Erupción en Cumbre Vieja

El volcán se derrumba... y se lleva la moral de La Palma

La rotura del cono y el flanco norte ha provocado la emisión de nuevas coladas en varias direcciones; mientras, la ayuda se centra ahora en proyectos psicosociales para sobrevivir a la incertidumbre

«Los tiempos los marca este monstruo», lamenta la concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de El Paso en la isla de La Palma, Ángeles Fernández. Intenta rebajar el rostro de preocupación, que se le presupone aun debajo de la mascarilla. Porque el «monstruo» ruge sin agenda previsible ni visos de rebajar sus intenciones, que nadie es capaz de adivinar. Como los derrumbes que han sufrido el cono y el flanco norte del volcán, y que han traído coladas de lava en varias direcciones.

Así, preocupa sobremanera la zona industrial del Callejón de la Gata en Los Llanos de Aridane, en tanto que se acerca una masa de lava que ya ha asolado un número reducido de casas en su entorno.

«Quiero volver a llamar a la tranquilidad porque si hay algún problema pequeño será ‘in situ’ en el lugar de rotura y se producirá en territorio ya evacuado y excluido desde el inicio de la erupción. Habrá un fenómeno pintoresco en la zona y poco más», aseguraba ayer el director técnico del Plan de emergencias volcánicas de Canarias (Pevolca), Miguel Ángel Morcuende.

El experto ha querido también llamar a la calma ante una posible rotura en la fajana, y ha indicado que solo afectaría a una zona evacuada desde el principio de la erupción. Asimismo, ha señalado que la ola que produciría –siempre en caso de llegara a tener lugar el fenómeno–sería de pequeño tamaño y disminuiría según avance.

Es verdad que la erupción mantiene el mismo comportamiento que los días previos, con una explosividad volcánica que continúa en nivel 2 de una escala con máximo 8. Pero los daños se disparan. El dedo de la colada sur se encuentra parado, pero crece en espesor, por lo que podría avanzar hacia el mar. En total ya hay 497 hectáreas afectadas y 1.281 edificaciones e infraestructuras arrasadas, según la última actualización del sistema de vigilancia Copernicus de la UE.

A pie de centro social, Ángeles ha cumplido esos 21 días del primer rugido, ese tiempo que se ha consolidado en condiciones normales como un plazo para interiorizar un hábito, sea una dieta o un deporte. Pero en La Palma la normalidad se ha interrumpido sin fecha de retorno y hasta el momento no hay ejercicio de interiorización que valga para asimilar la catástrofe.

«Al principio dormíamos poco, pero ahora ya vamos midiendo fuerzas, sobre todo porque llevamos encima la mochila de mucha gente», confiesa la edil palmera ante el padre Ángel García, presidente y fundador de Mensajeros de la Paz, que le responde y anima de inmediato: «Vosotros sois la esperanza y el único apoyo, no podéis tirar la toalla en este momento, porque si no, caéis vosotros, caen ellos»

El padre Ángel se ha desplazado a la isla para supervisar la puesta en marcha de varios proyectos que buscan ofrecer acompañamiento y actividades de formación y ocio tanto para jóvenes como para mayores. Además, Mensajeros de la Paz se encargará de equipar el interior del centenar de viviendas compradas por el Gobierno de Canarias para los damnificados a través de los comercios de La Palma para reactivar de este modo el comercio local.

En la imagen, una vecina de La Palma se muestra emocionada ante la presencia del padre Ángel en la isla
En la imagen, una vecina de La Palma se muestra emocionada ante la presencia del padre Ángel en la islaLa RazónLa Razón

Y lo hace desde la voz de la experiencia del cura asturiano que acumula catástrofes a sus espaldas. Pero su capacidad de reacción para hacerlas frente siempre está por delante. Es la segunda vez que se desplaza en veinte días a La Palma. «De un encuentro con un patriarca en Irak, aprendí que la oración no puede vivir desligada de la caridad. Me dijo que estaba cansando de recibir condolencias y plegarias, pero pocas ayudas directas», explica a LA RAZÓN.

«Me preocupa la salud mental de la isla», sentencia Ángeles que, aun siendo consciente de que «no hemos perdido vidas humanas, tenemos a mucha gente que está muerta en vida». De ahí que, ahora que están cubiertas las necesidades básicas de alimentos, ropa y techo provisional, tanto las administraciones públicas como el tercer sector estén volcando sus energías en los programas de apoyo psicosocial que pasa por sobrellevar un duelo cuando la lava sigue devorando casas, plantaciones, empresas…

«Para que todo el mundo se haga una idea, estamos como al inicio de la pandemia, cuando comenzó el confinamiento. No tenemos certidumbre de nada», dice Delio Alfonso Pérez, psicólogo del Ayuntamiento de El Paso, que sabe que no se puede pedir a los científicos que hagan previsiones cuando no está en sus manos. «Afortunadamente los psicólogos canarios se han volcado con nosotros y eso nos está permitiendo estar cerca de la gente», subraya.

A la edil se le quiebra la voz cuando pone sobre la mesa los nombres de aquellos que se han quedado sin nada. Pero también de quienes viven en «la agonía» de pensar si su casa caerá en los próximos días, después de los nuevos derroteros que busca la lava. «Yo no puedo mentir a la gente y decirles que todo va a seguir igual, cuando no está en mi mano» apunta, mientras el padre Ángel intenta consolarla: «La verdad está ahí y es la que es, pero vosotros sois para muchos el único soplo de esperanza». Aun así, poco optimismo cabe cuando pasado, presente y futuro se ven algo más que oscurecidos por una capa de ceniza. «Estamos ante una crisis social y económica sin precedentes en la isla y en todo el archipiélago», asevera la concejala cuando contempla los municipios afectados: Los Llanos, Tazacorte y El Paso. «Esto no es el derrumbe de un edificio. Es como si nos hubiera caído una bomba, está minando la idiosincrasia de un pueblo que vive en comunidad, que sabemos lo que es tener a la familia cerca».

La moral de la tropa está resquebrajada, como el propio cono volcánico. Hasta tal punto que ese miedo de que el desastre vaya a más ya está provocando que algunos palmeros huyan en las próximas semanas de la isla. De la misma manera, se teme que la tasa de suicidios repunte en los próximos meses, cuando la atención política y mediática desparezca. «En el fondo, todos teníamos en nuestro imaginario que esto no iba a ser largo y ahora es cuando empezamos a caer en la cuenta de verdad de que nadie puede vaticinar nada», expone Nacho Fresno, vecino de la zona: «Tenemos una sensación de impotencia absoluta, un drama sin paliativos. Cuando esto pase y el volcán se apague va a llegar otro desastre: una isla partida por la mitad con Puerto Naos como centro turístico incomunicado y con El Valle destruido, que es el motor en materia agrícola y no se va a poder reconstruir porque pasa a ser espacio protegido». Por eso, al director adjunto de la revista Shangay le pesa ver cómo «a pesar de que ésta es una isla vital, en cualquier esquina hay alguien que es damnificado de alguna manera».

A pesar de un escenario que él mismo define como «post-apocalíptico», se resiste a dejarse llevar por la pesadumbre. De la misma manera, se muestra especialmente molesto «con supuestos especialistas que vienen a dejar caer que dudan del sentido común de los habitantes de este lugar por haber construido sus hogares en terreno volcánico, cuando todas las Canarias tienen similares características». «Es un orgullo la entereza de mis vecinos, de los palmeros, por su serenidad a pesar de la catástrofe y cómo están naciendo constantemente gestos de solidaridad de unos a otros», añade.

Como revulsivo a toda esta conciencia cívica que no parece frenarse, no le ha parecido suficiente hacer suyo el hashtag #Somosmásfuertequeelvolcan que en redes sociales están moviendo en estos últimos días los palmeros. Por eso, ya está dando forma a una iniciativa de la mano de la periodista Nieves Herrero y que se canalizará a través de Mensajeros de la Paz. «Se trata de una campaña de solidaridad para que los niños de colegios de Madrid ayuden con una pequeña aportación económica que podría ser desde un simple euro a los 52 niños de los colegios de Los Campitos y de Todoque, que se han quedado sin barrio, sin casa, sin escuela, sin raíces», explica, convencido de que se tiene que dar un salto más de los gestos como las cartas que ya se están enviando desde la península a compromisos directos.

«No hay nada mejor que educar a los más pequeños que con una campaña de niño a niño, haciéndoles corresponsables del dolor de otros que son como ellos y cómo hacerles ver que con una pequeña donación se puede garantizar el futuro de quienes más los necesitan porque la vida les ha jugado una mala pasada» comenta el padre Ángel cuando escucha la propuesta de boca de Nacho.