Papa emérito
Benedicto XVI: «Cuando miro atrás en mi vida, me siento feliz»
Ratzinger se siente frágil pero lúcido nueve años después de su renuncia
Con la conciencia tranquila y sabiendo que «muy pronto me presentaré ante el juez definitivo de mi vida», tal y como ha manifestado en su escrito público más reciente. Así afronta Benedicto XVI nueve años después su renuncia. Aquel 28 de febrero de 2013 tomó una decisión histórica, en tanto que se convirtió en el primer Papa en «abdicar» en 598 años.
«Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino», expuso en latín en un consistorio público que le escuchaba con perplejidad.
Lo cierto es que, según se ha sabido después, fue determinante la prohibición de su equipo de médicos para que viajara ese verano a Brasil a participar en la Jornada Mundial de la Juventud por una dolencia cardíaca. Pero tampoco se puede obviar que su decisión se produjo en un contexto de crisis eclesial, tanto por los abusos sexuales como por el escándalo Vatileaks, vinculado a la corrupción financiera de la Curia.
Sin embargo, esa frágil salud de hierro, acompañada de una vida de retiro y rutina, han permitido que el Papa emérito esté cerca de cumplir los 95 años. Quienes han podido visitarle en las últimas semanas certifican su debilidad física, pero subrayan su lucidez.
Aunque en un primer momento participó en alguna celebración pública por insistencia deFrancisco, poco a poco su recogimiento fue mayor, lo que no significa que haya permanecido aislado. El propio Papa argentino ha querido hacerle partícipe de sus decisiones más relevantes, incluso pidiéndole consejo sobre algunos documentos clave del pontificado para su revisión. Además, cada vez que ha convocado un consistorio, Jorge Mario Bergoglio ha acompañado a los nuevos cardenales para que recibieran la bendición de Ratzinger.
A eso se une el goteo constante de amigos que continúan acercándose al monasterio Matter Ecclesiae, su residencia vaticana, donde recibe los pertinentes cuidados de las consagradas de Memore Domini y su secretario personal Georg Gänswein.
Precisamente él se ha convertido en su portavoz en este tiempo, y también en el responsable de desmentir los no pocos rumores y acusaciones que han circulado en torno al Papa emérito. ¿La última? El informe histórico sobre abusos sexuales en Múnich, donde fue arzobispo cinco años antes de recalar en Roma, que le acusó de supuesta inacción en tres casos de sacerdotes pederastas.
Tras un malentendido inicial en su justificación, a través de una carta Benedicto XVI mostró «mi profunda vergüenza, mi gran dolor y mi sincera petición de perdón». En esas líneas, el anciano también llevaba a cabo un breve testamento vital: «Aunque pueda tener muchos motivos de temor y miedo cuando miro hacia atrás en mi larga vida me siento feliz, porque creo firmemente que el Señor no sólo es el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ya padeció mis deficiencias y por eso, como juez, es también mi abogado».
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