Alta dependencia

España lidera el consumo europeo de ansiolíticos

La falta de psicólogos en la sanidad pública impide que se realicen terapias para abordar problemas mentales de manera precisa

Benzodiacepinas
BenzodiacepinasTania Nieto

Los expertos llevan años alertando sobre el consumo de ansiolíticos en España, en particular las benzodiacepinas, entre las que se incluyen Diazepam (Valium),Trankimacin o Lorazepam (Orfidal). De acuerdo con un estudio publicado en 2013 en la «Revista Española de Salud Pública», el uso de ansiolíticos e hipnóticos en nuestro país pasó de 56,7 dosis diarias cada 1.000 personas en el año 2000 a 82,9 en 2011, un aumento de más del 40%.

La OMS, la Unión Europea y la mayoría de los organismos nacionales, llevan años señalando que la salud mental es uno de los aspectos más preocupantes de cara al siglo XXI. Tanto es así que los trastornos relacionados con la salud mental son los trastornos no mortales con mayor impacto a nivel europeo pues constituyen un tercio de la carga de morbilidad. De hecho, solo en términos económicos, los trastornos mentales (o el fallo en abordarlos adecuadamente) produce una pérdida de 15 billones de euros.

En Europa, los trastornos mentales son, con mucho, los principales contribuyentes a las enfermedades crónicas que afectan a la población y son la causa principal, más de un tercio, de años vividos con discapacidad (AVD) en Europa, según un estudio publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health. En esta misma investigación se destaca que la brecha entre la necesidad de tratamiento de los trastornos mentales y su tratamiento propiamente dicho es visible en todo el mundo.

En los países de ingresos bajos y medios, entre el 76 % y el 85 % de las personas con trastornos mentales graves no reciben tratamiento para sus problemas de salud mental, mientras que en el «primer mundo» las cifras llegan al 50%.

Es evidente que no se trata solo de España… y aún así hay factores, muchos, que contribuyen a que encabecemos esta lista. Vamos por partes. Si en 2011 el consumo de ansiolíticos estaba en 82,9 dosis diarias por cada mil habitantes, en 2020 las cifras han aumentado, aunque no al mismo ritmo. De acuerdo con el último informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), dependiente de Naciones Unidas, el consumo actualmente llega a las 110 dosis diarias, mientras que en Bélgica, que ocupa el segundo lugar, alcanzan las 84 y nuestros vecinos lusos se sitúan en las 80 dosis diarias por cada mil habitantes.

Opiáceos ricos en morfina

Sin duda la pandemia ha tenido mucho que ver con este aumento, pero eso ha ocurrido a nivel global y no es un factor endémico por decirlo de algún modo. Un informe de la Organización de Consumidores (OCU) afirma que las benzodiacepinas son los medicamentos a los que más se recurre para tratar el insomnio o la ansiedad y la mayoría de las veces son la única alternativa que se le ofrece al paciente. Y aquí se vislumbra uno de los factores clave.

Tan solo cinco de las 17 comunidades autónomas de España reconocen la figura de psicólogo clínico y la han incorporado en la Atención Primaria: Baleares, Cataluña, la Comunidad de Madrid, Asturias y Andalucía. En total, hay 936 psicólogos clínicos en Atención Primaria en toda España. Si a esto le sumamos que en nuestro país hay unos seis psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes (un tercio de la media europea con países com Finlandia con más de 100 psicólogos clínicos, Francia y Alemania con casi 50 y Grecia con 9), comenzamos a comprender más el panorama. Pero falta abrir aún más el telón para ver el escenario completo.

Según datos del Ministerio de Sanidad que recoge la OCU, más de un tercio de los españoles tiene problemas de salud mental y desde que comenzó la pandemia, el 25% de las consultas en atención primaria están vinculadas a la salud mental, siendo los trastornos más frecuentes la ansiedad, la depresión y los trastornos por somatización, tanto que según datos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la pandemia ha duplicado los casos.

Obviamente una solución efectiva sería contar con los profesionales adecuados para este tipo de trastornos. Eso, según los expertos, contribuiría a reducir notablemente el consumo de ansiolíticos y tendría un impacto positivo en nuestra salud mental.

Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense y presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), ha realizado un ensayo clínico en más de 20 centros de salud de ocho comunidades autónomas con más de 1.000 pacientes con ansiedad. Sus resultados mostraron que, entre aquellos que recibieron atención psicológica, el 70% dejó de padecerla y el 50% logró una recuperación óptima, mientras que en quienes solo fueron tratados con fármacos, el porcentaje de recuperación bajó al 10%. Cano Vindel en su estudio explica que con el tratamiento de expertos no solo mejoraría nuestra salud mental, también se reduciría notablemente el gasto en ansiolíticos y sedantes: en torno a 23.000 millones de euros anuales vinculados directa o indirectamente con el consumo de benzodiacepinas.

Finalmente hay otro actor en esta obra: la morfina. Según la AEMPS el consumo de fármacos opioides en receta aumentó un 80 por ciento en ocho años en España. Y si en Estados Unidos ya es una epidemia de la que alerta la OMS, en España no vamos muy lejos. España es el tercer país del mundo con mayores existencias de materias primas de opiáceos ricas en morfina, detrás de Turquía y Francia. De hecho estamos entre los 5 países que concentramos el 90%, de las existencias mundiales de materias primas de opiáceos ricas en morfina. Y, el consumo de opiáceos es otra lista que tampoco queremos encabezar, por lo que algo hay que hacer. Pronto.

Más ellas que ellos

Es necesario aumentar el número de psicólogos clínicos en el sistema sanitario español. Eso puede contribuir drásticamente en nuestro bienestar mental y en una reducción notable en el consumo de ansiolíticos.

Las benzodiacepinas actúan sobre el cerebro ralentizando el paso de información entre las neuronas. Si bien es un neurotransmisor inhibitorio en el cerebro maduro, sus funciones son excitatorias en el cerebro.

Según la Encuesta sobre el Uso de Drogas en Enseñanzas Secundarias (Estudes), un 13,6% de los adolescentes consumen estos psicofármacos –ellas casi el doble que ellos– y el 7,2% lo hace sin receta médica.

Generan dependencia, crean tolerancia por lo que con el tiempo su eficacia es menor. También pueden provocar somnolencia, dificultad para concentrarse, mareos, así como debilidad muscular.