Tratamiento
Alopecia areata: así es la nueva esperanza contra la calvicie
Científicos del Instituto Salt encuentran un vínculo sorprendente entre el sistema inmunológico y el crecimiento del cabello
España es segundo país del mundo con mayores índices de alopecia. Un 42,6% de los hombres en nuestro país sufren caída severa del cabello, siendo tan solo superados por la República Checa. Estas cifras tan elevadas han provocado que, en nuestro país, la preocupación por la caída del cabello sea cada mes más creciente.
Una persona pierde al día entre 100 y 150 pelos al día, dato en absoluto preocupante si se tiene en cuenta que se tienen unos 100.000 pelos de media. Sin embargo, existen personas a las que la caída del cabello les es más acusada. Si al tirar del cabello se desprenden más de dos o tres pelos, puede considerarse, según los expertos, que la caída está siendo más intensa de lo normal.
En el 98% de los casos se debe a la alopecia androgénica, una patología que afecta principalmente a los varones y que cuenta con varias opciones de tratamiento. La alopecia areata, sin embargo, es más difícil de tratar. Se trata de una enfermedad autoinmune, es decir, que ocurre cuando es nuestro sistema inmunitario el que ataca al propio cuerpo, y que puede afectar a hombres y mujeres a distintas edades.
Ahora, científicos del Instituto Salk de Estudios Biológicos, en Estados Unidos, han descubierto un objetivo molecular inesperado de un tratamiento común para la alopecia auntoinmune en la cual el propio sistema inmunitario ataca a los folículos pilosos y provoca la caída del pelo. Sus hallazgos se han publicado recientemente en la revista ‘Nature Immunology’.
“Durante mucho tiempo, las células T reguladoras se han estudiado por cómo disminuyen las reacciones inmunes excesivas en las enfermedades autoinmunes”, explica el autor de la investigación Ye Zheng, profesor asociado en el Centro NOMIS de Inmunobiología y Patogénesis Microbiana del Salk.
“Ahora hemos identificado la señal hormonal ascendente y el factor de crecimiento descendente que realmente promueven el crecimiento y la regeneración del cabello de forma totalmente independiente a la supresión de la respuesta inmunitaria”, indica el profesor Ye Zheng.
Los científicos no empezaron estudiando la caída del cabello. Estaban interesados en investigar el papel de las células T reguladoras y las hormonas glucocorticoides (hormonas esteroides derivadas del colesterol producidas por la glándula suprarrenal y otros tejidos) en las enfermedades autoinmunes. Primero investigaron el funcionamiento de estos componentes inmunitarios en la esclerosis múltiple, la enfermedad de Crohn y el asma.
Descubrieron que los glucocorticoides y las células T reguladoras no funcionaban conjuntamente para desempeñar un papel importante en ninguna de estas enfermedades. Así que pensaron que tendrían más suerte buscando entornos en los que las células T reguladoras expresaran niveles especialmente altos de receptores de glucocorticoides (que responden a las hormonas glucocorticoides), como en el tejido cutáneo. Los científicos indujeron la caída del cabello en ratones normales y en ratones que carecían de receptores de glucocorticoides en sus células T reguladoras.
“Después de dos semanas, observamos una diferencia notable entre los ratones: a los normales les volvió a crecer el pelo, pero a los que carecían de receptores de glucocorticoides apenas les creció”, dijo Zhi Liu, coautor del estudio y becario postdoctoral del laboratorio de Zheng. “Fue muy sorprendente, y nos mostró la dirección correcta para avanzar”. Los hallazgos sugirieron que debe haber algún tipo de comunicación entre las células T reguladoras y las células madre del folículo piloso para permitir la regeneración del cabello.
Utilizando diversas técnicas para monitorear la comunicación multicelular, los científicos investigaron entonces cómo se comportaban las células T reguladoras y los receptores de glucocorticoides en muestras de tejido cutáneo. Descubrieron que los glucocorticoides ordenan a las células T reguladoras que activen las células madre del folículo piloso, lo que conduce al crecimiento del cabello.
Esta interrelación entre las células T y las células madre depende de un mecanismo por el que los receptores de glucocorticoides inducen la producción de la proteína TGF-beta3, todo ello dentro de las células T reguladoras. El TGF-beta3 activa entonces las células madre del folículo piloso para que se diferencien en nuevos folículos pilosos, promoviendo el crecimiento del cabello. Otros análisis confirmaron que esta vía era completamente independiente de la capacidad de las células T reguladoras para mantener el equilibrio inmunitario.
Sin embargo, las células T reguladoras no suelen producir TGF-beta3, como ocurrió en este caso. Cuando los científicos escudriñaron las bases de datos, descubrieron que este fenómeno se produce en el tejido muscular y cardíaco lesionado, de forma similar a como la depilación simuló una lesión del tejido cutáneo en este estudio.
En los casos agudos de alopecia, recuerda Zheng, las células inmunitarias atacan el tejido de la piel y provocan la caída del cabello. El remedio habitual es usar glucocorticoides para inhibir la reacción inmunitaria en la piel para que no sigan atacando los folículos pilosos.
Los científicos descubrieron que las células T reguladoras y las hormonas glucocorticoides no son solo inmunosupresores sino que también tienen una función regeneradora. “La aplicación de glucocorticoides tiene el doble beneficio de activar las células T reguladoras en la piel para producir (la proteína) TGF-beta3, estimulando la activación de las células madre del folículo piloso”, dijo Zheng.
En futuros trabajos, los científicos observarán otros modelos de lesiones y aislarán las células T reguladoras de los tejidos lesionados para controlar los niveles elevados de TGF-beta3 y otros factores de crecimiento.
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