Hostelería
Joaquín Estalrich levantó hace 63 años los cimientos del Restaurante Sur, en la cala Granadella de Jávea. Hoy, con 92 años cumplidos mira asombrado cómo por la sala principal de su local un robot camarero va de mesa en mesa llevando y trayendo platos. La idea fue de su hijo José, actual copropietario de esta casa de comidas, que se prepara ya para la temporada veraniega. «Mi planteamiento de vida siempre ha sido muy darwiniano: quien sobrevive es el que mejor se adapta, no el más fuerte. Así que introducir este tipo de tecnología es fundamental y creo que de gran utilidad», explica a LA RAZÓN.
Contactamos con él en plena polémica sobre la escasez de camareros para hacer la temporada estival. Durante las últimas semanas se ha escuchado en diferentes medios cómo hosteleros protestaban por la falta de demanda y la abrumadora oferta que ya comienza a arrancar. Por eso, surge la duda si ante la ausencia de personal en restauración serán los robots quienes desempeñen las funciones que hasta ahora realizaban los humanos. «Son dos cosas diferentes. Es cierto que en zonas como Levante, es súper complicado encontrar camareros. En primer lugar, porque cada vez hay más demanda y, a su vez, menos gente interesada en trabajar en el sector. No creo que sea por el salario porque aquí ocurre como en todos los sitios. Hay esclavizadores que pretenden pagar la hora a tres euros y quienes nos preocupamos por nuestros empleados», apunta José.
Además, añade que el hecho de que se haya reactivado la construcción en la zona hace que la gente prefiera trabajar en la obra que los fines de semana en hostelería. «Aún así, yo no he comprado un robot para sustituir a mis camareros, sino para ayudarles y que su trabajo pueda desarrollarse de manera más cómoda», matiza.
En su restaurante trabajan entre cinco y doce camareros, dependiendo de la temporada, y lo que hará «Bellabot», como se llama al androide que desde hace diez días pulula por el restaurante, será complementar las labores de su equipo: «Hará las funciones de lo que aquí denominamos ‘’runner’', es decir, el que se encarga de llevar y traer platos a la cocina. Nosotros tenemos un pasillo de unos 25 metros y es un trabajo duro tener que recorrerlos cargados de cinco o más platos. El robot puede hacerlo en lugar de ellos y encima llevar muchos más platos», detalla. Su intención es que así, al aligerar a sus empleados de esta labor, ellos podrán dedicarse en dar una atención más calmada y profesional a su clientela.
Alta tecnología
«El trato humano es fundamental y eso nunca se va a cambiar por la tecnología. En mi casa nunca vamos a perder el contacto con la clientela», asevera.
José, que además de ser hostelero es un “tecnoadicto” en toda regla. Amante de la inteligencia artificial, se autodenomina «friki en toda regla». Él mismo ha estado presente en toda la preparación que se requiere para instalar un aparato de este tipo. «Primero se mapeó todo el restaurante y se marcaron los puntos de origen y de partida. Yo me dediqué a marearle, cambiarle las mesas, me ponía en medio para que se detuviera... y la verdad que funciona de lujo», asevera.
Y es que, mientras que en algunos locales de «fast food» ya se habían visto varios de estos robots recorriendo raíles por todo el restaurante, lo cierto es que en los negocios más familiares como el de José comienzan ahora a implantarse. Pepe Muñoz es el comercial valenciano de la empresa Muzybar Computer, encargada de distribuir a «Bella» por toda la geografía española. Fabricados por la empresa Pudu, asegura este joven que las peticiones se han disparado en los últimos meses. «Fue como hace cinco meses cuando llegó el pelotazo, sobre todo en el sector de la hostelería. En Europa nos llevan ventaja, incluso hay grandes superficies en las que ya están completamente integrados», afirma.
Él también asegura que esto, en ningún caso, debe verse como una amenaza para los camareros, que «simplemente sirven para realizar las tareas más desagradecidas como limpiar los platos o realizar los traslados y así, el camarero pueda dedicarse a atender al cliente que es lo que debe hacer». Eso sí, asegura que no es un producto fácil de utilizar y por ello, además de la venta de cada unidad por 12.000 euros, ofrecen paquetes de formación y mantenimiento de «Bella».
La tecnología que ofrece el androide deja perplejo: «Lleva radares de mapeo, sensores en tres dimensiones mediante los cuales detecta lo que se pone alrededor y lanza hasta 5.400 escaneos por minutos, desvía la trayectoria, va más lento o más rápido en función de las necesidades, incluso puede reaccionar si, por ejemplo, se le toca las orejas. También hay algunos modelos que pueden interactuar».
De hecho, los primeros clientes del Restaurante Sur que se han topado con «Bella» se han quedado «alucinados, no podían cerrar la boca. Incluso, algún niño se ha levantado de la mesa para abrazarlo. La gente, en general, no paraba de hablar de ello. Estaban muy sorprendidos», reconoce José.
Según la experiencia de Pepe, ya hay restaurantes que le han contratado hasta tres ejemplares,» pero vamos, que si el local es muy grande puede haber muchos más y se configura para que entre ellos no choquen». José, de momento, está pensando en gestionar una especie de «renting robótico», es decir, pagar entre 250 y 500 euros mensuales. «Y quiero recalcar que es un error quien pretenda quitar a personal para poner a robots. Puede que en ciertas cadenas de comida más impersonales funcione, en la hostelería no lo hará»
De China a Valencia
Desde Valencia nos atiende Eric Yan, uno de los pioneros en España en introducir robots en la hostelería. Incluso tiene su propia marca registrada. Actualmente regenta el Robot Crensa, pero en breve se mudarán a uno más grande en el centro comercial Bonaire que se llamará Sushitokyo: «En 2019 puse en pie el negocio y es un absoluto éxito. Tenemos dos robots que trabajan junto a los camareros humanos, que antes de la pandemia eran cuatro. Nadie quiere sustituirlos, son un complemento para quitarles el trabajo físico más costoso», apunta este empresario.
Asegura que las máquinas reducen la carga de esfuerzo del camarero hasta un 40%, y que por eso no pueden ser vistos como una amenaza sino como una oportunidad. «También las lavadoras ayudan a no tener que lavar la ropa a mano», espeta.
En su nuevo local, que verá la luz en septiembre, habrá más androides, incluso ofrecerán «show» de robots con bailes y sorpresas. «También interactuarán con los clientes, va a ser un concepto de lujo, innovador. No hay nada igual en España», apunta Yan que, a su vez, se ha convertido en distribuidor de estos robot importados de China: «Se pueden conseguir desde un modelo básico por 3.000 euros a ejemplares de 10.000», concluye antes de ponerse a atender a su clientela, ya que los robots, de momento, no tienen el encanto de su propietario para conseguir comensales fieles.