Religión

Cuando el fútbol es también una parroquia solidaria

Los nuevos dueños del Sporting de Gijón levantaron una iglesia junto a un estadio en México y lideran un voluntariado pionero para jugadores

Laura Kalb, presidenta de «Ganar sirviendo», en Madrid
Laura Kalb, presidenta de «Ganar sirviendo», en MadridAlberto R. RoldánLa Razón

Alejandro Irarragorri llevaba tiempo queriendo comprar un equipo de fútbol en España. Desde hace apenas un mes es el propietario del Sporting de Gijón, que ya forma parte de Orlegi Sports, una compañía que cuenta en su haber con otros dos clubes en México. Y un lema: «Ganar sirviendo». Un estilo de vida, que lejos de ser «un mero proyecto de responsabilidad corporativa o una mera fundación», busca ser una escuela de solidaridad basada en el humanismo cristiano que empapa el día a día del terreno de juego. Es más, cuando levantaron el estadio del Club Santos Laguna, construyeron en 2009 en los terrenos anexos la parroquia de Todos los Santos para la diócesis de Torreón, la primera en el mundo dentro de un complejo deportivo.

Al frente de todo este engranaje que dota de alma al negocio del fútbol, se encuentra Laura Kalb, esposa de Irarragorri y presidenta de la asociación «Ganar sirviendo» «Siempre tuvimos la inquietud de hacer algo más que trabajar. Desde niña, crecí con una madre que me inculcó el valor de hacer algo por los demás», expone una mexicana de pura cepa, que tiene grabado a fuego su primera experiencia de voluntariado: «Mi abuela fundó un dispensario de medicamentos para personas con bajos recursos a la que se sumó después una pequeña tienda de ropa solidaria, de la que se encargaba mi madre. Lo poco que yo podía hacer entonces era ordenar las medicinas que donaban en botes».

Por eso, cuando Irarragorri decidió «emprender con un impacto positivo en la sociedad» el balón y los cuatro postes se erigieron como aliados para ella. «Los dos somos futboleros y sabemos que es entretenimiento y vehículo para impactar a la sociedad». Así es como Laura se empeñó en que todos los futbolistas y demás trabajadores de los equipos participen en cualquiera de los programas de ayuda a colectivos excluidos de Orlegi. «Lo nuestro no es postureo y no acabamos de ver esa dinámica de ir a hacerse una foto a un hospital, firmar camisetas y marcharse a los dos minutos», expone esta licenciada en Comunciación Humana que ha logrado implicar lo mismo al cuerpo técnico que las familias de los jugadores y a los aficionados, convencida de que «todos, ganamos sirviendo dentro y fuera de la cancha, de la oficina, de la casa…».

«Con los jóvenes en la cantera no hay el más mínimo problema para participar, porque tienen integrada esta cultura desde las categorías inferiores», apunta esta madre de tres hijos, a la vez que reconoce que «con los grandes fichajes , en algún caso hay resistencias, pero en cuanto ven cómo funcionamos, cambian». De hecho, desvela que «alguno se ha subido conmigo al coche para ir a los proyectos a regañadientes, furiosos y acordándose de mi madre. Cuando se topan con la realidad, se suman».

La puerta cerrada

Entonces, ¿se trata de caridad impuesta contrato? «La palabra voluntariado se puede asociar a la idea de ‘no obligatorio’, pero yo siempre la presentó ligada a ‘voluntad’. No les vamos a obligar si no quieren, pero sí buscamos la manera de que propiciar situaciones para que se sumen», apunta.

Y pone una prueba sobre la mesa: la visita a una casa hogar que hicieron hace unos años como equipo visitante. «Llegamos, saludamos, nos agradecieron la visita y al poco nos querían despedir. Yo me negué e insistí en que los futbolistas compartieran diálogo y juegos con los chavales». Entonces, les enseñaron todo el centro salvo una sala que permanecía cerrada. «Allí estaban los niños con deformidades y me empeciné en adentrarnos. Tal fue el efecto que causó en ellos que uno, Darwin Quintero, pidió quedarse solo con un bebé que habían abandonado en un basurero. Cuando regresamos a buscarle para irnos me dijo que quería adoptarlo». Lamentablemente, por los complejos procesos de adopción no fue posible, pero a partir de ahí el compromiso de esta estrella colombiana con la casa hogar fue mayúsculo: mandó al poco tiempo un contenedor de juguetes y ropa, después financió las obras de rehabilitación…

«Cuando ves en primera persona una situación de necesidad, te toca el corazón y te lo activa para que seas voluntario por voluntad», insiste Laura. Con el verbo «servir» por bandera, uno de los más repetidos por Jesús en el Evangelio, cuando durante las primeras semanas de la elección de Francisco, vio que el Papa insistía una y otra vez en que «el verdadero poder el servicio», Laura reconfirmó que le unía al pontífice algo más que su pasión por el deporte rey: «Es fabuloso que el Papa tenga la palabra servir como eje, algo que nos dicen todas las religiones, no solo el cristianismo. Me siento totalmente identificada con él, y me da pena, como él ha manifestado, que frente a esa capacidad de servicio y de unidad que demostramos en la pandemia, hayamos vuelto a ser tan individualistas, intolerantes… Servir se trabaja cada día».

A pesar de este compromiso 24/7, Laura también ha tenido que escuchar en alguna ocasión a quien cuestiona su labor, denostándolo como mera limosna por estar en el lado de los privilegiados y recriminándoles que quizá deberían vender todo su patrimonio y dárselo a los pobres. «Ese tipo de mensajes son los que lanzan esos gobiernos de izquierda que juegan con mensajes populistas sin fondo. Nosotros estamos aquí para ayudar a los demás con aquello que hemos ido edificando con nuestro esfuerzo», sentencia sin margen de dudas.

A la par, echa la vista atrás en su historia personal: «Tú ahora me ves aquí hablando de clubes de fútbol, pero solo Alejandro y yo sabemos lo que tuvimos que hacer hace 27 años cuando hicimos las maletas para irnos a Brasil para empezar de cero con una mano delante y otra detrás dejándolo todo». Sabedora de que resulta «fácil ver y juzgar a la persona cuando tiene éxito», también apunta que «mi madre siempre me decía que no debíamos dar lo que nos sobrara, sino parte de lo que tenemos». «De niña, nunca regalé mi juguete más usado o el más feo, sino el que tenía un valor especial para mí para que también lo tuviera para otro. Si un juguete no me gustaba a mí, no podía gustarle a otro», asevera sobre uno de los puntales de la filosofía «Ganar sirviendo».

«La Virgen no mete goles ni gana ligas»

El pasado mes de mayo, el Atlas de Guadalajara, de Orlegi Sports, se coronó bicampeón de la Liga MX, después de 70 años de sequía. «En Atlas tenemos un jugador que lleva siempre a la Virgen de Guadalupe a los torneos. Si ves las fotos de la victoria del campeonato, se veía más a la imagen de la Virgen que el trofeo», recuerda Laura, que desmiente que hayan tenido hilo directo con el más allá para vencer. «La Virgen no mete goles ni gana torneos», sentencia. «Tengo un amigo sacerdote -prosigue- que siempre dice que Dios no puede decantarse entre dos jugadores o dos aficionados que creen y que le van a pedir lo mismo. El que trabaja y hace lo que tiene que hacer es el que se lleva el gato al agua». Ahora, además de la Guadalupana, de su muñeca cuelga una medalla de la Virgen de Covadonga, a la que ya ha ido a visitar para encomendar al equipo y a la afición del Sporting.