Vaticano

«El aborto y la eutanasia son visiones políticas cortoplacistas»

Vincenzo Paglia. Presidente de la Academia Pontificia para la Vida

El arzobispo Vincenzo Paglia
El arzobispo Vincenzo Paglialarazon

El arzobispo italiano Vincenzo Paglia es incapaz de comunicar sin entusiasmo. A su enérgico tono de voz le acompaña la expresividad de sus manos y una sonrisa que destapa una pasión por ser portador de Buenas Noticias. Su manejo del español no se queda atrás. No en vano fue el postulador de la causa de canonización de san Óscar Romero, el mártir de América. El Papa ha puesto en sus manos la reflexión sobre bioética católica como presidente de la Academia Pontificia para la Vida, convirtiéndose en faro de alerta durante la pandemia, denunciando la crisis del sistema sanitario, el abandono de los mayores y el acceso universal a las vacunas. Por eso, esta semana se ha convertido en Madrid en el abanderado de un simposium mundial de médicos de cabecera promovido por Somos, una fundación neoyorquina de talante cristiano que ha creado una red de profesiones de atención primaria para personas sin recursos.

En España, la sanidad es universal y gratuita, pero casi es una excepción…

Necesitamos una revolución política, social, económica y cultural para una sanidad que sea para todos porque hoy se dan unas injusticias sanitarias terribles. Es posible y necesario. Es cierto que los recursos de un Estado no son infinitos, pero a la primacía del hombre deben subordinarse los valores económicos. Antes de decir que no hay fondos, también hay que comprobar cómo se utilizan. Nunca debemos abandonar a la persona enferma, incluso cuando no hay más tratamientos disponibles: los cuidados paliativos, el tratamiento del dolor y el acompañamiento son una necesidad que nunca debe descuidarse. Si en un lado de la balanza colocamos el riesgo económico y en el otro la vida de una persona, entonces cualquier costo económico podría estar justificado. Es necesario tener claro el valor trascendente de la persona humana en el campo económico.

¿Cómo está la salud del Papa?

De cabeza, impecable. De energías, sobrado. La rodilla, regular. Pero como ya han dicho por ahí, la Iglesia se gobierna con la cabeza, no con los pies.

Usted tiene 77 años, dos más de la edad preceptiva de jubilación, y el Papa no tiene pinta de dejarle descansar…

Gracias a Dios estoy bien. Siento el paso de los años, pero la fuerza del sueño por una predicación del Evangelio que promueva la fraternidad universal es lo que me impulsa a continuar a testimoniar a Jesús, resulte o no oportuno en el contexto actual. Sueño con un mundo más justo, más lleno de sensibilidad frente a los más desfavorecidos.

¿Qué diagnóstico dibuja a la Iglesia? ¿La mandaría a la UCI?

La Iglesia no puede desligarse del peregrinaje del mundo y su salud se puede medir según la capacidad que tiene en un momento concreto de hacer realidad el Reino de Dios. Por tanto, el estado de salud de la Iglesia está ligado a la salud del mundo. Como dice la constitución pastoral del Concilio Vaticano II «Gaudium et spes». «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo». Por tanto, si hay alguien que sufre, la Iglesia no puede permanecer al margen, sin sentimientos hacia lo que ocurre.

Entonces, si Occidente envejece, la Iglesia también…

Sí, quedarnos ahí no definiría la realidad porque la Iglesia es universal. La Iglesia se encarna en cada uno de los pueblos de la tierra, unos envejecidos y otros jóvenes, acogiendo sus peculiaridades para conformar una familia que se enriquece en la diversidad.

Pero, como dice el Papa, en las familias a veces vuelan los platos por los aires…

La Iglesia es a la vez efervescente y pacífica, con una dialéctica interna a veces muy fuerte que nunca abandona la comunión entre hermanos, con una perspectiva de continuar el mandato misionero de Jesús.

Durante la pandemia, todos nos aferramos a la vida de forma desesperada. Sin embargo, poco después, en el caso de España, se aprueba una ley de eutanasia que da barra libre a la muerte…

Estas leyes son reflejo de la pobreza de visiones políticas cortoplacistas que no miran al futuro ni tienen en cuenta la esperanza. En Occidente se ha entrado en una espiral contra la vida, donde se enaltece el aborto y la eutanasia, que no es otra cosa que impedir los nacimientos y acelerar la muerte. ¿Dónde queda una reflexión seria y profunda sobre la crisis demográfica que estamos viviendo? No se está afrontando de verdad este desafío. Estamos abordándolo con una miopía preocupante que no nos deja ver y analizar los problemas reales.

Hace un año, la Academia Pontificia para la Vida promovió un congreso sobre bioética y teología. Las actas que se publicaron luego recogían las reflexiones de algunos ponentes sobre el uso de métodos anticonceptivos no naturales en determinadas circunstancias que «harían irresponsable» tener hijos. ¿La Iglesia cambiará su doctrina?

La Academia siempre ha estado abierta al debate y la discusión sobre la cuestión de la moral global, con profundidad y nunca desde la superficialidad. En un mundo en constante transformación, estamos llamados a comunicar el mismo Evangelio de siempre con palabras que puedan ser escuchadas y comprendidas hoy. Así sucedió en ese encuentro, en el que participaron investigadores de diferentes países con distintas sensibilidades que abordaron diversos enfoques teológicos. El Papa sabía del proyecto y alentó ese encuentro, como un servicio a la Iglesia, en tanto que el intercambio de opiniones siempre fomenta la investigación. En cualquier caso, más allá de ese diálogo que se puede generar, será el Magisterio quien resuelva determinadas cuestiones en el momento que considere oportuno. Hoy es necesario subrayar la importancia de la paternidad y maternidad responsable, al mismo tiempo que la necesidad de una fuerza generativa de vida.