Historias de superación
Jóvenes estudiantes de éxito con discapacidad intelectual
Comenzar con la autoaceptación es el primer paso para superar los innumerables obstáculos que sufren en clase, incluido el bullying
Llegar al punto de convertirnos en arquitectos de nuestras propias vidas y ocupar un lugar en la sociedad con dignidad supone iniciar toda una revolución interna y externa para la cual no todo el mundo está preparado; o, al menos, casi todo el mundo. Mario y Lucía son un claro ejemplo de que la autoaceptación es una poderosa herramienta para derribar prejuicios, acabar con la angustia de ser juzgados o rechazados y alcanzar, a través de méritos propios, cualquier meta que nos propongamos. Ambos conviven con una discapacidad intelectual, es decir, con una limitación del funcionamiento intelectual y de la conducta adaptativa en relación con el entorno, es decir, presentan dificultades para comunicarse, comprender o razonar.
Estas dificultades suelen comportar un importante impacto en la vida de la persona y en la de su familia que trasciende a ámbitos como el académico y el laboral. Según datos del Observatorio sobre Discapacidad y Mercado de Trabajo (Odismet) de Fundación ONCE, solo el 17,5% de las personas con discapacidad en edad activa cuenta con estudios superiores, frente al 37,4% del resto de la población. A medida que aumenta el grado de discapacidad se reduce la proporción de personas con estudios superiores. Estos datos provienen de la actualización más reciente del empleo de las personas con discapacidad publicada por el INE el pasado mes de diciembre. Odismet también desvela que el 21,2% de las personas con discapacidad en edad laboral no supera los estudios primarios. En lo que respecta a la tasa de analfabetismo, este Observatorio evidencia que entre personas con discapacidad intelectual se dispara hasta el 22,6%, cinco veces más que la media del colectivo.
Según este organismo, en España se registran 107.600 jóvenes con discapacidad, el 5,6% del colectivo, con una tasa de prevalencia del 2,5% en el caso de los jóvenes de 16 a 24 años. En el caso de estos últimos, solo cursa estudios un 56% frente al 71,5% del resto de la población. Además, mientras que entre la población sin discapacidad apenas se registra analfabetismo, en el colectivo con discapacidad este dato supera el 10,7%. Estos dramáticos porcentajes también afectan a la formación académica de los jóvenes de entre 16 y 24 años: el 32,5% no supera los estudios primarios y solo un 3,4% tiene estudios superiores. Este último dato contrasta con sus homólogos sin discapacidad. En ellos, el porcentaje es del 13,8%.
En el caso de la discapacidad intelectual, estos datos parecen tener su origen en factores como el fracaso escolar, el abandono de los estudios e, incluso, el acoso por parte de otros compañeros. «Hay casos de personas que no tienen rasgos físicos de convivir con una discapacidad intelectual. En general, estas personas cubren el proceso de formación primaria y secundaria en centros de educación ordinarios sin haber completado las metas establecidas o los objetivos académicos. En estos centros no se cuenta con los apoyos ni los recursos necesarios para mejorar su rendimiento académico, como es una atención personalizada, unos profesores especializados y un grupo de iguales donde se ayudan unos a otros. Pero también se dan situaciones de estudiantes con discapacidad que han padecido acoso escolar, lo cual no constituye el ambiente más deseable para avanzar de forma radical hacia sus metas académicas o profesionales», lamenta Enrique Grande, director general de Envera.
La discapacidad intelectual se expresa en la relación con el entorno. Por tanto, el crecimiento profesional de estos individuos depende tanto de la propia persona como de las barreras u obstáculos que se encuentre a su paso. «Si conseguimos que el ambiente en el que desarrollen sus habilidades sea el que ellos necesitan, las personas con discapacidad intelectual tienen menos dificultades para conseguir sus metas académicas y consiguen aprobar sin adaptaciones curriculares. De hecho, en Envera aprueban los exámenes y consiguen sacarse la educación secundaria obligatoria con el mismo temario que los estudiantes sin discapacidad», continúa Enrique Grande.
Disponer de la educación secundaria obligatoria es básico para romper la brecha y acceder a un abanico de oportunidades en las mismas condiciones que las personas que no presentan ninguna discapacidad. Lucía Pérez de Ayala es consciente de ello. Con 25 años y tras pasar por su centro educativo y asistir a realizar un curso no oficial en la universidad, comenzó a estudiar de nuevo la ESO. «En el colegio no conseguí graduarme con mis compañeros. Eso genera mucha frustración, pero es una situación mucho más insoportable si le sumas que fui víctima de bullying. Sin embargo, ahora lo he retomado y mis calificaciones académicas son muy positivas», explica Lucía. De hecho, su personalidad inquieta le ha llevado a dirigir un programa de radio sobre viajes.
La ESO permite acceder a un trabajo, seguir ampliando la formación académica o, como es el caso de Mario Sánchez, prepararse unas oposiciones. Mario forma parte del 98% de los alumnos de Envera que se sacan la ESO. Actualmente, forma parte del programa Destino Empleo de Envera, donde adquiere habilidades laborales y sociales que no se adquieren en las formaciones académicas y son fundamentales para trabajar, y también se prepara oposiciones a la administración pública. «Aprobar unas oposiciones me daría mucha satisfacción puesto que me demostraría a mí mismo que el esfuerzo de todos estos meses de estudio ha tenido su merecida recompensa y que estoy ahí por mis propios méritos y no porque alguien me haya puesto a dedo», comenta Mario.
Antes de proponerse este gran reto, Mario ha demostrado su valía realizando prácticas en el gabinete de Presidencia de la Comunidad de Madrid durante la presidencia de Cristina Cifuentes como resultado del convenio establecido por Envera con las consejerías de Vivienda, Transportes y, por primera vez en la historia con Metro de Madrid. «Yo era el encargado de asistir a los periodistas en las ruedas de prensa que se realizaba después de los consejos de gobierno», detalla. Al reflexionar sobre las enseñanzas que extrajo de esta experiencia, no duda en admitir que fue «muy gratificante» y que le enriqueció como persona.
Desarrollar prácticas como en organismos públicos adquiere una gran importancia en la trayectoria formativa de las personas con discapacidad intelectual. Permite conocer el funcionamiento de la administración para prepararse las oposiciones o mejorar currículum. Pero, sobre todo, es el germen para derribar barreras de prejuicios entre los propios funcionarios y la ciudadanía en su conjunto, haciendo de estas administraciones un ejemplo de inclusión y compromiso con la igualdad de oportunidades en el que las empresas pueden también verse reflejadas.
En cuanto a la universidad, ya las hay que incluyen en sus programas formativos un periodo de prácticas en los campus o en empresas externas ordinarias. Estas prácticas se plantean en la modalidad de empleo con apoyo, para lo que los estudiantes cuentan con preparadores laborales.
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