Covid-19
La Gran Muralla China no logra contener a Ómicron
Las infecciones van en aumento constante con cifras que se duplican cada cinco días. Shanghái es el epicentro del caos con más del 83% de los casos
Cruzando glaciares y praderas salpicadas de yaks negros, trenes cargados de suministros donados por la Región Autónoma del Tíbet salieron el domingo de la ciudad de Xigaze y de la capital regional de Lhasa rumbo a Shanghai y Jilin. En virtud de la Dana (generosidad en sánscrito y Palí), los tibetanos han querido mostrar su apoyo incondicional a la hambrienta metrópolis oriental y a la provincia nororiental, donando hasta 100 toneladas de carne de yak y 8.000 toneladas de agua potable.
Toda ayuda es poca para la ciudad portuaria de Shanghái, que lentamente va relajando el confinamiento de sus 26 millones de habitantes derivado del devastador brote del virus. Si la decisión de imponer un cierre en Wuhan a principios de 2020, una ciudad de 11 millones de habitantes, dejó al mundo atónito, la situación actual de la megalópolis no es para menos.
Los residentes de Guangzhou, con sospechas de ser los siguientes en ser confinados, observan aterrados los vídeos que inundan las redes donde, tras un mes de encerramiento los ocupantes de un bloque de apartamentos en el oeste de Shanghái cantaban angustiados desde sus ventanas mientras un perro robot patrullaba las calles y un pequeño dron con un altavoz trataba de sofocar su genuina protesta con un mensaje distópico: «Controlen el deseo de libertad de su alma y absténganse de abrir las ventanas para corear. Este comportamiento conlleva un riesgo de transmisión».
Las infecciones nacionales han ido aumentando de forma constante, con cifras que se duplican cada cinco días aproximadamente . Shanghai es el epicentro del brote, con más del 83% de los casos, aunque las cifras van aumentando en las provincias vecinas. Las pruebas masivas en la ciudad están descubriendo un número muy elevado de casos asintomáticos, lo que sugiere que otras regiones con menores tasas de tests, probablemente convivan con un gran número de casos no detectados.
En Shanghai, la solución inicial fue confinar primero la parte oriental de la ciudad y, cinco días después, levantar las restricciones allí e imponerlas en la parte occidental. Era la manera en que las autoridades locales trataron de minimizar el impacto económico del estricto confinamiento. No sólo es el centro financiero de China, su bolsa es la segunda más importante después de la de Hong Kong, sino que su puerto es también el mayor del mundo. Por sí sola, representa casi el 20% del total de las importaciones y exportaciones de China.
Pero la variante Omicron tiró por los suelos esta estrategia. Las autoridades sanitarias han reconocido que se han visto desbordadas por esta mutación del virus, mucho más contagiosa que la cepa Sars-CoV-2 original.
El cierre total ha interrumpido la cadena logística de suministro de la ciudad, que ayuda a los residentes a satisfacer sus necesidades básicas. Por ello, muchos se han afanado en organizar grupos de compra, un fenómeno similar al que se produjo en Wuhan y en otras ciudades del mundo al inicio de la pandemia, donde se impusieron estrictos cierres. Grupos de vecinos se ponen de acuerdo en WeChat y otros sistemas de mensajería, utilizando hojas de cálculo compartidas para hacer pedidos masivos de alimentos básicos. Los comercios con mercancía disponible anuncian sus productos en redes sociales, tratando de coordinar el reparto.
Sin embargo, hay pocos distribuidores y tienen dificultades para satisfacer la demanda, a pesar de haber anunciado un aumento de sus servicios en las últimas semanas. Esta es una de las razones por las que los pedidos en grupo son tan importantes: permiten optimizar la entrega de más material y repartirlo entre los participantes.
Al entrar en contacto con los clientes, los mensajeros no pueden volver a sus casas ni utilizar los centros donde se reúnen las personas positivas. Por ello, muchos duermen en lugares protegidos al aire libre bajo puentes y pasos elevados, con sacos de dormir.
Las autoridades sanitarias de la ciudad también han sido muy criticadas por decidir separar a los niños que dan positivo de sus padres, si bien acaban de dar marcha atrás en esta decisión. Las fotos de criaturas llorando en centros médicos, cuya autenticidad es discutida por las autoridades, han sido ampliamente difundidas en redes sociales chinas y censuradas rápidamente:
Impactante también el hecho de que hayan matado a mascotas mientras llevaban a sus dueños a centros de cuarentena.
El Ejército, vigilante
El Gobierno chino ha enviado al Ejército a algunas zonas para controlar la situación y, sobre todo, para asegurarse de que los positivos respeten el aislamiento en los centros dedicados a este fin. La policía utiliza palos especiales similares a horquillas para detener a las personas que no respetan las normas.
Para ir relajando este encierro, la ciudad se ha dividido en miles de pequeñas zonas, a cada una de las cuales se le asigna un nivel de gravedad, de tres disponibles. El lunes 11 de abril, por ejemplo, una reducción parcial de las restricciones afectó a unas 7.500 zonas en las que no se habían detectado nuevas infecciones en las dos semanas anteriores. Si aparece un solo caso positivo, las autoridades locales deben reintroducir las restricciones más estrictas y cerrar el área.
Las severas medidas también afectan al sector financiero. Ya a principios de marzo, los bancos de inversión y las empresas de valores ofrecieron a sus empleados vivir en sus oficinas para evitar el riesgo de quedarse aislados en casa y poder prestar al menos unos servicios mínimos a los clientes. Analistas creen que las numerosas ineficiencias en la gestión de la crisis sanitaria actual pueden estar afectando a la popularidad del presidente chino, Xi Jinping.
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