna respuesta”, cuenta por teléfono desde Toledo. Si bien, a los pocos días, los síntomas desaparecieron y pudo recuperar la tranquilidad perdida, su caso pone sobre la mesa una realidad cada vez más común: la de las sectas que se aprovechan de las debilidades de las personas, prometiendo curas inexistentes y anunciando el fin de mundo inminente. En España, existen en torno a 250 y todas se presentan como grupos religiosos, esotéricos, de crecimiento personal, de corte humanitario o fi losófico. De ellas, un porcentaje pequeño se expone en las redes sociales con capciosos mensajes que tienen un claro objetivo: captar fieles a toda costa. Especialmente, ahora que el coronavirus ha despertado un estado de nerviosismo generalizado y ha dejado, según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, 6.392 casos y 197 muertes en todo el territorio nacional.
“Hermanos, el coronavirus es una señal del fin del mundo. Estemos listos porque Cristo ya viene a recoger a su Iglesia”, recoge una publicación en Twitter. “Tenemos que estar unidos y rezarle al mismo Dios. Os esperamos”, dice otra en Facebook. Sus titulares son grupos que, desde la clandestinidad, mandan preceptos a personas que viven momentos de inseguridad social y personal, prometiéndoles una solución fácil y directa a cualquiera de sus problemas. Lo hacen a través de la red o enviados especiales para no levantar sospechas. Como en el caso de Remedios. “Una de las premisas de estos grupos es, precisamente, transmitir miedo: les repiten una y otra vez que fuera está lo contagioso, lo malo, lo peligroso”, sostiene Miguel Perlado, psicoterapeuta especialista en relaciones sectarias. “Esta nueva enfermedad resulta pura gasolina para ellos. Se trata de un fuerte estímulo para amenazar más a sus miembros e infundírselo a quienes aún no forman parte de su comunidad”.
El caso más impactante tuvo lugar en Brasil hace tan sólo dos semanas. Las autoridades del país abrieron una investigación contra la iglesia Catedral Global del Espíritu Santo, autodenominada Casa de los Milagros, que promocionó uno de sus cultos con la promesa de proteger a sus fieles contra el COVID-19. A través de un llamativo panfleto anunció: “El poder de Dios contra el coronavirus”, prometiendo la unción de un “aceite consagrado en el ayuno” para “inmunizar contra cualquier enfermedad”. “Estos mensajes constituyen la mejor forma de reivindicar los preceptos que siempre han defendido y de asegurarse que todos los siguen compartiendo”, explica Susana Roelas, experta en manipulación psicológica. “Si durante meses no paran de decirte que algo malo va a venir y, de repente, tiene lugar esta pandemia, te acabas creyendo aún más sus falsas promesas. Así, rápidamente, se convierten en tu única referencia y dejas de creer en organismos públicos”. Algo que, en mucha menor medida, también ocurre en España.
LA RAZÓN ha intentado ponerse en contacto sin éxito con la Iglesia Universal del Reino de Dios, una secta conocida por utilizar amuletos mágicos en sus cultos para curar diferentes patologías. Entre ellos, la rosa milagrosa, la sal bendecida por el Espírito Santo, el agua del río Jordán, el aceite milagroso de Israel o las piedras de la tumba de Jesús. También, con El Sol Se Apaga, un grupo de tintes apocalípticos que asegura por WhatsApp que “la cuenta atrás ya ha comenzado”: “No queremos que os engañen, esto se acaba”. “Los líderes sectarios se creen seres especiales con cualidades superiores y así se lo inculcan a sus seguidores. Son muy hábiles para 'demostrar’ que lo que dicen los Gobiernos y los médicos es falso. Se venden como los únicos veraces y altruistas benefactores de la humanidad", asegura Luis Santamaría, investigador y miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). “Después del 11S, todas las personas que habían dejado sus sectas de forma voluntaria, tras ese momento de terror, regresaron. Por lo que ahora vivimos un escenario propicio para que eso vuelva a suceder”.
300 euros por la supuesta cura
Hay algunos casos en los que ese secretísimo tan característico apenas existe. Es el caso de gurús que ya han roto esa barrera y han aparecido en televisión para vender sus respectivos productos. Jim Bakker es uno de ellos: este evangelista americano promete curar esta enfermedad con su líquido de 300 dólares. Ni más ni menos. “Dios me ha hablado para contarme lo que va a pasar. Realmente, creo que Donald Trump es un regalo del cielo para darnos prosperidad”, mantuvo durante una entrevista en el programa Now this. Algo similar a las estrambóticas ideas que también vende el español Josep Pàmies en su canal de YouTube. “Con el MMS –una sustancia prohibida para el uso médico, pero no para su venta como desinfectante– solucionamos el coronavirus en pocos días”, subrayó este payés leridano conocido por su defensa de los tratamientos pseudocientíficos en un vídeo que ya ha sido eliminando de la plataforma y en donde también habló de los poderes curativos de la artemisia annua o seta reishi.
El ‘reloj del Apocalipsis’ se acelera: quedan sólo 100 segundos
Un grupo de científicos de la Universidad de Chicago (Estados Unidos) crearon, en 1947, un reloj imaginario que señalaba lo cerca que se encontraba la humanidad del “Juicio Final”. Desde entonces, los científicos (entre los que se encuentran 13 premios Nobel) se reúnen anualmente para “ajustar la hora” teniendo en cuenta el escenario político, económico y social del mundo. Sus predicciones marcan la probabilidad de una catástrofe causada por el hombre, analiza los riesgos a los que se enfrenta el planeta y determina lo cerca que está el final de la humanidad. Este año, el artefacto se sitúa a menos de dos minutos del Apocalipsis (100 segundos), el punto más cercano desde su fundación. Algo que el coronavirus puede acelerar. “Encaramos ahora una verdadera emergencia, un estado de los asuntos globales realmente inaceptable que ha eliminado cualquier margen de error o retraso”, explicó Rachel Bronson, presidenta del Boletín de los Científicos Atómicos. Este tiempo tan sólo se había igualado en 1953, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética probaron las bombas de hidrógeno.
Día de la Hispanidad