Enfermeros escolares
«Educar en un colegio en salud para evitar enfermedades es una mina»
Los profesionales de enfermería, insuficientes en las escuelas, no se limitan a tareas asistenciales: su labor para evitar patologías futuras es fundamental
Aunque su presencia en las aulas es mucho más reducida de lo que sería deseable, la existencia de un profesional de enfermería en los colegios es básica no sólo para atender enfermedades crónicas o posibles casos puntuales que surgen las aulas en el día a día, sino también por su labor para desarrollar una función preventiva, evitando posibles problemas futuros de salud. Este hecho implicaría a la larga un importante ahorro en el sistema sanitario, porque se podrían detectar enfermedades de forma precoz o poner freno e incluso evitar problemas futuros relacionados con las drogas o el alcohol, por ejemplo.
Aunque en el imaginario colectivo se piensa en la enfermera escolar como alguien que pone tiritas o administra medicinas, en realidad su labor es muchísimo más ardua y compleja. Debido a la pandemia de covid su figura se ha hecho más visible para algunos miembros de la comunidad educativa, pero mucho antes de ella su trabajo comprendía un sinfín de actividades en un montón de frentes.
Estefanía Gutiérrez es enfermera en el colegio Altamira de Madrid. Reconoce que los días en los que no la visita ningún niño «son rarísimos», ya que suele tener entre 9 a 10 pequeños «clientes» todos los días. Hay niños que acuden a ella porque les pican los ojos debido a la alergia, caídas en el recreo o en gimnasia, torceduras de dedos, muchas hemorragias nasales (incluso varias veces el mismo día), con la covid muchos síntomas compatibles con el virus, brotes gastrointestinales, en los más pequeños la enfermedad de boca-mano-pie (una patología vírica frecuente en niños de corta edad)... También hay casos más peliagudos, como menores con problemas cardiacos, diabetes o que sufren crisis epilépticas.
Estefanía pasó los primeros meses de la pandemia en una residencia de ancianos y en una unidad de críticos de covid. «Mi sensación era terrible en los últimos meses, pero llegué al colegio y me curé emocionalmente, en el colegio solo hay vida», asevera. «Los niños me conocen por mi nombre, y con los más asiduos hay una relación más cercana». E incluso algunos se atreven a bromear con ella: «Pues ya estoy otra vez aquí, si es que soy un pupas», le comentó riendo un pequeño esta semana.
Esta profesional señala que «en principio la mayoría de los niños están sanos y no tiene que pasar nada» durante la jornada escolar, pero ante casos más serios «a un profesor no le puedes pedir la responsabilidad de que mantenga la calma en una situación totalmente desconocida para ellos. Puedes tener a un niño que se te desploma por una crisis convulsiva, una arritmia... Los profes deben mantener la calma con el resto de los niños que están presenciando eso y al mismo tiempo actuar frente al niño, que requiere primeros auxilios», por eso asegura sin dudar que «todos los coles deberían tener enfermera».
Pino Álvarez es enfermera referente de centros educativos en Huelva, y ha trabajado como coordinadora covid. Asegura que la pandemia «nos ha dado la oportunidad de que se vea la necesidad de la enfermera escolar, nos ha hecho más visibles, pienso que es el inicio de que esta figura se afiance y crezca». Reconoce que estos meses atrás ha vivido momentos muy duros: «Ha sido una experiencia bestial, había días en que estaba al teléfono a las dos de la mañana intentado tranquilizar a unos y a otros y, al mismo tiempo, a ti misma», pero también ha habido cosas positivas.
El mejor recuerdo que tiene de los meses de pandemia fue cuando llegó por fin la hora de vacunar a los profesores: «Verles la cara de felicidad, mirándote como si les estuvieras salvando la vida... Fue una jornada muy gratificante», asegura.
Otra de las tareas que más la satisfacen es su participación en programas de prevención y promoción de la salud, que tienen distintas líneas (sexualidad, uso de las tecnologías, drogodependencias, autocuidados, higiene, hábitos saludables), y que tienen una gran acogida entre los estudiantes.
Patricia Saugar, enfermera de quirófano que ha trabajado tres años en un colegio, coincide con su compañera en la importancia de esos programas. «Los niños son la población en la que hay que incidir, hay que educar para no cargar el sistema sanitario y evitar enfermedades» que luego hay que tratar. «Eso en un colegio es una mina, porque los enseñas desde chiquititos», resalta. Además, los cursos suponen para los menores salir de la rutina académica, y en ellos se sienten más libres para plantear preguntas que no se atreven a formular a sus padres o profesores.
A Patricia la contrataron en un colegio concertado por una niña con diabetes. «Era un caso complicado», porque los niveles de glucosa «se le descompensaban mucho», cuando hacía deporte, cuando tenía el período... «La profesora que se hizo cargo de ella en un primer momento estaba agobiada, se estaba haciendo cargo de algo para lo que no estaba preparada», afirma. «Es mucha responsabilidad para los maestros», subraya.
Pese a que solo permanecía una hora en el centro escolar, coincidía con el recreo, cuando la niña tenía los niveles de glucosa más alterados, y así también podía controlar las raciones de su comida, que llevaba desde casa. «Si tenía que tomar seis raciones traía nueve, diez, once...». La familia era extranjera y ella tenía que superar la barrera del idioma y cultural al enfrentarse a la diabetes. «A veces me sentía como la Guardia Civil», bromea Patricia, porque la familia tenía miedo no del peligro que suponía para la niña no cuidarse, sino de que ella les recriminase su actitud. Para ellos era difícil de entender la importancia de cuidar la alimentación en un caso como el suyo. «No servimos solo en crisis, la tarea preventiva es fundamental», subraya.
Tranquilidad para los padres
Noelia Craquis conoce bien la importancia de contar con un profesional de enfermería, ya que a su hija le diagnosticaron diabetes a los seis años. En esa época la tenían que pinchar insulina con bolígrafo y jeringa, y la niña no podía hacerlo sola por su edad. Los profesores del colegio en el que estudiaba se negaron a asumir esa tarea, por lo que la niña tuvo que pasar 15 días en casa tras el alta hospitalaria.
En ese tiempo Noelia luchó porque pusieran un profesional en el colegio, un centro público, «pero no quisieron». Al finalla solución fue cambiar a la niña de escuela, pero «ella no le entendió», recuerda Noelia, «nos preguntaba por qué la quitábamos del colegio, de sus amigos, decía que a ella no le dolía nada...». «Con seis años eso no lo entiendes», se lamenta su madre.
Cuando por fin consiguieron un nuevo colegio que contara con profesional de enfermería también tuvieron que luchar para extender su horario, ya que solo estaba por las mañanas. «Cada cosa que hicimos fueron obstáculos y trámites», asevera esta madre. Finalmente, consiguieron que hubiera una enfermera toda la jornada. «Fue un descanso, supuso mucha tranquilidad», reconoce Noelia.
Silvia Egea, madre de dos niños de 3 y 7 años, coincide en que se trata de «un servicio esencial y fundamental para los padres, tanto si sus hijos tienen enfermedades como si no». En su caso, la han mandado correos electrónicos en caso de haber alguna incidencia, y si ha sido algo más serio la han llamado por teléfono. Uno de sus hijos toma medicación para evitar sufrir ataques epilépticos, «pero los enfermeros del colegio tienen fármacos por si sufre una crisis, y me quedo más tranquila si se los ponen ellos».
Aunque ahora desempeña su labor en el servicio de Urgencias de un hospital, Teresa Cebrián trabajó en dos colegios de Ceuta durante un año (ya que en esta ciudad este profesional es compartido por varios colegios de la misma zona). A su llegada se encargó de conocer a los niños con patologías y se entrevistó con sus padres para solicitarles autorización en caso de tener que asistirlos en situaciones de urgencia.
Apasionada de la docencia, recuerda que con la llegada de la covid «expliqué a los más chiquitines la importancia de lavarse las manos con un truco que vi en internet y a ellos les impactó».«Me decían: voy a lavarme las manos para quitar todos los bichitos», recuerda. También se preocupaba por la salud del profesorado, les tomaba la tensión, les preguntaba cómo estaban... «aún seguimos quedando para tomar café y todo», señala.
No obstante, lo que más le gusta de su trabajo «son los niños, son maravillosos, verles sus caras...». «Cuando iba a darles los talleres me preguntaban ¿te toca aquí, te toca aquí?», con una gran ilusión porque ese día estuviera en su clase. «Son divinos», sentencia Teresa.
La salud mental
Otro de los aspectos positivos de la presencia de enfermeros en los colegios llega desde el punto de vista social y psicológico. Así lo señala Patricia Alba, supervisora y encargada de calidad de la empresa social SchoolNurses: «Apostar por la salud está demostrado científicamente que mejora el rendimiento académico y reduce el absentismo escolar». Además, que los niños tengan un mayor conocimiento de las enfermedades a través de cursos y talleres que se imparten en los centros «se traduce en individuos más empáticos, tolerantes y menos discriminadores», señala Patricia.
No hay que olvidar que los casos que tratan los profesionales de enfermería no son solo físicos, sino también psicológicos, y en su caso «las problemáticas de salud mental de los alumnos han sido las más complicadas de gestionar». Por eso en estos casos se vuelca, y aunque «los niños puedan llegar a la enfermería llorando desconsolados, cuando se van sonriendo y alegres es una gran sensación».
Está claro que a más de un pequeño le gustó su paso por la enfermería, porque las excusas para acudir a ella son de lo más llamativas. Así, Patricia recuerda «a un niño que se metió piedras en los oídos para venir a verme, o a un «gamberrete» de seis años que venía con una fresa en la boca diciendo que se había mordido la lengua y quería que llamáramos a sus padres».
«Implantar la enfermera escolar costaría solo entre 16 y 20 euros por ciudadano»
El Sindicato de Enfermería SATSE lleva mucho tiempo reclamando la implantación generalizada de la enfermera escolar en todos los centros educativos y, junto a profesores (ANPE), padres y madres y el Foro Español de Pacientes, constituyó hace tres años la Plataforma Estatal de Enfermera Escolar.
Fuentes del sindicato señalan a LA RAZÓN que «lamentablemente, en la actualidad la implantación de la enfermera escolar es minoritaria y claramente insuficiente en España, a diferencia de otros países, como Reino Unido, Francia o EE UU, en los que lleva años realizando su labor asistencial y de cuidados con beneficios contrastados».
Desde SATSE entienden que el motivo principal por el que el Gobierno y las consejerías de Educación y Sanidad de las autonomías no se deciden a generalizar esta figura en los centros escolares es meramente económica, «cuando sólo tendría un coste estimado de 16-20 euros al año por habitante».
La organización considera este coste «irrisorio» si se compara «con los beneficios que supone contar con una enfermera o enfermero por los miles de millones de euros que generan a nuestro sistema sanitario público distintos problemas de salud que este profesional puede prevenir».
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