Vaticano

Palabra de Francisco: el celibato no se toca

El Papa cierra la puerta a los sacerdotes casados a través de un simposio internacional en Roma que ratifica el magisterio vigente

Francisco ayer con los miembros de la asociación Voir Ensemble
Francisco ayer con los miembros de la asociación Voir EnsembleVATICAN MEDIA HANDOUTAgencia EFE

El celibato no se toca ni se cuestiona. Al menos en el pontificado de Francisco. Así ha quedado zanjado esta semana en el Vaticano. Durante cuatro días el Aula Pablo VI ha reunido a 700 especialistas de los cinco continentes en un simposio internacional sobre el futuro del sacerdocio promovido por el prefecto para la Congregación de los Obispos y siempre papable, el cardenal Marc Ouellet. Ni en el hoy ni el mañana más próximo parece abrirse la puerta a los curas casados, al menos en el rito católico latino, algo que sí es un hecho en las 23 ramas orientales en comunión con Roma. Benedicto XVI fue el único que se permitió una licencia en 2009 al admitir al presbiterado a ministros anglicanos conversos casados previamente.

Esta excepción no se ampliará. En la sesión inaugural del pasado jueves, Francisco ya marcó los límites. «El celibato es un don que la Iglesia latina conserva», expuso con una sutil firmeza que venía a confirmar su postura en estos años. Eso sí, el Papa no dudó en recordar que no se puede ser célibe de cualquier manera, quizá con algún que otro escándalo sexual reciente en su retina: «Para ser vivido como medio de santificación, exige sanas relaciones, de verdadera estima y bondad arraigadas profundamente en Cristo». «Sin amigos y sin oración –subrayaba–, el celibato puede convertirse en una carga insoportable y en un testimonio contrario a la belleza misma del sacerdocio».

Esta mención asentaba un posicionamiento que apuntaló especialmente tras la celebración del Sínodo de la Amazonía, en octubre de 2019. En aquel foro de reflexión, desde América Latina se planteó la posibilidad de ordenar a los llamados ‘viri probati’, esto es, hombres casados considerados de «probada virtud» cristiana. O lo que es lo mismo, líderes comunitarios de larga trayectoria como catequistas y animadores pastorales en regiones recónditas privadas de sacerdote. Entonces, emergieron los temores en algunos sectores eclesiales de que Francisco pudiera abrir una rendija en la consiguiente exhortación postsinodal. Tanto es así que el cardenal guineano Robert Sarah precipitó la publicación de un libro en defensa del celibato en el que involucró a Benedicto XVI, sin que el Papa emérito conociera al detalle las pretensiones del mismo. Frente a esta polvareda generada que buscó enfrentar a ambos pontífices sin éxito, Francisco visibilizó su continuidad con el magisterio de sus predecesores en la exhortación «Querida Amazonía». En el texto remarcó que la eucaristía y la confesión solo «pueden ser recibidos en el sacramento del orden sacerdotal».

Estas premisas de Jorge Mario Bergoglio se han reforzado en este nuevo simposio romano, que tuvo su particular clímax ayer en una de las ponencias finales, precisamente a manos de un español. Fue Emilio Justo, profesor de teología dogmática de la Universidad Pontificia de Salamanca, el responsable de abordar la cuestión en profundidad con la conferencia «Sacerdocio y celibato: una lectura teológica del camino de la Iglesia ayer y hoy». ¿Se desligará algún día el presbiterado de la castidad? «Hoy por hoy no se abre esa posibilidad, pero no se niega la reflexión sobre el tema», comparte este sacerdote zamorano con LA RAZÓN, que lamenta que, a menudo, cuando se aborde esta cuestión, siempre se haga desde una mirada negativa. «No es una renuncia como tal, porque no se renuncia a amar, es más bien una vivencia distinta de la afectividad humana. No resta, suma de otra manera», insiste, para señalar a renglón seguido que simplemente es una forma de amar distinta al matrimonio e igualmente tiene que ser un amor verdadero para que se mantenga una continencia sana como nos ha explicado el Papa».

Emilio no hace estas reflexiones en abstracto encerrado en un despacho, sino desde su experiencia estos años de atrás como párroco, formador del Seminario Menor, delegado de pastoral vocacional y juvenil: «Los curas crecerán y madurarán si crecen y maduran las parroquias a las que pertenecen. También a la inversa. Esta cercanía entre el sacerdote y Dios, el obispo, los otros hermanos presbíteros y su pueblo son el mejor antídoto contra la soledad que se sufre».

A la par, se muestra contundente cuando hay voces que vinculan castidad y pederastia: «No se debería plantear de ninguna manera una relación, porque el celibato no puede identificarse con una represión de la sexualidad. Los problemas de abusos están en otro orden: una acción de moral desordenada, unas determinadas patologías…».

«El perfil de los abusadores es propio de una inmadurez afectiva notable», complementa Gaspar Hernández Peludo, el otro teólogo español que tomó la palabra ayer en Roma para hablar a los congresistas de los desafíos de la formación sacerdotal. También profesor de la Pontificia de Salamanca, está convencido de que la mejor prevención para evitar nuevos casos radica en los seminarios, con un seguimiento personalizado para que el itinerario «transforme por dentro»: «En la formación humana nos lo jugamos todo. El sacerdote no solo se edifica sobre la gracia del ministerio del hombre, sino en cómo se acompaña su madurez afectiva y sexual. También en cómo ejerce su autoridad, no entendida como poder, sino como servicio». A este abulense ya no le cabe en la cabeza la añeja identificación del cura como dueño del cortijo. «Estamos dando un salto de la pastoral centrada en el sacerdote donde los feligreses son únicamente destinatarios, a una comunidad viva que participa activamente en la que el sacerdote preside y anima, coordinando, escuchando y trabajando en comunión».

Tanto Emilio como Gaspar coinciden en que el celibato no justifica la actual sequía vocacional, pero tampoco con la fórmula mágica para atraer a más jóvenes. «La mejor pastoral es el testimonio. Si tú te encuentras con un cura feliz y alegre, que contagia su entusiasmo en su día a día es lo que verdaderamente puede suscitar preguntas para que otros se planteen esa opción de vida», apunta Gaspar, que subraya la necesidad de que el cura del siglo XXI sea «un pastor misionero», consciente de que «su ministerio se enraíza en el camino común del bautizado».

La crisis de los abusos como telón de fondo

Además de la intervención inicial de Francisco, el cardenal Marc Ouellet, coordinador del simposio, marcó el ritmo del encuentro. Nada más comenzar su discurso lanzó tres preguntas que impactaron al auditorio: «¿Qué se puede esperar de una ‘teología fundamental del sacerdocio’ en el actual contexto dominado por el drama de los abusos sexuales del clero? ¿No deberíamos más bien guardar silencio, arrepentirnos y buscar las causas de tales fechorías?».

A continuación, el prefecto entonó un ‘mea culpa’, reclamó «verdad y justicia» para las víctimas y rezó para que «el Señor de la mies para que nos conceda la gracia de responder adecuadamente a los desafíos que plantea la crisis sacerdotal de nuestro tiempo».